El Reino predicado por Jesús va más allá de cualquier religión
Fray Marcos (Rodríguez)
Contexto
El párrafo que acabamos de leer es continuación del que leíamos el domingo pasado, pero con él comienza una nueva etapa en el evangelio de Marcos. Los discípulos van a tomar parte en la tarea que, hasta ahora, desarrollaba sólo el Maestro.
Después de la profunda experiencia de fracaso en la sinagoga de su pueblo, Jesús no sólo no deja de anunciar la “buena noticia” del Reino, sino que compromete a sus discípulos en esa tarea. El rechazo de los dirigentes y de los más cercanos le obligan a buscar otros interlocutores que no estén maleados por la enseñanza oficial. Las tres lecturas no hablan de la elección, pero esa elección lleva implícita la misión.
Explicación
Es Jesús el que toma la iniciativa. “Les llamó y les envió”.
En el capítulo 1 ya había relatado la llamada de dos parejas de hermanos. En el capítulo 3 había narrado la llamada de los doce. Si hacía ya mucho tiempo que estaban con él, no necesitaba llamarlos, pero el poner los dos verbos juntos tiene una intención especial. La llamada y la misión están siempre unidas. Todo el que es llamado es para ser enviado.
No se precisa ni a donde van ni cuanto va a durar el viaje. Con ello nos está diciendo que está precisando las características de todas las llamadas y de todos los envíos. Todo los que vayan en nombre de Jesús deben ir en las mismas condiciones, en todos los tiempos. Tal vez el evangelista está expresando una práctica ya común en las primeras comunidades.
“De dos en dos”, apunta al sentido comunitario de toda misión. No se trata de actuar como francotiradores, sino de ir en nombre de la comunidad y con el mensaje comunitario. De esta forma, se evita además, cualquier clase de jerarquía o superioridad de uno sobre otro.
Con demasiada frecuencia olvidamos que todos somos enviados. Tendemos a actuar por nuestra propia cuenta, para garantizar nuestro propio futuro.
Tiene también un aspecto legal. En un juicio, sólo se admitía el testimonio que fuera atestiguado, por lo menos, por dos testigos. Recordemos que no se les pide que sean maestros, sino testigos.
“Les da autoridad sobre los espíritus inmundos”. Aquí hay que tener mucho cuidado. El texto griego no dice “dynamis” sino “exousia”. No es fácil apreciar la diferencia entre los dos conceptos, pero es claro que no se trata de un poder mágico, sino de una superioridad sobre el mal; lo cual nos indica que se trata de una fuerza para superar, no sólo los demonios de los demás, sino también sus propios demonios.
En primer lugar, la superación personal sobre toda ideología que les impediría comunicar el verdadero mensaje de Jesús. Esta lucha de los apóstoles contra sus propios prejuicios nacionalistas, está presente a través de todo el evangelio de Marcos.
“Les encargó...” El verbo griego significa en primer término ordenó. Se trata de una severa amonestación. Es curioso que el texto hace más hincapié en lo que no deben llevar. Ni siquiera nos habla del mensaje que deben trasmitir. Lo importante no es la literalidad de lo que manda o prohíbe (Mateo y Lucas añaden y quitan detalles; y en este mismo capítulo, resulta que los discípulos sí tenían pan y peces). Lo importante es el espíritu de los que van a desempeñar la misión.
El bastón y las sandalias eran imprescindibles en los viajes; el primero ayuda a caminar y puede ser muy útil contra las alimañas que no eran raras en terrenos desérticos. Las sandalias era el calzado de los pobres, sin ellas no se podían hacer grandes caminatas.
El pan era signo de cualquier alimento.
No van como mendigos, “no llevéis bolsa”, sólo deben aceptar lo que necesitan en cada momento, sin acaparar nada para después. La alforja (phran) era propia de los mendigos, que metían en ella lo que les daban para asegurarse, al menos, las próximas comidas.
El dinero (de poco valor) es el símbolo de las seguridades.
En griego no dice “túnica de repuesto”, sino “no llevéis puestas dos túnicas, que era característica de la gente rica.
Los judíos nunca se hospedaban en casa de paganos. Jesús les hace ver que cualquier casa puede ser buena para hospedarse, y cualquier alimento digno de comerse. Para quedarse basta que les acoja una “casa”, para marcharse tiene que existir rechazo de un “lugar”. No deben cuestionar el trato que les den en la casa donde les reciban, lo importante es que les acepten y ellos acepten la oferta.
En todo caso deja clara la posibilidad de rechazo que acaba de sufrir el mismo Jesús en su tierra. El sacudir el polvo de los pies, era una costumbre de los judíos cuando salían de un lugar de paganismo. No se trata de maldición alguna, sino de dar testimonio de un hecho. En adelante, los paganos no son los no judíos, sino los que rechazan la oferta de salvación de Jesús.
“Predicaban la conversión, echaban demonios y curaban”. Es curioso, que ninguna de esas acciones fue descrita en el envío.
La conversión de la que nos habla el evangelio, no debe entenderse desde el punto de vista moral: hay que dejar de hacer lo que está mal. Se trata de la “metanoya”, que es un cambio de mentalidad que llevaría consigo un cambio en la manera de vivir. Se trata de elegir un camino nuevo. Sin emprender ese nuevo camino, de nada servirán los arrepentimientos y los propósitos.
