Contextualización esequibana
Luis Barragán
El largo y pacífico
diferendo territorial con el vecino país, supo de contextos políticos
diferentes al que actualmente exhibimos. Revelan la realización de una Política
de Estado, frente a aquella que, reclamándose como tal, la caricaturiza.
Los venezolanos adoptamos
importantes iniciativas también en contextos difíciles que no lograron empeñar
nuestra reclamación, por lo menos, en el siglo XX. De larga enumeración,
partiendo del inesperado y sucesivo tránsito de regímenes, la denuncia del
Laudo de París de 1899, entre otras vicisitudes, supo de las diligencias de Isaías Medina
Angarita en 1944, de Rómulo Betancourt en 1948 y las de la dictadura militar en
1951, 1954 y 1956, como se desprende de estudios como el de René de Sola
(“Valuación actualizada del Acuerdo de Ginebra”, 1982) o del extraordinario y
preciso breviario de Manuel Donis Ríos (“Bases históricas de la controversia
entre Venezuela y Guyana sobre el Territorio Esequibo”, 2015). Acotemos, a
partir de la década de los sesenta, fueron numerosas las diligencias
gubernamentales, importantes los debates parlamentarios y significativos los
aportes académicos, sensibilizada la opinión pública, para asumir sensatamente
la controversia.
Tomada una muestra de la
prensa de 1962, cuando el canciller
Marcos Falcón Briceño argumentó la materia de límites con Guayana Británica,
cuestionando con agudeza y profundidad el citado laudo, en la Comisión Especial
de la XVIII Asamblea General de las Naciones Unidas, hallamos que los
venezolanos afrontábamos situaciones como la de la eliminación del dólar
petrolero y la unificación cambiaria, el control técnico de la industria
petrolera, la restitución de las garantías constitucionales, los disturbios del
orden público, la inauguración del túnel de La Planicie y del segundo balneario
de Naiguatá, la instalación del Congreso y la pérdida del control de la cámara
baja por la coalición de gobierno, la censura al ministerio de Hacienda, o las
acciones guerrilleras en diferentes sitios del país. Y, al referirnos a 1966,
otro ejemplo, al suscribirse el Acuerdo de Ginebra, la Ancha Base experimentó
una severa crisis, los choferes caraqueños protestaron a las autoridades de
tránsito, prosiguió la subversión, el Banco Central de Venezuela abrió su nueva
sede, la subversión armada protagonizó los más variados eventos bajo la
promoción de la dictadura cubana, , la reforma tributaria acaloró los ánimos, o
las transnacionales del petróleo eran emplazadas para el pago de los impuestos
atrasados.
En la centuria pasada fueron
recurrentes las discusiones parlamentarias sobre el problema esequibano,
añadida la interpelación de los cancilleres. Surgieron las más disímiles fórmulas,
radicales o timoratas, que nos orientaron al equilibrio de posturas en una
difícil materia en la que también concursaron las voces especializadas.
La independencia de Guyana
también supo de las destrezas de un liderazgo que conscientemente heredó el
problema, exhibiendo la destreza necesaria frente a Gran Bretaña y,
pragmáticamente, comprometiéndose con un
ideario tercermundista del que obtuvo o creyó obtener rentabilidad política al
aliarse con la Cuba de Fidel Castro. Autores como Andrés Serbin y Sadio
Garavini nos han ilustrado sobre contradicciones sociales y tensiones
políticas, a los cuales añadiría las preocupaciones caribeñas de José Rodríguez
Iturbe, los cuales avisan de un contexto guyanés ahora francamente desconocido.
Ya enunciadas, por muchas
que fuesen las dificultades atravesadas por Venezuela, ésta mantuvo y
perfeccionó una postura con el tiempo en materia esequibana, sin la mezcla de
situaciones que arriesgaran los intereses del país, por poca o mucha que fuese
la tentación por la demagogia. Por cierto, situaciones que no atraviesa el
régimen actual, sistemáticamente impedido el disenso, cuyo ejercicio del poder
ha sido gigantesco, añadidos los ingresos petroleros, aunque – por todo ello
– generador de la animadversión de un país
sumido en una inédita crisis que provoca los yerros de una política exterior
que cada vez no parece tal, proclive a una decisión irresponsable.
Los guyaneses presuntamente
saben de otra etapa histórica en la que, por la inmensa promesa que las
exploraciones y hallazgos petroleros conceden en la fachada atlántica, atestiguan
la imprudencia y también agresividad de su dirigencia, aunque lucen diligentes
y eficaces para orquestar una alianza favorable de países que, por ironía,
recibieron el continuo favor de los
socialistas que se dicen del siglo XXI. A los multipolares de esta hora,
anti-imperialistas y demás, simplemente, los sorprendió otra vez la
realidad de una escena internacional que
está cambiando y no precisamente de acuerdo a la cartilla ideológica que aun
los emociona.
Nadie, en su sano juicio,
debe abrigar la intención de pulverizar al vecino país, sino el de intentar
comprenderlo, incluyendo la misma comprensión del nuestro para la recuperación
del Esequibo. Y, aunque no somos especialistas en el problema, nuestra
condición de parlamentarios nos lleva a asesorarnos y a estudiar un poco más un
asunto que no debe sorprendernos, en el marco de los venideros comicios que
tientan aún más al régimen.
Por lo pronto, para cerrar
esta ya larga nota, lamentamos el lenguaje empleado por los mandatarios de
ambos países. Contradiciendo lo que fue una Política de Estado, Maduro – quien
fue canciller – enreda a David Granger con Alvaro Uribe: una torpeza tras otra.
Ilustración: LB (1990).
Fuente:
http://www.diariocontraste.com/contextualizacion-esequibana-por-luis-barragan-luisbarraganj/
Fuente:
http://www.diariocontraste.com/contextualizacion-esequibana-por-luis-barragan-luisbarraganj/
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