EL NACIONAL, Caracas, 19 de agosto de 1990
Lector por obligación
Pedro Berroeta
Quienes por razones circunstanciales, tenemos acceso regular a los medios de comunicación, nos vemos ahogados por la cantidad de libros, folletos, proyectos de gobierno, planes patrióticos, invenciones, soluciones a los problemas económicos e invenciones científicas que nos envían continuamente. Además, se nos conmina a leerlos, a discutirlos, a escribir sobre ellos y promover el genio y originalidad de sus autores. Todo nuestro tiempo tendría que ser empleado en esa labor y es evidente que no lo podemos hacer, sobre todo quienes carecemos de asistentes y secretarias.
Claro está que esto es una tragedia, porque quizás entre todos esos libros que nos hacen llegar (en los cuales sus autores cristalizan tantas esperanzas y sueños) puede ser que haya - y sin duda es así - algunas obras muy valiosas. Por otra parte, me parece que todo autor, como todo amante, tiene el perfecto derecho de considerar lo que hace o ama, como una manifestación excepcional de la creación. Pero hasta allí deben llegar las cosas. El amante no puede ni esperar ni exigir que los demás sientan lo mismo que él, como no se puede exigir que consideremos admirables las fotos que llenan los álbumes familiares.
Para evitar que seamos aplastados por el peso de los volúmenes que recibimos, de las cartas que nos envían y de los proyectos que semeten a nuestra consideración, me permito sugerir que las autoridades culturales venezolanas establezcan oficinas de lectores profesionales, remunerados, encargados de leer y revisar la producción de autores aún desconocidos, entre los cuales quizás aliente un genio.
Pienso que todos saldríamos ganando, porque !hay que ver, Dios mío!
Reproducción: Pedro Berroeta, según Alfredo Briceño. Momento, Caracas, nr. 571 del 25/06/1967.
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