lunes, 11 de enero de 2016

"... TE PEDÍ TU APOYO Y NO ME LO DISTE"


De las partículas elementales
Luis Barragán

La semana inicial de sesiones de la novísima Asamblea Nacional, estuvo caracterizada por los frustrados esfuerzos de violencia de los grupos oficialistas. Harto demostrada su eficacia, el discurso agresivo del poder establecido, potenciado por el ambiente generalizado que ha creado como un mecanismo de control social, se convierte en la única motivación para asegurar una fidelidad que la sabe frágil.

La derrota electoral que se le antoja inexplicable y hasta injustificada, a pesar de la dramática situación que ha provocado, social y económicamente, halla asidero en el rencor descarado. Neopatrimonialismo aparte, agradecidos por su franqueza, jugándole la espontaneidad un mal momento, el señor Maduro admitió el chantaje, sin que sepamos de algún precedente – en el denostado pasado remoto -  tan exacto como aplaudido: “Yo quería construir 500 mil viviendas el próximo año. Yo, ahorita, lo estoy dudado. Pero no es porque no pueda construirlo. Yo puedo construirlo, pero te pedí tu apoyo y no me lo diste” (https://www.youtube.com/watch?v=BmsQm05-Zto).

Lo peor es que, pródigo en insultos y amenazas, como el resto de los elencos del poder, al mismo tiempo habla de amor, paz, solidaridad, justicia, y que – por cierto – nos recuerda una vieja ilustración de Alonso para el extinto diario Economía Hoy (Caracas, 20/01/1993). Todo un cuadro clínico que pretende darle carta de legitimidad al cinismo, esperando resignación y retribución de las víctimas que se ciudadanizan en la medida que actualizan y apelan a las razones éticas y morales que las mantienen en pie.

Elencos que, en buena parte, juran provenir de una remota militancia de caros ideales políticos que la realidad del poder ha sincerado atentando contra la verdad, la cual no se puede fraccionar como lo sentenció el polémico Michel Houellebecq, en una de sus más conocidas novelas. Incansable, la maquinaria propagandística y publicitaria los está devorando hasta perder la noción de una existencia que no se explica sin los privilegios del poder.

Detrás de los grupos violentos que, seguramente, continuarán en su empeño de sabotaje de las sesiones legislativas (hemiciclo afuera, hemiciclo adentro), está la promesa de una guerra civil que miran como el único camino para dirimir nuestras diferencias, presumiéndose aventajados por la protección gubernamental para estimularla y quién sabe si adelantarla, ignorando o diciendo ignorar que la padecerán al igual que sus hijos y nietos por una veleidad política. Veleidad que esconde una incapacidad real para el ejercicio de la dirección del Estado, la cual exige sólidas y limpias convicciones, como habilidades que no se adquieren en la botica de turno, por decir lo menos.

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