jueves, 9 de enero de 2020

CUADERNO DE BITÁCORA

Ahora nos enteramos de la existencia de este libro y sentimos una gran curiosidad por la versión de los acontecimientos de Carol Prunhuber, quien tiene por ventaja el dominio de la palabra. Lo buscaremos. Por cierto, la autora trae a colación una época y una breve anécdota.
Algo hoy insospechado, los ´80 del ´XX cuentan con la existencia y la generosa publicidad de dos grupos poéticos: Tráfico y Guaire. Fue inevitable leer a unos y a otros, de vez en cuando, sin mayores afanes. Estuvimos familiarizados con algunos nombres, gracias a la prensa. Por esos años, el Papel Literario de El Nacional también reportaba a Carol Prunhuber Meses atrás, consultando unas viejas ediciones, nos reencontramos con el ejemplar de unos versos que fotografiamos, ahora traspapelados en el disco duro, como el recorte físico que por añales guardamos en el archivo. Aunque la línea de investigación es otra, referida a la historia parlamentaria, nos llenó de nostalgia por el ambiente de una época cada vez más remota. No lo recordamos con exactitud, pero la idea era algo así como el oír (¿o no oír?) tus pasos subiendo las escaleras, sabiendo que estás en el umbral. Lo cierto es que transmitía una sensación de incertidumbre, de vacilación, de inseguridad.
¿La anécdota? Tiempos de militancia contestataria en un partido de estatus, nos encargaron un documento de disidencia interna, olvidando completamente el motivo. No tuvimos otra ocurrencia que la de encabezarlo con estos versos de Prunhuber. El texto de circulación limitada entre muchachos que decían monopolizar la verdad y la pureza moral (los días del documento de Puebla que tanto entusiasmo levantó en el grupo), tuvo dos problemas: quien pasó nuestros apuntes a máquina, colocó “Prunshuber” y así salió en el stencil; además, otra persona, por entonces, en “viejo” de cuarenta años, al leer lo versos, en una pequeña discusión de las varias farragosas alrededor de un café (no fue en el Castellino de Plaza Venezuela, seguro que no), aseguró haberlos visto en El Nacional, pero que correspondían a una poesía intimista, personal, que nada abonaba a un documento político. Y tan farragosa fue la discusión que alegábamos que lo importante consistía en transmitir nuestro estado de ánimo, así tomásemos el poema de aquélla célebre ¿antología? de Luis Edgardo Ramírez, mientras que el cuarentón en cuestión citaba de memoria versos de un firme compromiso político.
¿Qué de cosas, no? El cuarentón en cuestión ya murió, por lo que no pudo ver que la versificadora de la intimidad resultó, a juzgar por la sola portaa del libro, comprometida firmemente por la causa de la libertad que es decir, comprometida políticamente, a la vez que otros de su generación prefiere escribir el intimismo para evitar problemaas, en contraste con sus alborotos de juventud ...

Fuente:
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10217893699348704&set=a.10217746132539626&type=3&theater

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