Del secreto habilitante
Luis Barragán
En la década y media de un mismo gobierno, la habilitación acumula aproximadamente poco más de cuatro años. Y, como ahora, el solicitante siempre tuvo aviesas intenciones y pretensiones.
El particular planteamiento de una nueva ley habilitante no responde al talento y a la consumada habilidad política presidencial, pues, desde el principio, exuda deshonestidad. Y no sólo porque tiene por literal pretexto la corrupción generada por el mismo poder que la demanda, aún cuando cuenta con suficientes competencias y recursos para combatirla, sino por la mismísima aparición, noción, explicación y suerte del denominado “diputado 99”.
Lo peor está en que muy pocos saben de las materias específicas, definidas y concretas que urgen a Nicolás Maduro, ya que concurrió al hemiciclo protocolar de la Asamblea Nacional para perorar largamente sobre lo sagrado y lo profano, excepto sobre las tales materias y el bosón de Higgs del que algún día sabrá. Pareciera que tuvo por único propósito concurrir al lugar de trabajo de Nora Bracho y Julio Borges, provocarlos y – vilipendio por delante – amenazar con el allanamiento de sus inmunidades parlamentarias.
De la habilitante constante y sonante, no se sabe nada porque la mudez constituye un hábito del poder establecido. Por ejemplo, las solicitudes de créditos adicionales son para aprobarlas rápidamente, absteniéndose de cualquier estudio que las prolongue, la citación de algún funcionario aún de menor rango que las aclare o diligencia por ante un registro o notaría que diga algo de sus beneficiarios.
El día de la movilización de la habilitante, complementario al anterior que supuestamente condujo a las grandes masas al denominado “balcón del pueblo”, hubo más monitores, equipos de seguridad, reflectores y policías que muchedumbres en clara, abierta y emocionada demostración de apoyo. Llegó y se fue Maduro del Capitolio Federal rodeado de las personas, incluyendo a niños, preparadas para homenajearlo, pero sin sentir el calor popular que no pueden inventar las cámaras oficiales.
Varios son los secretos de la ambición habilitante, escasas las posibilidades de revelarlos. Iceberg de todo iceberg, pueden tardar pero … se conocerán.
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