El Nacional, Caracas, 30 de octubre de 2015
4 autores
Sergio Monsalve
Crimson Peak de Guillermo del Toro
El nuevo filme erudito del director mexicano de Pacific Rim. Poblado de citas, guiños y referencias audiovisuales. Rinde tributo a las obras maestras de la Hammer, casa productora de la cima de la escuela manierista de origen británico. Por tanto, regresamos a las atmósferas barrocas y opresivas de una clásica cinta de fantasmas, ambientada en una gótica mansión del terror, salpicada por brochazos impresionistas de colores chillones. Del homenaje retro a la transgresión contemporánea del género qualité de época, la película abre y cierra como un sanguinario manifiesto romántico y feminista, cuyas imágenes de choque ilustran los códigos cifrados de un guión deliberadamente posmoderno. Pesimista y esperanzador al mismo tiempo, sobre el estado actual del cine fantástico, agotado en sus formas y en busca de una justa resurrección. La cumbre escarlata cumple con la misión y además esboza otras ideas no menos inquietantes: la explotación de los cuerpos, la corrupción de las almas, la irónica decadencia de una élite aristocrática y el lado oscuro de la industrialización. La vuelta del realizador al sombrío inframundo de El laberinto del fauno.
The Walk de Robert Zemeckis
Siguiendo la línea del caso anterior, la reconstrucción de un hecho del pasado cobra el absoluto protagonismo de la última pieza del creador de Forrest Gump. En la cuerda floja rememora la hazaña de Philippe Petit cuando salta a la cúspide de la fama por atreverse a cruzar las Torres Gemelas en un acto suicida de funambulismo. El principal reto del largometraje era superar y no quedar opacado por su laureado precedente estético, el oscarizado documental Man on Wire. A base de ingenio, humor, sensibilidad y precisión técnica, el autor logra conseguir el objetivo de ofrecer un digno espectáculo, a la altura del trabajo de no ficción ejecutado por James Marsh. Sin necesidad de compararlas, cada una aporta una visión distinta del acontecimiento. La interpretada por Joseph Gordon-Levitt deslumbra por su manejo de la profundidad de campo en tres dimensiones. La secuencia del clímax justifica el experimento con la fotografía estereoscópica. Desafía las convenciones del espacio tradicional de la pantalla. El suspenso abraza al espectador y lo conduce a identificarse con la proeza del antihéroe, un anarquista a su modo. Rebelde, circense y lúdica, también abriga un mensaje poético y nostálgico, a favor de la recuperación de la memoria. El World Trade Center figura en el firmamento de la conclusión, a diferencia del epílogo de Pandillas de Nueva York. De lo mejor de la corriente surgida después del 11 de septiembre.
Puente de espías de Steven Spielberg
Los claroscuros de la Guerra Fría según los rigores conceptuales del llamado Rey Midas de Hollywood. Tampoco es casual el contexto de la historia basada en sucesos reales. La tensión bipolar define la agenda de los personajes y de los bloques enfrentados por intereses geopolíticos. El acierto del libreto, redactado por los hermanos Coen, reside en establecer un paralelismo entre las relaciones de fuerza y poder de ambas potencias. Restaurando la ambigüedad de Munich, el argumento descarta la ramplonería del relato maniqueo, propio de aquella era. Quizás varían los métodos y las maneras. Los parecidos razonables invitan a la reflexión. La cacería de brujas domina el escenario bélico. La Unión Soviética y Estados Unidos cometen los mismos errores. Se infiltran en líneas enemigas y pagan caro las consecuencias. La escalada atómica dibuja un futuro apocalíptico. Pero el conflicto de la intriga se resuelve para bien, apelando a las armas pacíficas del derecho, el intercambio de rehenes y la diplomacia. Prácticas en desuso, necesarias de reivindicar al día de hoy. Ahí subyace el valor del tercer estreno reseñado. Recordar la importancia de la conciencia ética del pretérito. Verbigracia, cabe destacar la divergencia moral con respecto al próximo título.
Sicario de Denis Villeneuve
La boca del lobo. El infierno. El western radicalizado y extremo. Las reglas cambiaron para mal en el campo minado del tercer milenio. No hay lugar para los débiles, para los sueños, para las utopías. La realidad es un mundo carente de sentido y gobernado por las mafias de todo tipo, las oficiales y las clandestinas. El narcotráfico penetró el Estado y lo disolvió en un fango viscoso. Una mujer atestigua la debacle de sus principios al ser utilizada e instrumentalizada por el aparato de control fronterizo. La cámara de Roger Deakins acentúa el clima asfixiante de un paisaje yermo y devastado. Tomas subjetivas y planos nocturnos con grano adoptan la perspectiva de un descarnado videojuego de mercenarios deshumanizados. La música incrementa el volumen de la distorsión. La tortura es legal. La barbarie convive con la civilización. Las operaciones comando exhiben el montaje quirúrgico de un diseño burocrático de trámite. A lo Zero Dark Thirty, el drama interpela a la audiencia y la confronta. La inocencia se pierde. Los carteles de la droga imponen un sistema darwinista de normalización de la violencia. La redención solo existe en los cuentos de hadas. La parte diablo se adueñó de Ciudad Juárez y sus alrededores. Cuidado si Mefistófeles no es el garante de la aldea global. Enorme Benicio del Toro en su papel de vengador de la muerte. Intimidante, rudo, inclemente. Pletórico el acabado plástico del cuadro tenebrista. Mete miedo porque se parece a Venezuela. El planeta de Hobbes. Perro come perro. Puro Leviatán.
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