jueves, 2 de enero de 2020

AVISOS

1.- LA RELIGIÓN, Caracas, 1901: La edición del viernes 22 de febrero de 1901, trae un curioso anuncio o aviso, aunque no precisa la dirección del local en Caracas, ni en La Guaira. Nos hace suponer que el negocio de los hermanos Volcan era muy conocido, siendo importante definir y avalar la encargaduría del señor Jesús L. Carrizalez, pues, quizá hubo problemas o confusión en torno a la clientela litoralense.

Luce obvia la atención que concita un venezolanismo o lo que a la postre se convirtió en tal, como es el término "guarandinga". Un comodín de origen centenario, muy frecuente cuatro o cinco décadas atrás, ajeno a las nuevas generaciones, se refiere a cosas de escaso valor, incluyendo  personas,  animales y situaciones. En las redes, se observa como posible origen las expresiones "guaro" (loro o perico), o "warandol", una tela empleada para cortinas y manteles (https://diccionariovenezolano.com/guarandinga).  Se nos antoja que la palabra tiene otra connotación: la del enredo o la complejidad de un asunto que puede causar perplejidad. El empleo de la mayúscula en el aviso, "Guarandinga", da una idea de  cosas de valor o de algún valor, a  lo mejor complementarias en lo que fue el arte de fumar pipas.

¿"Vales al portador" en todos (SIC) sus cajetillas a pagar en "DINERO EFECTIVO"? Está de más aclarar que no había transferencias electrónicas, aunque su más cercano equivalente sería la letra de cambio, descartando el trueque. Acotemos, vaya nombre para la tabaquería ("La Realidad"), en contraste con "Tú Quincallita" de La (SIC) Cruz Verde a Santa Teresa.

2.- LA RELIGIÓN, Caracas, 1915: El tercer día de febrero de 1915, con un nombre ambicioso, el restaurant subraya cuatro características que seguramente lo hicieron competitivo: esmero, aseo, atención y comodidad, en el corazón de la ciudad capital. No da noticias de  los platos, pero muy lo sabe Nicomedes Febres, quien tiene una importante colección de viejos menúes que, esperamos con calma a la publicación, arrojará luces sobre la mesa cotidiana del país de entonces o, mejor, de la Caracas de buen paladar. Y ésto, distante todavía de los beneficios de la renta petrolera.

Suponemos que la "comida a la carta", con sus distintas opciones, diferenciaba el local de otros, quizá las propias pensiones, que abrieron sus puertas con una escasa oferta: la comida del día. Por cierto, menúes convertidos  en la mejor receta para superar el enflaquecimiento que permitía, después de visitar a Navarro, afinar y probar la dentadura.

3.- EL PATRIOTA, Caracas, 1852: Un caso de despido injustificado que no encontró, ni podía encontrar,  por entonces, la jurisdicción especializada y adecuada para una efectiva demanda. Empero, Domingo Salazar, cuida muy bien de aclarar las cosas, porque "raya" al Dr. Fidel Rivas y Rivas, publicando el caso a la espera de unas autoridades que se conduelan o, quién sabe si conocía algún desliz, facturen al empleador.  Más que apelar a la inteligencia de las autoridades, ensaya algo para "los efectos legales", según entendemos, ya que no puede accionar directamente o, al menos, con la garantía, prontitud y eficacia que podría esperar, por lo que apuesta por algun  cuenta pendiente con quienes tienen un mayor poder, si nos permitimos la conjetura.

Lo más importante, deja claro que ha concluido su "responsabilidad como impresor". Así las cosas, lo que salga mal o regular de la  imprenta, no debe afectar su reputación.

4.- AMERICANO, Caracas, 1856: Alguna circunstancia fortuita, impidió la edición de días atrás del semanario. Ess circuntancia fue felizmente allanada, un término que no tiene la preocupante sigificación de los días que corren.  No eran precisamente felices los tiempos del monagato para  el ejercicio del libre periodismo.

Una persona con impedimento físico, busca a otra - por supuesto, inteligente y honrada - para cobrar unos reales que le deben. "Miti-miti" de lograr cobrarlos, con la deducción de los costos que ha de incluir el pago del aviso. Quizá por un favor personal o de amistad, en la imprenta se darán las señas del acreedor, o quizá porque la publicación el aviso incluye el servicio de revelación personal de la dirección de la persona interesada.

No sabemos si está implícita la exigencia de algo más que inteligencia y honradez, pues, sin  que pueda hacerlo por sí mismo, dada la limitación referida, bien valoraría el auxilio de un hábil espadachín o de algún "enchufado" o "palanqueado" que le pusiera celeridad al caso.

5.- EL INDEPENDIENTE, Caracas, 1862: Ha mejorado el servicio del Ferrocarril del Este que lo prestará aún en Domingo de Resurrección. Un dato importante: con música.  Además, obviamente, en vivo. No sabemos si, ocurriendo en los medios públicos de transporte, los había "coleados", con su guitarra a cuestan atreviéndose al precursor "rapeo". Por cierto, considrablemente escasos  hoy por el hacinamiento de los usuarios y el riesgo inminente de perder el instrumento, gracias a la amabilidad de un malechor con patente de corso.

Los expertos "ferroviólogos" podrán ilustrarnos sobre el itinerario a cumplir en las afueras de Caracas que, por entonces, no sospechaba lo cercano que se haría el este a la vuelta de un siglo. Quizá el Sr. Duprat aprovechó de dar una vueltica por esos lares, antes de ausentarse del país. Algún secuestrador de ofico, en los días que corren, hubiese visto con interés el aviso.

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