Del precio de des-oéarse
Luis Barragán
Poco les importa que se requiera de una modificación constitucional y,
mucho menos, la implicación de un referéndum consultivo para una decisión tan
trascendente. El mandamás lo impuso así, siguiendo la conseja cubana,
banalizando las rupturas como hizo su antecesor con Colombia, como si se
tratara de ordenar un cigarrillo y un café o, acaso, una cerveza para lidiar
con el calor del mes.
La pretendida desafiliación interamericana, cosa que la suponen de la noche
a la mañana, no sólo se orienta por el consabido relato de la Cuba de
principios de los sesenta del XX, pues – dirán – alguna fundamentación épica ha
de tener, sino que evidencia la carencia de unas mínimas habilidades políticas
de la canciller que tiene por único talento el de la malacrianza a las puertas
de Mercosur, por no mencionar al novel embajador que no acierta con un desplante original para
negar la deuda contraída con la OEA. Por
supuesto, resultaba y todavía les resulta imposible negar la consumación de la
dictadura en Venezuela, pero era de esperar también que postergaran tan caprichosa
y temeraria decisión, gozando Maduro Moros de un tiempo pequeño, pero considerable,
para amagar en el tablero y aliviar las consecuencias que lo delatan como peón
de otros intereses internacionales.
Algún día se sabrá de las diligencias realizadas por una cancillería a la que
nunca le ha inquietado la pérdida del Esequibo, arrollada por su par guyanés en
los foros que directa o indirectamente atendieron
el problema. Además, es legítima la sospecha de una concesión - ojalá solo
implícita - del territorio, pues, al fallar el esmerado mecanismo del chantaje
petrolero, el absoluto silencio, el
irresponsable manejo exclusivo del problema y la indiferencia ante las
advertencias de la oposición, refuerzan tan lamentable presunción contra el
gobierno venezolano.
Por cierto, el aislacionismo es propio de toda experiencia totalitaria,
excepto se trate de una superpotencia, como ocurrió con la URSS, forzada a una
distinta interrelación marcada por los cañones y las ojivas nucleares
disponibles. La autarquía luce como una terca aspiración de los regímenes que
se afincan en el hambre de una población sumergida en el despotismo, capaz de
inventarse algún perol atómico para sobrevivir delictivamente en el concierto
internacional.
Aislacionismo que, al extremarse, puede darse la mano con Marine Le Pen, si
se le ocurriese ganar, aunque parezca risible, porque apuntaría a la anarquía,
al desorden, a la inestabilidad. Elementos propicios, dentro y fuera de
Venezuela, para garantizar la supervivencia que desea el miraflorino a
cualquier precio, incluso, des-oeándose.
Ilustración: Juan Vidaurre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario