Orfandad editorial
Luis Barragán
Variadas son las razones para
asegurar la supervivencia del libro impreso, por lo menos, en la década
venidera. La industria editorial y su desarrollo, persiste como indicador de
los países que, al parecer, inevitable etapa, ejemplifican la sociedad de la información
y del conocimiento estratégico con las consecuencias ya sabidas.
Exactamente, hay industria
editorial cuando alcanza una diversificación tal que habla de la vigencia de
las libertades indispensables del pensamiento y expresión. Además de distinguir
entre la literatura de divulgación y la especializada, tiende a satisfacer mediana
o plenamente el mercado en sus múltiples ámbitos de especialización (ficción, política,
escolar, arte, gastronomía, infantil,
musical, recreativo, universitario, historietas, militar, deportivo, etc.), incluyendo una poderosa rama
de imitación, falsificación o adulteración que ha de perseguir el Estado por
las responsabilidades punitivas que universalmente les son reconocidas,
interesado inicialmente en materia tributaria.
Argumento en contrario, la
pobreza editorial nos remite a varias circunstancias como la obviamente escasa
producción de impresos y su ineficaz comercialización, el monopolio ejercido
por un gobierno desconocedor de la pluralidad social y política, el sagaz crecimiento
de la piratería que incursiona en un mercado delictivo (incluso, junto a la
droga, el licor, el medicamento, el
tráfico de órganos humanos, o afines de ya cierta complejidad gerencial). Por supuesto, el apocamiento o la nulidad de
las importaciones físicas insustituibles, por cierto, agravada la dificultad de adquisición a través
de los encarecidos o censurados medios digitales.
Parecido a lo que se conoce en la
criminología clásica como la cifra negra
de la delincuencia, poco o nada se sabe en Venezuela de la situación editorial,
aunque se filtran algunas noticias sobre la poca o ninguna prioridad que tiene
en la asignación de divisas, la preponderancia gubernamental, el atraso
tecnológico o, fácilmente constatable, la desaparición de las otrora editoriales
independientes y la quiebra recurrente de librerías de una respetable
tradición. Los empresarios del ramo, agremiados o no, opinan muy esporádica y
cautelosamente cuando ya lucen insalvables sus condiciones, la demanda alerta
sobre el texto único escolar también de interesado contenido y poca calidad
material, convirtiéndose la denuncia en un riesgo considerable: intransitable,
la comisión parlamentaria relacionada evade
o niega cualesquiera planteamientos directos o indirectos, añadida la protección
de los derechos de autor, como ha ocurrido en la Comisión Permanente de Cultura
de la Asamblea Nacional.
En días pasados, atendimos la
cordial invitación al ensayo de una banda que cultiva el rock anglosajón de
principios y mediados de la década de los sesenta del XX, y nos llamó
poderosamente la atención que, a la entrada del estudio, hubiese dos pesados
tomos de partituras y letras afamadas por The
Beatles. Uno de ellos, cuidadosa y vistosamente manufacturado, poblado de
notas musicales, pesado y estupendamente
impreso, suscitó la reflexión.
Por más desarrollo que festejemos
de la red de redes, se nos dijo, no es posible hallar gratuitamente siquiera la mitad de las
partituras con la fidelidad de sus matices. El mercado interactivo las oferta
física y digitalmente a un precio acaso risible en otros países, mas en el
nuestro definitivamente prohibitivo, sin considerar el gasto de envío o, de
contar con la suerte de un generoso viajero, el caprichoso decomiso de la
aduana o el sobrepeso del equipaje.
Nuestros músicos cuenta cada vez
más, con menores posibilidades de acceder a las partituras necesarias, sumadas
las más complejas para el género académico, provocando un tráfico inmensurable
de piezas fotocopiadas o de escaneo que, valga la acotación, los amigos del
aludido estudio de grabación, no suelen expedir evitándose así el progresivo deterioro
de sus preciados ejemplares. Por lo menos, antes, cuando - en los decenios
inaugurales del siglo pasado – los magazines del hogar atrapaban la atención de
las señoritas que las distinguía el estratégico aprendizaje del piano en casa,
perfeccionando una candidatura para el buen matrimonio, circulaban sendas
partituras de la canción de moda, asomando un nicho editorial que, en las
postrimerías de la centuria, definitivamente había desaparecido.
Un libro de pasatiempos, como
todavía lo notamos en las zonas de tránsito aéreo o terrestre de transportación
pública, por el elevado costo del papel y la tinta, parece más una posibilidad
obstinada ante las que obsequiosamente abre la telefonía móvil o las tabletas
que, también divisas por delante, restarán más en el espontáneo paisaje humano
del patio. De fácil adivinación, hay mercado para la historia y la práctica
deportivas, mediante la precisa añoranza de un cronista o el manual de un
experto que versa sobre las destrezas ocultas de un juego, pero – como en otros
campos – la ventana se reduce extraordinariamente y, hasta nuevo aviso, la
infopista principalmente promete una experiencia
meramente audiovisual: el kindle, masivo y abaratado en otros lugares, faltando
poco, es una herramienta altamente cotizada en el mundo hamponil, como puede
ocurrir con todo aparato – aún de disimulado diseño – que conceda una
transmisión interneteana
Pasamos de la cultura oral a la
digital y, aunque ya dudemos de ésta gracias a la enorme brecha social que nos
aqueja, lo cierto es que, pareciendo una deliberada y compartida orientación,
no hemos realizado la escrita. Coletilla inevitable, las empobrecidas
bibliotecas públicas sospechan del préstamo circulante, por lo que la orfandad
editorial luce como un objetivo programático del país, urgido de revertir.
Fotografía: LB, Caracas, 06/02/2015.
Reproducción: Élite, Caracas, nr. 597 del 20/02/1937.
Fuente: http://letralia.com/articulos-y-reportajes/2015/08/13/orfandad-editorial/#.VeMHYn2Im0A
Fuente: http://letralia.com/articulos-y-reportajes/2015/08/13/orfandad-editorial/#.VeMHYn2Im0A
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