Consecuencialismo
Luis Barragán
Quince y más años atrás, hubiese reído cualquier persona a quien le pronosticaran la actual censura de prensa, el descarnado desabastecimiento, la feroz persecución de los opositores, la insólita cifra de los homicidios anuales. Obviamente, por graves y numerosos que fuesen los viejos problemas, había libertad de información, los anaqueles ofertaban las múltiples marcas de un mismo producto, las denuncias resonaban desde el parlamento y cualquier asesinato todavía era una noticia de hondo impacto.
Además, macerado por el tiempo, el régimen actual demuestra que se puede mentir descaradamente, a pesar de las evidencias. Llama entreguistas y vendepatrias a otros, dice guerra económica o la inseguridad como un mero sentimiento, mientras tributa a la dictadura cubana y ruega por los empréstitos chinos, genera un elevado costo de la vida castigando a todo el que ose protestar por las inmensas colas que no garantizan tampoco el acceso a los insumos básicos, no cuida de la integridad personal de nadie, excepto sea un alto burócrata visible y persuasivamente custodiado.
En sus orígenes, abanderándose de las ideas que mejor gravitaban al país, el régimen se dijo portador de los principios éticos y políticos que hoy ha hecho el milagro de desfigurar. Y es que, para el oficialismo, el único criterio que le parece válido es, simulando esos principios, el llamado consecuencialismo.
La literatura especializada versa sobre la importancia secudandaria de la ética para el logro de los fines políticos propuestos, por lo que – escindidas la ética y la política – lo crucial son los hechos de la propia e íntima dinámica gubernamental. Vale decir, pueden acusar a los demás de golpistas, aplaudiendo las intentonas de 1992, y, sin exhibir prueba alguna, perseguir ferozmente a opositores y disidentes, rasgando las vestiduras por la represión de los años sesenta del XX, mas – despreciando toda autoridad moral – lo determinante es sobrevivir en el poder, provocando una consecuencia tras otra que, además de perjudicar al país, habla de las pugnas más silenciosas entre las distintas camarillas del poder establecido.
El denominado juicio consecuencialista reside en la apreciada supervivencia de una camarilla frente a la otra y la (auto) protección con la que pueda contar, en medio del oleaje de las circunstancias. Lo hicieron en nombre del extinto presidente o de la revolución, tratándose ahora de los decididamente maduristas o diosdadistas hasta nuevo aviso, pues, lo determinante es la preservación de los privilegios como consecuencia de sus más abenegados actos y, el último, que apague la luz: la carcajada final.
Fuente:
http://www.diariocontraste.com/consecuencialismo-por-luis-barragan-luisbarraganj/
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