Esto no lo entendemos bien hoy. El echar demonios y curar son los signos de la preocupación por los demás. El signo más claro de que ha llegado el Reino, es la ayuda a los demás.
Aplcación
La primera lectura nos pone ya en guardia. Los profetas de Betel quieren convertir a Amós en un profeta “al uso”: alguien que vive de un oficio siguiendo las directrices oficiales.
Muy poco han cambiado las cosas. La Iglesia sigue siendo un santuario de Betel, donde los intereses económicos y de poder siguen estando en primer plano, aunque nadie se atreva a reconocerlo o a denunciarlo. Estar de parte de los poderosos, y no denunciar la injusticia, venga de donde venga, ha sido una de las apostasías del cristianismo desde Constantino.
A nadie entusiasma hoy nuestra predicación, mucho menos nuestra trayectoria vital. La misión no puede ser acomodación a una programación venida de fuera, sino una exigencia vital, consecuencia de la llamada interna de Dios.
La clave de estas recomendaciones es que al depender de los demás, se elimina toda tentación de superioridad. No son normas de ascetismo sino de confianza. Se trata de aprender a confiar en los demás, esperándolo todo de ellos.
Saber dar eficazmente, supone haber aprendido antes a recibir con humildad. No hay nada más humillante para un ser humano que el tener que recibir de otro algo sin un mínimo de reciprocidad. La realidad que más une y humaniza a los seres humanos es el saber que tienen algo que dar y algo que recibir del otro. Si esa reciprocidad está fundamentada en la gratuidad, se alcanza el máximo de humanidad, tanto por parte del que da, como del que recibe.
La confianza de toda misión evangélica debe centrarse en Dios, no en los medios desplegados para conseguir la adhesión. Para ello no hay más remedio que prescindir de lo superfluo, y ni siquiera querer asegurar lo necesario. Cuando Jesús envía a los doce, está diciendo que lleven el Reino de Dios que él predica, a todos los hombres. Él no es su dueño ni ellos sus propietarios.
Ese Reino, que es Dios, está en cada uno de nosotros y es la “buena noticia” que todos debemos descubrir. No necesito intermediarios porque ‘Dios está más dentro de mí mismo que lo más íntimo de mí mismo’ (Agustín).
El Reino predicado por Jesús está más allá de cualquier religión. Al intentar purificar su religión, Jesús dio la clave para purificar toda religión. Jesús no intentó crear una nueva religión ni dejar de pertenecer a su pueblo y a su tradición religiosa. Él haber hecho de la predicación de Jesús una religión más, ha eliminado la posibilidad de ser fermento para todas.
La misión no es tarea de unos pocos, sino la consecuencia inevitable de la adhesión a Jesús. La misión no consiste en predicar, sino en dar trigo. Dar trigo significa el hacer un mundo cada vez más humano en todos los órdenes, no el salvaguardar a toda costa, doctrinas trasnochadas o normas morales que no humanizan a nadie.
Menos aún en conservar unos ritos fosilizados que ya no dicen nada a nadie. El mensaje de Jesús no se puede meter en fórmulas ni ser objeto de ninguna programación. Simplemente es una manera de vivir. Ser cristiano es ser testigo de una manera de ser hombre, de una manera de ser más humano, de una manera de ser hermanos.
Una pregunta. ¿Es realmente positivo para la Iglesia que haya una casta especializada en la transmisión de la fe? ¿No es esa la causa de que nuestra fe sea una aceptación puramente pasiva y formal de verdades teóricas, programación moral y repetición de ritos vacíos?
Esta carencia de vida, convierte a la religión en algo vacío de contenido. Soy católico, apostólico y romano, pero eso no tiene ninguna repercusión en mis relaciones diarias con los que me rodean. Ser cristiano es un ropaje que no me hace más humano.
Meditación- contemplación
La verdadera confianza lleva a la gratuidad.
La confianza tiene que ir en todas direcciones.
Si confías en Dios, confiarás también en el hombre.
Pero también potenciarás la confianza en ti mismo.
…………………..
Si has superado el afán de seguridades,
surgirá también la gratuidad.
Precisamente hoy, que por todo hay que pagar un precio,
es más necesario que nunca el dar sin esperar nada.
………………
Darse sin esperar nada a cambio,
es la mejor manera de llevar a Dios a los demás.
Manifestar en todo momento el amor a todos,
es la única manera de predicar el Reino de Dios.
Fuente:http://www.feadulta.com/
Ilustración:Andrew Osta,.
Breve nota LB: La fotografía es de Alfredo Gutiérrez y responde a una frecuente situación en las iglesias y, particularmente, en misa. Bien lo ha dicho el Padre Álvaro Lacasta, el celular suele no prenderse en otros sitios, por lo general en los espectáculos, pero imrudentemente se reciben y devuelven llamadas en la Santa Misa. Además, ¿qué mejor pin que el Dios, gratuito y universal, con el que podemos hablar a través de la oración?
No hay comentarios:
Publicar un comentario