"Todas estas variedades humanas integran la gran colectividad, al paso de Juan; porque hay otros seres, absolutamente iguales en lo exterior, que sólo observan, ordenan o cambian de sitio: los verdaderos dueños del oro o los representantes de éstos. Hay algo en sus gestos (más sinuosos o más rápidos, pero también pueden padecer de una sospechosa quietud) y en sus modales (las manos un poco limpias, la voluptuosidad con que fuman o beben de alguna botella), y hasta en sus ojos (arrogancia, seguridad, indiferencia) que los convierte automáticamente en una sociedad distinta y aislada"
José Balza
("Después Caracas", Monte Ávila Editores, Caracas, 1995: 132 s.)
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