De una conclusión a la que arribamos
Luis Barragán
Referido, el gobierno guyanés inculpa a Venezuela de todos sus males, así como el gobierno de ésta lo hace con Estados Unidos. Es la mayor ironía de una situación que, si no fuese por la gravedad que alcanza, pasaría por una anécdota más.
El vecino país confronta difíciles problemas y contradicciones internas que tocan – además – el duro ámbito racial, a juzgar por trabajos como los de Andrés Serbin, irresueltos por largas décadas. Faltando poco, tocan a las puertas de Raúl Castro, como ha hecho nuestro país, antojado como un actor imparcial que, siempre en el gobierno, participó de las remotas manipulaciones que permitieron apalacancar a sus soldados con destino a la distante Angola.
Nos ocupó la pacífica reclamación del territorio esequibano, contribuyendo a la propia independencia de Guyana y esto, a pesar de la oposición antipuntofijista de los sesenta del XX, relacionada con Cheddi Jagan, que hasta acusó de entreguista al canciller Falcón Briceño, mientras privilegiaba sus intereses partidistas, como consta en los Diarios de Debate del otrora Congreso de la República y que ha interpretado adecuadamente Hernán Castillo, en un valioso trabajo académico. Mal pueden los vecinos señalarnos como terrófagos, sobre todo después de beneficiarse por todos estos años de los yerros de una cancillería que ha contado con Chávez Frías y Maduro Moros, como los conductores de una política exterior que no merecemos.
No hay intención alguna de perjudicar a los guyaneses, quienes tampoco deben acusarnos de un nacionalismo reaccionario, atrabiliario o fascista. Entendemos que deben resolver sus más urgentes problemas, así como en este lado resultan incontables los nuestros, cuya solución está en un cambio de régimen al que también le temen por sus insensateces: el Acuerdo de Ginebra ofrece las oportunidades para el desarrollo autosustentable del Esequibo que beneficie a ambos países, en el contexto de la cooperación regional que pasa por el reconocimiento del injusto despojo del que los venezolanos fuimos víctimas.
Cierto es el temor a un régimen como el que prevalece en Venezuela, compartido en el continente, pero – agotado – se abre el horizonte de un distinto, creador y productivo relacionamiento que permitirá hacer del Esequibo la mejor promesa venezolana para un vecino que corre con los peligros de la ilusión petrolera, la otra promesa, modestamente focalizada en la Fachada Atlántica, que puede significar la pérdida de mayores oportunidades de trabarse un conflicto de superiores e indeseables dimensiones. Por lo menos, es la conclusión a la que llegamos después de conversar con algunos de los expertos en la materia que nos permiten comprobar que Guyana no es tan desconocida como ocurre en los predios oficialistas.
Fuente:
http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/23972-de-una-conclusion-a-la-que-arribamos
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