EL NACIONAL - DOMINGO 15 DE OCTUBRE DE 2000
El 18 de octubre de 1945
Un proceso revolucionario
El miércoles se cumplen 55 años del derrocamiento del gobierno del general Isaías Medina Angarita. Sobre la fecha, que levanta aún ronchas y pasiones, debaten hoy el ex presidente Carlos Andrés Pérez, uno de los actores del movimiento, y Santiago Ochoa Briceño, jefe de la Policía de Caracas en ese entonces, que defendió con las armas el gobierno de Medina
Carlos Andrés Pérez
Los detractores de este proceso revolucionario no han cejado en su empeño de presentarlo como un cuartelazo más en la historia venezolana. La "revolución" chavista se regodea en señalar la fecha como la más nefasta para el país y a sus actores como los responsables de todos los males que nos aquejan.
La muerte del tirano Juan Vicente Gómez, significó la aparición de nuevos tiempos para Venezuela. La fotografía que publicó la prensa del sepelio del déspota, nos muestra claramente el orden sucesorio. Detrás del féretro estaban, en ese orden, el general López Contreras seguido por el general Isaías Medina Angarita.
Durante el gobierno del primero se inicia, a medias, un proceso de respecto a los derechos humanos. Hubo expulsión de ciudadanos por razones políticas. Se promulgó la Ley Lara para disolver por la fuerza manifestaciones populares. Se inventó el "bolivarianismo" como instrumento de lucha política, con la organización de las Cívicas Bolivarianas, reencauchadas ahora en la "ideología" y el "movimiento bolivariano" del chavismo.
Viene el proceso de relevo presidencial. Se niega el voto, directo y secreto para elegirlo. Se mantiene la designación del Presidente por el Congreso. Se autorizó el regreso a los exiliados.
Todo parecía indicar que el país se orientaba a la democracia plena. La Ley Lara fue derogada. Era del conocimiento público el distanciamiento entre López Contreras y Medina Angarita. Se había iniciado en el país el debate sobre la elección directa y secreta del nuevo Presidente. Acción Democrática es legalizada.
El general Medina, apremiado por los reclamos de la opinión pública para abrir el debate democrático, ordena crear un partido que llama Partido Democrático Venezolano (PDV). Y sobre esta estructura monta la candidatura de su embajador en Washington, Diógenes Escalante. Pero se niega a reformar la Constitución para elegir al Presidente por elecciones universales y directas.
Entre tanto, Rómulo Betancourt recibe a Edmundo Fernández, quien le comunica que un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas desean hablarle. Ellas quieren insurgir para establecer un gobierno provisorio que convoque a elecciones universales, ante la negativa del gobierno para hacerlo. Betancourt promueve una reunión con otros dirigentes del partido. Y se acepta el planteamiento de fondo de los militares pero se les plantea la posibilidad de lograrlo sin la ruptura del orden constitucional.
Un grupo de dirigentes adecos propone entonces un acuerdo con Escalante, si éste se compromete desde el gobierno, en plazo perentorio, a convocar para elegir al Presidente de la República por elecciones universales y directas. Escalante acepta y regresan con la buena nueva. No habrá ruptura del orden constitucional.
Sucede entonces lo impredecible. El candidato enfermó y es sustituido por Angel Biaggini.
Cerradas todas las posibilidades de un acuerdo político, el próximo Presidente será el designado por el Congreso, y andino y tachirense. La intervención militar se hacía inevitable para abrir al país a la democracia, a la participación del pueblo, a la ruptura con la dictadura gomecista.
El general Medina no había llenado las aspiraciones populares, su débil candidato se enfrentaba a la decisión del general López Contreras de volver a la Presidencia apoyado por otro sector de las Fuerzas Armadas.
En estas circunstancias se reanudan las conversaciones entre los dirigentes de la conspiración y los líderes de Acción Democrática. No había todavía un acuerdo concreto sobre la integración del gobierno provisorio, cuando la prisión de dos de los comprometidos produjo la insurrección, en la mañana del 18 de Octubre de 1945.
Lo que sucedió ya lo sabemos. Se inicio el proceso democrático que incorporó a las masas a la conducción del país. En unas elecciones democráticas se eligió a Rómulo Gallegos Presidente de Venezuela, luego de tres años del gobierno provisorio que presidió Rómulo Betancourt para echar las bases de la Venezuela democrática. Se legalizaron los partidos políticos, se convocó a elecciones, se adoptó la política de no más concesiones petroleras y se impuso un impuesto de excepción a las compañías petroleras.
Lo que ha sucedido ahora, desastroso y lamentable, es la destrucción de aquel proceso iniciado con tan buen pie y frustrado a posteriori por el clientelismo que socavó las bases morales de los grandes partidos que pervirtieron y hundieron el proceso democrático. La historia dictará su veredicto.
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