jueves, 24 de agosto de 2017

PANTALLA DE ALGO MÁS QUE DE CONCRETO



Érase el edificio de Pajaritos

Guido Sosola


Ya para las postrimerías de la dictadura de Gómez, Caracas conocía una que otra edificación que contrastaba con el paisaje tradicional que sobrevivió a la cosmética francesa de la dictadura de Guzmán Blanco. No comportaba ninguna reforma urbana, pues, buena parte de la ciudad prosiguió con el entramado de calles y callejuelas desalcantarilladas, sin los servicios básicos que, después de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, conoció al sanearse como nunca antes.

A los llamativos edificios que sirvieron de sede al ministerio de Guerra y Marina, o el de Correo y Telégrafos, luego, tan injustamente desaparecidos, se sumaron otros como el del Museo Boliviano en el corazón de un referente comercial, como el de la esquina de Pajaritos, familiarizado con ese acento del art-decó de la Gobernación del Distrito  Federal.  Ahí, en Pajaritos, por 1936, decidió Eleazar López Contreras, líder  de una dictadura que trató de no serla, levantar un inmueble que homenajeara la memoria de El Libertador, que pudo mantenerse en pie a pesar de la vecindad del hermoso y arrollador complejo del Centro Simón Bolívar.

Fueron muchas las décadas de abandono y, aún no sabemos por cuál vía, el edificio de Pajaritos llegó a la jurisdicción del Congreso de la República. Cierto,  en este XXI, cuando es rescatado y recuperado durante la gestión de Cilia Flores como presidente de la Asamblea Nacional, adquiere una merecida prestancia,  aunque,  por muchas que sean las fallas estructurales que puedan alegarse, sufrió una dramática remodelación mas no restauración, injertándole una  pantalla de concreto que cambió su fachada y afecto un poco, por cierto, la entrada de la residencia de los jesuitas que está al lado.

Se convirtió el inmueble en un modesto complejo de salones que, antes de la victoria opositora en el parlamento por 2015, era de un exclusivo uso del oficialismo para cualesquiera actos, incluso, partidistas.  En el último año y medio, con el cambio de dirección, por instantes, este siglo supo de una apertura a la pluralidad política a través de numerosas reuniones, conferencias y foros.

El caso está en que  la tal y consabida constituyente echó mano del Museo Boliviano, aunque estuviese bajo la autoridad de la Asamblea Nacional. La idea es que sirva como sede a la tal comisión de la verdad, una instancia inquisitorial que puede deparar ingratas sorpresas.

Entendemos, fue prácticamente tomado por asalto. Lo curioso es que el Museo Boliviano sirvió para dejar o remitir a un personal administrativo decididamente chavista que, de un modo u otro, aprendió de las ventajas de la convivencia, pero todos – justos y pecadores – salieron del edificio: ese personal chavista que creyó recibir y compartir con los suyos la posesión, uso y disfrute del edificio, salió expulsado, excepto que alguna palanca le funcione a alguna avispada individualidad que no quiera aprender la lección.

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