No somos ni presumimos de
expertos en cine, pero muchachos – del siglo pasado, por cierto – descubrimos una
vez a Ettore Scola en uno de esos tantos ciclos que la Cinemateca Nacional
organizaba, a bajos precios y en un ambiente seguridad que el sector de Bellas
Artes, hoy, no tiene ni la más remota de las sospechas. La mejor fórmula para disfrutar del cine es,
sencillamente, viéndolo. Co el tiempo, se es un poco más que veedor. Por
supuesto, ignoraba, como sigue ocurriendo, toda la riqueza de una reflexión que
lo convierte en un recurso indispensable aún en los mentados tiempos de la sociedad
digital. Recordamos dos cosas: por una parte, el manejo de la cámara. Ese fue
el primer contraste. Hubo algo distinto para nosotros al ver, por ejemplo, “La
noche de Varennes” de 1982 y “Brutos,
feos y malos” de 1976. Algo distinto que, fue nuestra nuestra conclusión,
colocaba el acento en la cámara. “Un día particular” de 1977 o “La familia” de
1987,, después, nos impresionó por su orquestación fílmica, por decirlo de
alguna manera.. “Mario, María y Mario” de 1993, nos gustó muchísimo y quizá más
por la historia que involucraba la militancia política (PCI), si mal no
recordamos. El resto, ya lo olvidamos. Es cuestión de hallar tiempo, en esta
vorágine incansable de tareas y preocupaciones, muy común – además – en el
tormento de una crisis que no da tregua.
La otra cosa es que suscribimos,
otro día, un texto para el desaparecido diario Economía Hoy, llamado algo así
como La videodignidad constituyente y utilizamos como epígrafe algo que dijo
Scola, tomado de un sitio seguramente hoy desaparecido. Un amigo, experto
constitucionalista, inmediatamente nos comentó que la observación era válida
sobre la Asamblea Nacional Constituyente de entonces: #pero, ¡qué bolas!, te
jodió el artículo la cita de un cineasta, ¡qué bolas tienes tú!”. Fue lo que
nos dijo.
Paz a sus restos (nos referimos a
Scola, quizá a EH, aunque por fortuna nuestro amigo sigue vivito y coleando)
LB
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