Del estado de decepción
Luis Barragán
Todas las emergencias padecidas en más de década y media, irrefutablemente se deben a un régimen que, por siempre,intentó e intenta evadir sus responsabilidades. En cada una de ellas, además de inculpar a una oposición que no ha sido ni es gobierno, promete una solución estructural, la que jamás ha dispensado ni como propuesta digna de discutir.
La crisis económica ya definitivamente agravada, advertida con sobradísima anticipación por todo el país, es uno de los numerosos ejemplos. Lejos de asumirla con el tino, la franqueza y el sentido de responsabilidad a los que les obliga la – por cierto – exclusivísima dirección ejercida sobre el Estado, recientemente trastocada por el resultado de los comicios parlamentarios que se niegan no sólo a aceptar, sino a comprender, reinciden en el mal hábito de fugarse de una calamitosa realidad que sigue su curso insobornable.
Por suerte de un Estado de Excepción que invocan, mediante el decreto que simula toda una habilitación presidencial, tendrían un plazo de sesenta días para probar con el milagro. Vale decir, en dos meses, pretenden hacer lo que, simplemente, no hicieron en diecisiete años, con un proyecto dizque encaminado a la economía productiva, muy apenas conocido y menos debatido por las propias organizaciones que respaldan – así, ciegamente – al señor Maduro.
Agudizado hasta la vastedad, el problema económico cuenta con un recurso extraordinario únicamente orientado al restablecimiento de la normalidad y, no por azar, los estados de excepción tienen por finalidad proteger a la propia Constitución y a la constitucionalidad. Significa que, a la vez de corregir inmediatamente todo aquello que produjo la evidentísima escasez y desabastecimiento de los insumos y servicios básicos, las instituciones recobran – porque los órganos del Poder Público no cesan en sus funciones – las oportunidades para exigir, definir, aplicar y evaluar las políticas públicas más adecuadas, incluyendo la rectificación y reorientación del modelo económico en curso: habrá tiempo para que revelen todas y cada unas de sus intenciones, más allá de subir crónicamente el precio de la gasolina para aliviar la voracidad fiscal del gobierno.
El señor Maduro, en el consabido mensaje que improvisó por ante la Asamblea Nacional, según el canon, nuevamente subestimó y despreció a la población que lo ha sufrido, sumando a los seguidores que padecen un estado dramático de decepción por el revolucionario que, valga la coletilla, ahora es que descubre un poco lo que quiere decir “cosificación” y adjetivará – por consiguiente – cualquier pretexto que invente por sus sonoros fracasos. Asombro aparte, porque todos o casi todos los que han impulsado una revolución en la historia pueden calificársele de mil maneras, menos que fuesen iletrados, ni siquiera reporta alguna motivación, alguna esperanza, algún átomo de optimismo que hasta la peor literatura de auto-ayuda presta, aún sin contraprestación alguna.
Fuentes:
http://www.entornointeligente.com/articulo/7716656/VENEZUELA-Del-estado-de-decepcion
Fotografías: Una, tomada de http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/ciudad/parroquias/consulte-los-numeros-de-emergencia-en-todo-el-pais.aspx ; y, la otra, una graciosa curiosidad que habla de un natural instinto publicitario de su diseñador, orbitado - viralmente - en Facebook apenas concluido el acto en la Asamblea Nacional (mensaje presidencial).
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