domingo, 19 de abril de 2015

LA HEBRA PERDIDA

De la paradoja Boulton
Luis Barragán


En un par de ocasiones, nos ha tocado refutar sendos proyectos de acuerdo en la sesión plenaria de la Asamblea Nacional, relacionados con Armando Reverón. Reconociendo el merecido tributo al pincelador de la luz, en ambas discrepamos de la maniquea versión con la que pretende premiarlo el oficialismo.

Inevitable, surgió Alfredo Boulton: lo consideran el más avispado ladrón de las obras, primigenio explotador que aportó un sello de distinción para la oligarquía. Por supuesto, ni la menor mención del consabido robo y devolución de La Odalisca de Matisse, descubierto y resuelto por la policía del imperio que autoriza suficientemente la sospecha que recae sobre todo el patrimonio artístico del Estado. Sin embargo, cabe resaltar la triple paradoja que el tributo reveroniano reporta.

De un lado, la absurda interpretación casera y hasta policial de un marxismo que no se atreve a asomar una concepción y desarrollo de la lucha de clases, impidiendo la revelación de la pujante boliburguesía y de los temibles pranes que ha parido el régimen. Contrariando el canon, valen cualesquiera resentimientos – preferiblemente raciales – para motivar y movilizar, en última instancia, al populacho que explica el socialismo rentístico.

Del otro, mecenas y divulgador, contrapusimos a Alfredo Boulton para demostrar la asombrosa simplicidad de un enfoque – el oficialista – que reduce todo el largo periplo estético del país a un vulgar, remoto y morboso asalto. Valga aclarar, no tuvimos ni tenemos vínculo alguno con la sucesión Boulton, como lo sugirió – mitad en broma, mitad en serio – un diputado del gobierno, en los pasillos, como si pareció tenerlo Chávez Frías, incluyendo un generoso aporte para su primera campaña presidencial.

Finalmente, quizá un detalle para la irritación de aquellos que festejan la iniciativa de Maduro para trasladar a Reverón al Panteón Nacional (sin Juanita Carrizales), Boulton fue uno de los precursores de tal solicitud. Dato que desconocían (al igual que la etapa pictórica de Argimiro Gabaldón en los años cuarenta del siglo XX), nos remite a otro actual y más dramático: hoy, Domingo Alberto Rangel no podría actualizar su conocida obra “La oligarquia del dinero” (1972), pues - ¿qué de cosas, no? – registros y notarías abovedan celosamente toda información al respecto.

Reproducción: Élite, Caracas, nr. 594 del  30/01/1937.
Fuente: http://www.opinionynoticias.com/opinionnacional/22269-de-la-paradoja-boulton

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