domingo, 5 de abril de 2015

ETIQUETA, ÉTICA Y ESTÉTICA

La estética del poder (1)
Nicomedes Febres

* Cada hombre que ha detentado el poder le ha impreso al mismo un aura especial que es individual e intransferible y eso llamémoslo la “Estética del Poder”. Esa estética puede ser falaz, puede ser ficticia, puede ser estudiada o recomendada por los asesores, pero al final es como la clase, que le sale innata a cada quién, así sea por los poros. Sin embargo hay hombres cuya impresión en el colectivo es más nítida o más fácil de captar. El general Gómez era austero, silencioso, taimado, calmado, porque “Hombre que sabe lo que hace no anda loqueando”. Manejaba a Venezuela como una hacienda donde cada uno de sus novillos tenía un temperamento que él estaba obligado a conocer para domeñar. Pese a que nací muchos años después que Gómez murió, la gente que me formó si fueron educados en la majestad sobria que Gómez le imprimió al poder, en ese deber ser, hasta en el menor de los actos. Imagínense por un momento al Benemérito, rascado en público, o bailando un trencito en la pista de baile del Hotel Maracay al compás de un pasodoble o un tango. O rascabuchándose con un levante. Al día siguiente, los otros jefes que estaban como caimanes en boca de caño se lo hubieran comido vivo y su base de apoyo se hubiese decepcionado. López Contreras, quizás uno de los mejores presidentes, entendió su rol y su meta, desmantelar la vieja estructura feudal de Gómez y llevar al país a cierta modernidad, por ello debía moderar su tiempo de permanencia en el mando, crear las bases del Estado moderno y eso lo hizo con holgura gracias a su moderación en el trato y a que todos sabían que tenía “tabaco en la vejiga”, como se le decía antes a los hombres de valor personal. Betancourt entendió que debía incorporar a los sectores populares a la vida política activa y de allí su conexión con la gente humilde.

Mediante los nuevos medios radioeléctricos, las movilizaciones de masas, con su retórica cursi, desplazando como interlocutores a la vieja oligarquía gomecista y feudal. Para eso contaba con los recursos del petróleo y las clases medias incipientes que formaban gran parte de la burocracia estatal. Los excesos de sus copartidarios con su igualitarismo ramplón y retrechero hicieron que cayeran, aunado a la torpeza política de Gallegos. Caldera, entendió que su base política estaba vinculada a los valores de la familia, la religión, la eficiencia, el bien común al servicio de toda la sociedad, por lo que tardó muchos años para construir una nueva mayoría que lo digiriera. Pérez Jiménez formado en el gomecismo, no leyó los cambios del mundo moderno en su época inspirados por las nuevas ideologías, la nueva tecnología comunicacional de radio y televisión ni se preocupó de explicarle de forma sencilla a la gente humilde todo lo que estaba haciendo por ellos y parecía más bien un presidente de una empresa presentando su memoria y cuenta al final de la gestión anual. Era distante, poco comunicativo en un tiempo de cambio comunicacional, su eficiencia era sentida como despotismo, y siendo un gran administrador rodeado por lo mejor del país, era un pésimo político que no sabía comunicarse con la gente ni valorarla. Como un día le dijo Perón: “Si yo hubiese hecho por los argentinos el 10% de lo que tu hiciste por los venezolanos, a mí me hubieran adorado”. Por eso cayó.

CAP era simpático, transmitía energía, pero ella era incoherente, hiperquinética, cruzaba o cambiaba a cada instante los mensajes y tenía ese complejo propio de las personas que se sienten disminuidas por no haber adquirido la disciplina de los estudios universitarios y aun siendo inteligente, no tenía las herramientas para saber organizar sus ideas por lo que buscaba siempre el reconocimiento de los demás, que como siempre, tenían su propia agenda. Hoy dejémoslo hasta aquí y esta historia continuará.
* Las fotos de hoy son dos joyas, la primera es una cena de navidad de 1933 en el Hotel Jardín de Maracay donde aparece Gómez rodeado de su familia y la segunda es una foto de Betancourt comiendo en 1958 durante la campaña electoral. Ambas fotos muestran fehacientemente, que ambos haciendo lo mismo, muestran las diferencias estéticas de ambos tiempos.

(https://www.facebook.com/nicfebres/posts/10205839711532722)

