¿Elecciones auténticas en Venezuela?
Luis Barragán
Toda democracia se afianza (y autentica) a través de las elecciones auténticas, jerarquizadas como un derecho fundamental y, no por casualidad, el régimen denunció – tiempo atrás - el Pacto de San José que también así lo reconoce. .Y sobre la inautenticidad inherente al actual orden de cosas, luego de un inteligente y didáctico prólogo, versan Antonio Canova González, Rosa E. Rodríguez Ortega y Tomás Arias Castillo, en una obra que sistematiza la materia y con un estilo lacónico y eficaz, por cierto, propio del buen litigante: “¿Elecciones auténticas en Venezuela?” Un análisis sobre la imparcialidad, el registro y el sistema automatizado” (Editorial Galipán, Caracas, 2015).
Antaño contribuidos por la antipolítica, el abstencionismo electoral y la desafección política también tuvieron un sentido estratégico para el otrora poder emergente que hizo de los comicios un instrumento generador de la desconfianza generalizada, asegurándolos para sí mediante el organismo electoral, la tecnología y la sobrerrepresentación. Paradójica afirmación, la vocación plebiscitaria del régimen se afincó en el discurso populista y las realizaciones prebendarias que atrajo y tuvo un soporte mínimo y considerable de votantes frente al desestímulo de las mayorías cada vez más crecientes que también padecieron el complejo de minorías: hubo confianza exagerada y paciente en el cumplimiento de la promesa clientelar, a la vez que resignada y peligrosa impotencia ante la complejidad de los recursos electrónicos empleados que, sostenemos, expresó un aspecto importante de la guerra psicológica emprendida desde las más altas esferas del Estado.
Para el 6-D ya era imposible el más modesto gesto apático, evasivo o huidizo, sumergidos en una crisis nacional que se adueñó – sencillamente – de nuestros hogares, por lo que no valió el artilugio tecnológico, como las restantes herramientas políticas, propagandísticas y logísticas gubernamentales para revertir un resultado que, además, sospechamos, fue superior para la oposición democrática. Así, corroborando que los “electores no pasan súbitamente de ser abstencionistas consistentes a votantes asiduos” (89), a pesar de las incontables maniobras y amenazas oficialistas, la masiva asistencia de los descontentos y – su otra expresión - la cautelosa inhibición de los adeptos, beneficiarios de algún dispositivo clientelar, traducen no pocos y todavía insuficientes años de lucha, principalmente sintetizados por el testimonio de movilización y determinación que arrojó el difícil despertar de los consabidos hechos de 2014. Empero, aunque el reciente triunfo opositor promete otros más sorprendentes aún, prevalecen las condiciones que convirtieron nuestros comicios entre semicompetitivos o nada competitivos.
Comprobamos la confidencialidad del sufragio sobre la cual todavía pesa el mito interesado de su fragilidad, aunque sobreviven los otros factores que pudimos superar en diciembre próximo pasado, como la mediatización del ente comicial, el registro electoral y la automatización no transparente. Esta vez falló la correlación de las irregularidades que deriva del anormal crecimiento del registro, la irregular emisión de los documentos de identidad, las forzadas migraciones, la reaparición de los abstencionistas crónicos, el dudoso proceso de naturalizaciones o las oscuras transmisiones de datos (62, 96), impidiendo una auditoría verdadera (73).
La conversión innecesaria del Consejo Nacional Electoral (CNE) que – antes – cumplió convincentemente sus tareas (26 ss.), como también ocurrió con el Ministerio Público y la Contraloría General de la República, en un órgano del Poder Público, por ironía restó el equilibrio de los controles, pesos y contrapesos, que alguna vez expuso. De modo que, en principio, a la novísima Asamblea Nacional le corresponde reformar la Ley Orgánica de los Procesos Electorales e, incluso, asegurar la independencia del organismo comicial al revisar la composición de su rectorado.
Será posible con el decidido concurso de la sociedad civil y, específicamente, de la academia que ha participado activamente en el esfuerzo de desenmascaramiento de las trampas y triquiñuelas de la más alta sofisticación tecnológica (71). Importa la multiplicación y especialización de sendas organizaciones no gubernamentales que, a nivel nacional, regional y local, profundicen la lucha a favor de las elecciones auténticas, investiguen y contribuyan a su mejoramiento y, en definitiva, cuales escuelas de ciudadanía, retransmitan las experiencias conquistadas a las sucesivas generaciones, asociadas igualmente a los departamentos correspondientes de los partidos y gremios de toda índole.
Valga la sátira, la ya conocida impugnación de los tres parlamentarios del estado Amazonas por motivos que nos remiten a las inveteradas prácticas gubernamentales, si bien no afecta la correlación de fuerzas asamblearia, asoma cuán temeraria se harán las futuras actuaciones oficialistas con la ayuda del Consejo Nacional Electoral y del Tribunal Supremo de Justicia. Los victimarios trastocados en víctimas, repetirán el papel con el mismo descaro del opresor que trata de imputarle a la oposición los muertos de 2002 y 2014.
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