Luis Barragán
La instalación de la novísima
Asamblea Nacional fue recibida con un profundo respiro de alivio por todo el
país, aunque se sabe como uno de los más
difíciles episodios que faltan por vivir. Podemos hablar de la
cínica postura de la bancada oficialista que creyó amedrentar a la oposición
democrática con su agresiva conducta hasta abandonar la cámara o de la
edificante sencillez de un acto republicano que extrañábamos, con la sobriedad
y brevedad de la juramentación de su directiva. Sin embargo, brevemente
deseamos invocar una feliz circunstancia: el regreso de María Corina Machado a
la sede legislativa, por la puerta principal.
Y es que al entrar con ella a
palacio y, luego, al hemiciclo, fue inevitable recordar no sólo los días muy
duros de las sesiones en las que fue centro de ataque – incluso – físico de las
fuerzas gubernamentales, sino de aquella vez en la que fue
inconstitucionalmente destituida, asustando a no pocos colegas de la bancada.
Para más señas, injustamente inhabilitada.
Vez en la que se le impidió el
acceso a todas las instalaciones parlamentarias, militarizado
el centro histórico caraqueño y contaminado de sendas barreras que lo
caracterizaron por largos meses, cada vez que abría sus puertas el Capitolio
afectando al resto de los ciudadanos. Un día en el que detuvieron la marcha que
salió de Chacaito para que no llegase a la esquina de San Francisco y, aunque
ella lo logró en la de Pajaritos,
tampoco pudo acceder a su espacio natural de trabajo, rodeada y agredida por
los colectivos armados.
El 5 entramos al hemiciclo con la
emoción de un momento histórico, luego de la contundente derrota propinada al
gobierno en las recientes elecciones a las que tanto contribuyó María
Corina, por cierto, no de ahora, sino
por todos estos años de un cívico y sostenido combate. Fue inevitable recordar aquellos instantes de
amargura y, a la vez, sin heridas en el alma, empinarse con optimismo para
transitar plenamente la promesa del cambio histórico que se hará realidad.
Nos impresionó el recibimiento de
los trabajadores del parlamento, saludada con el cariño que se gana día a día.
Transitándolo, todavía se siente el eco de sus corajudos discursos en un
hemiciclo que aplaudió su regreso.
Fuentes:
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