La estética del poder (2)
NF

* Quedamos ayer en el primer gobierno de CAP. Omitimos al general Medina, al doctor Leoni y a Luis Herrera Campins por ser hombres sencillos, buenos, decentes, sin pretensiones de ser líderes del tercer mundo, ni nada por el estilo. Como soy amigos de todos sus hijos y han pasado muchos años, puedo dar fe que los hijos de los tres, proviniendo de ideologías diferentes y de regiones distintas, han sido dignos hijos de sus padres. Son excelentes personas, amantes de su país, demócratas cabales y sencillos. En el gobierno de Blanca Ibañez, el presidente Lusinchi fue víctima de sus carencias y delegó mucho el poder en manos de su entorno y de su partido. En pro del afecto a su familia prefiero dejar hasta aquí el análisis de la estética del poder durante ese período, que además no fue nada trascendente, pues el presidente Lusinchi poco se respetó a sí mismo con sus debilidades, pero en lo personal nunca fue un rufián y murió pobre y cuidado por doña Gladys. Llegamos así a este desastre, iniciado en 1998 por la elección del difunto. Nunca un presidente electo había tenido tal fervor popular y había producido tantas expectativas. No existía un solo viento a favor para que su gobierno fuese un fracaso. Luego de su discurso de victoria y su promesa de gobernar para todos, la Bolsa de Valores subió 20% al día siguiente. Y todo lo botó, solo por el afán de permanecer en el mando. Prometió que “freiría en aceite la cabeza de los adecos corruptos” y ni intento prender brasa. Ni uno solo de esos pícaros fue investigado. Si con A.D. el país había vulgarizado la majestad del poder, dado que sus últimos presidentes no asumieron a cabalidad el compromiso con todo el país, o si lo hicieron como le pasó a CAP 2, fue saboteado e irrespetado por el Buro Sindical y por Alfaro Ucero, quienes exigían cuotas de poder como si la situación del país fuese boyante, como una suerte de público chantaje de “cómo quedamos nosotros ahí”. El difunto transformó la majestad del poder, de popular a poder populachero y malandro, fue irrespetuoso con los ciudadanos, con las mujeres, incluyendo a su propia esposa, estableció un gobierno mediático donde mostraba su impudicia personal. Participaba que tenía diarrea por lo que se había atrasado una transmisión, que le iba a dar lo suyo a la esposa, o a un ministro le preguntó si tenía erecciones, hizo pública su adicción al café, se hizo “contratar” a Naomi Campbell y hablaba de sus intimidades, nunca en tono educativo hacia los humildes como era su deber, sino procazmente retando las elementales normas de buenas costumbres ciudadanas. Vulgarizó hasta el ridículo la majestad presidencial. Era un hombre grosero, resentido y exhibicionista. Basta leer las críticas que le hicieron en sus testimonios sus ex amantes. Ofreció derecho a réplica a quienes denostaba y nunca las cumplió, pese a abusar de las cadenas telecomunicacionales.

Ante las críticas, trató de intimidar a sus adversarios aprovechando su formación y talante militar, miedo que nunca logró, pues dada su abyecta conducta, cuando se rebaja la majestad del gobernante, el primer perjudicado en cuanto al respeto es el propio presidente, pues casi como norma, cuando se irrespeta desde el poder, se está al filo del irrespeto del ciudadano. Si un presidente se burla o irrespeta a un ciudadano, siempre él será irrespetado y ridiculizado por la gente. De allí a su heredero, este personajillo que dejó encargado del poder, quién trata de imitarlo y no pasa de ser una versión patética, desde la voz, o el ropaje, hasta la interacción con el público o en el discurso. Cómo maduro va a hacernos creer que esa ridícula parodia de boxear con un joven simulando ser Cassius Clay, no es un montaje para hacernos recordar al difunto cuando jugó béisbol con Sammy Sosa?. Si por otro lado, cuando Yonder, el loquito que se le encimó en la asamblea para pedirle trabajo durante su proclamación, el tipo en cadena nacional mostró un miedo cerval, mientras comentaba: “Me ha podido haber matado”, y el pobre infeliz de Yonder fue enviado a una cárcel de alta peligrosidad. Desde los años 1711 a 1714, cuando el gobernador de la Provincia de Caracas de entonces, Juan José de Cañas y Merino, quien secuestraba muchachas huérfanas púberes, las violaba y luego las enviaba a los burdeles de Muchinga y El Silencio de su propiedad, enterraba gatos y gallinas y hacia competencia con sus amigos, casi todos, hombres de baja ralea social, para ver quién con su espada los decapitaba al paso veloz de sus cabalgaduras, propiciaba el contrabando, o cuando Boves, que al compás del piquirico, su música predilecta, permitía que su hueste violara a las damas, no se había vivido tanta impudicia desde el poder en Venezuela.

Ellos no representan una estética alternativa, representan a la antiestética de la majestad del poder y de lo que debe ser la grandeza de alma que guíe el espíritu del buen gobernante para entrar con buen pie en la historia.
*Las fotos representan una suerte de parte del almanaque visual que debería representar a estos 15 años de oprobio que ha vivido Venezuela: Desde Josmeldy Castillo, la guardia nacional que con el casco torturo a una manifestante, otra joven herida con perdigonazos, Yonder tratando de hablar con maduro, una representante de un concejo comunal rumbo a una directiva, Coromoto Godoy, la flamante embajadora en Trinidad y Tobago desfilando como garota en el carnaval de Trinidad, el saqueo de pollos reciente en el estado Carabobo, muestran una síntesis iconográfica de la indignidad del poder en estos años y así mil más. Perdonen lo extenso.

(https://www.facebook.com/nicfebres/posts/10205850261196457)

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