jueves, 12 de noviembre de 2015

ESCALONAMIENTO, NO ESCALADA

EL NACIONAL - VIERNES 03 DE AGOSTO DE 2007    OPINIÓN/14
Petróleo con "p" de populismo
Luis Pedro España
 
Sólo docena y media de países pueden aumentar sus ingresos sin aumentar su productividad. Sea un privilegio o una maldición, lo cierto es que nuestro nivel de vida material puede no depender de nosotros mismos, sino de los caprichos de las variables que determinan el precio del petróleo. La distancia entre trabajo e ingreso en Venezuela puede llegar a niveles de disparidad insospechadamente increíbles así como de impredecibles. Un día podemos amanecer pobres, en la más absoluta indigencia, tras haber sido los petulantes ricos del continente.
Imaginemos sólo por un momento que la humanidad descubre una fuente de energía distinta a la fósil y, como ocurrió con la tracción de sangre y más tarde con el carbón, la gasolina deje de alimentar los vehículos del progreso. Lo que sería el gran salto de la humanidad se convertiría en nuestra más horrible pesadilla hecha realidad.
Pero nuestro Apocalipsis post petrolero aún parece lejano.
Los pronósticos se anuncian alentadores.
Mercados crecientes con la voracidad del consumo capitalista en India y China, junto al rezago de inversiones en todas las fases del negocio y el renacimiento del interés de los países propietarios del crudo, vaticinan precios sólidos y crecientes para el futuro. ¿Pero qué tan confiables son tales pronósticos? ¿Puede alguien prever una caída o una estabilización de los precios? ¿Será el infinito el techo del precio del barril? La incertidumbre que se cierne sobre las respuestas a cada una de estas preguntas es tan alta, por la cantidad de variables que intervienen como determinantes, que a tiempos puede resultar ocioso tratar de pronosticar lo impredecible.
Es por ello que para nosotros quizás resulte más pertinente tratar de saber cómo lidiar con los problemas que se derivan de nuestra condición de país petrolero, antes que predecir su final. Primero debemos responder sobre cómo librarnos (o reducir) nuestra dependencia del ingreso petrolero y mitigar los contra-incentivos que provienen de una distribución del ingreso que no se corresponde con el nivel de productividad de los factores (capital o trabajo).
En segundo lugar, cómo hacer para regular el poder económico del Estado para que su alto grado de autonomía económica respecto a la sociedad venezolana no haga de algún gobierno de turno un verdadero tirano, envuelto en leguleyismos, como es el caso del gobierno que nos ha tocado en turno. El país lleva años tratando de sortear estas dos preguntas. Ellas adquieren importancia casi vital cuando los niveles de renta petrolera alcanzan niveles astronómicos como los conocidos en 1975 o los del presente. En los setenta se inventó la "Gran Venezuela" y se adquirieron compromisos sobre la base de un precio del barril que llegaría a los 100 dólares. Hoy es el "proyecto bolivariano" y su aparente necesidad de que el precio del petróleo tienda al infinito. Ayer despertamos de la borrachera rentista con el Viernes Negro, los estallidos sociales y los golpes de Estado, mañana ¿cómo amaneceremos? A la fecha se han presentado dos alternativas, o arreglos institucionales, para nuestra condición económica excepcional.
Una que podíamos calificar de liberal y otra que, a falta de mejor definición, llamaré social y democrática. La primera (disculpen sus autores mi resumen) consiste en privatizar la renta petrolera antes de que llegue a las manos del Estado.
Entregarla a todos los ciudadanos, en forma de asignación directa y (por carecer de criterio) en partes iguales. Tal principio de distribución sólo desarma al Estado, fortalece más al que ya lo es dentro de la sociedad e impide que el ingreso excepcional forme parte de las políticas públicas y su posibilidad de cambiar la situación presente.
La otra alternativa (disculpe el lector mi obvia inclinación) es destinarla fundamentalmente a generar bienes de salud, educación e infraestructura básica de acumulación, como destinos a los cuales los venezolanos se pueden aprovechar para incrementar sus capacidades productivas y, por lo tanto, estar mejor preparados para cuando la dependencia petrolera sea menor o ya no sea posible. Entre las dos cabe una tercera. La del presente, la que no proyecta hacia el futuro, la que supone que los venezolanos debemos vivir hasta donde nos alcance la cobija petrolera, o los restos de lo que de ella deje la voracidad del Estado. La que desconfía de la sociedad y pretende estatizarlo todo.
La que se sirve del petróleo para esclavizar a los venezolanos y no para liberarlos como alguna vez fue el sueño de todas las ideologías del pasado. Esta tercera es la demagógica, la insensata, la discrecional y corrupta, la que todo lo controla, la que considera que el petróleo es del señor Presidente, la que semanalmente ofrece lo insostenible, la que sólo pretende aplausos y vítores. Esta tercera vía se escribe con "p" de populismo, de podredumbre y de pobreza.

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