sábado, 29 de abril de 2017

... BUEN DES-OEADOR SERÁ



Del precio de des-oéarse

Luis Barragán

Poco les importa que se requiera de una modificación constitucional y, mucho menos, la implicación de un referéndum consultivo para una decisión tan trascendente. El mandamás lo impuso así, siguiendo la conseja cubana, banalizando las rupturas como hizo su antecesor con Colombia, como si se tratara de ordenar un cigarrillo y un café o, acaso, una cerveza para lidiar con el calor del mes.

La pretendida desafiliación interamericana, cosa que la suponen de la noche a la mañana, no sólo se orienta por el consabido relato de la Cuba de principios de los sesenta del XX, pues – dirán – alguna fundamentación épica ha de tener, sino que evidencia la carencia de unas mínimas habilidades políticas de la canciller que tiene por único talento el de la malacrianza a las puertas de Mercosur, por no mencionar al novel embajador  que no acierta con un desplante original para negar la deuda contraída con la OEA.  Por supuesto, resultaba y todavía les resulta imposible negar la consumación de la dictadura en Venezuela, pero era de esperar también que postergaran tan caprichosa y temeraria decisión, gozando Maduro Moros de un tiempo pequeño, pero considerable, para amagar en el tablero y aliviar las consecuencias que lo delatan como peón de otros intereses internacionales.

Algún día se sabrá de las diligencias realizadas por una cancillería a la que nunca le ha inquietado la pérdida del Esequibo, arrollada por su par guyanés en   los foros que directa o indirectamente atendieron el problema. Además, es legítima la sospecha de una concesión - ojalá solo implícita - del territorio, pues, al fallar el esmerado mecanismo del chantaje petrolero,  el absoluto silencio, el irresponsable manejo exclusivo del problema y la indiferencia ante las advertencias de la oposición, refuerzan tan lamentable presunción contra el gobierno venezolano.

Por cierto, el aislacionismo es propio de toda experiencia totalitaria, excepto se trate de una superpotencia, como ocurrió con la URSS, forzada a una distinta interrelación marcada por los cañones y las ojivas nucleares disponibles. La autarquía luce como una terca aspiración de los regímenes que se afincan en el hambre de una población sumergida en el despotismo, capaz de inventarse algún perol atómico para sobrevivir delictivamente en el concierto internacional.

Aislacionismo que, al extremarse, puede darse la mano con Marine Le Pen, si se le ocurriese ganar, aunque parezca risible, porque apuntaría a la anarquía, al desorden, a la inestabilidad. Elementos propicios, dentro y fuera de Venezuela, para garantizar la supervivencia que desea el miraflorino a cualquier precio, incluso, des-oeándose. 
Ilustración: Juan Vidaurre.

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