domingo, 19 de enero de 2020

LOS CRESPOS HECHOS

Érase el parlamento postrero de Pérez Jiménez
Guido Sosola

Triunfante en las elecciones constituyentes de diciembre próximo pasado, por abril de 1953 ya tenía Marcos Pérez Jiménez conformado todo el Congreso Nacional que requería. La colaboración más destacada fue la de  Laureano Vallenilla Planchart, quien logró incorporar a aquellos elencos con los cuales el militar nunca tuvo tiempo de conocer y, menos, de cultivar una amistad que le negaban al esposo de una Chalbaud. 

Por supuesto, senadores y diputados promediaron un buen nivel de competencia y eficacia, conectados desde la curul con los intereses del largo gobierno provisional.  Se limitaban a tramitar las autorizaciones de ley, sin ejercer control, y de sancionar leyes de alta factura técnica, como lo denotan los diarios de debates de entonces, pero nunca pisaban el terreno de la polémica política que fue la culpable del asalto al Congreso de 1848, como refería siempre el general Giuseppe Monagas al general Juan Vicente Gómez, tendiendo un puente entre  la casa de Las Monjas y la de Miraflores.

Cinco años después, inventándose el plebiscito que ganó, como la constituyente, Pérez Jiménez debía renovar el Congreso para el ejercicio 1958-1963 y, antes de su caída, ya tenía lista cada cámara con sus suplentes, así como todas las concejalías y asambleas legislativas del país. La prensa de la época está llena de nombres que, incluso, fracasaron en sus “candidaturas”  y  que ahora sorprenderían a más de uno.

Ese parlamento del hijo de Michelena no era tal, por su subordinación, miedo y dependencia con Miraflores, amén de los negocios que enjugaron buena parte de sus integrantes, pero el único requisito que les exigía, además de la lealtad convenida, fueron las credenciales: unos, académicos; otros, empresarios. Es obvio el contraste con el presente, pues, encadenados a la avenida Urdaneta,  los oficialistas buscan y pretenden sobrevivir bajo un contrato de adhesión, esperando de los demás algo semejante: con elecciones amañadas, en 2020, pretenden resolver un Poder Legislativo trapichero que no se compadece con el de los ’50.

Muchísimos se quedaron con los crespos hechos hacia 1958, muy después, olvidados, incorporados a la vida del país turbulento de los ’60. A otros les ocurrirá lo mismo hacia 2020, incluso, en la acera opositora.

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