Hijo de su tiempo
Luis Barragán
Partiendo a una de las pacíficas marchas de protesta, tuvimos ocasión de
conocer a un par de muchachos que también orientaban sus pasos hacia Altamira.
Luego de un brevísimo intercambio de impresiones, continuamos Marìa Efe,
Giovanni y yo al encuentro con Vente Venezuela y Marìa Corina.
De nuevo, las fuerzas represivas abrieron sus fauces contra la ciudadanía
desarmada y, empleando el sempiterno helicóptero, acertaron con algo más que
los proyectiles lacrimógenos. No sabemos cómo pueden dormir los responsables de
tan feroz represión, incluyendo al operador que disparó a quemarropa a un joven
que demandaba libertad y justicia, causándole la muerte: una injusta, prematura
e inaceptable muerte que nos avisa de la guerra civil no declarada, propulsada
por el gobierno contra la población.
Regresando con los miles de inconvenientes en una ciudad deliberadamente
incomunicada, culminando la tarde, por casualidad nos reencontramos con los
muchachos en cuestión, dándole un aventón a uno de ellos. Bastante tímido,
aparentando menos de los veintiún años de edad que dijo tener, respondió poco a
poco nuestras preguntas intercaladas al compartir las impresiones de una feria
de gases tóxicos, enseñoreados por las tanquetas en la autopista, a la que
asistimos.
Tras las gafas que pudo perder en la jornada, mostró una impresionante
claridad en torno a las circunstancias que atravesamos y el deber moral que
tiene de aportar su grano de arena en el esfuerzo común por recobrar la
democracia. Lo valoramos inmensamente porque él, al igual que los amigos con
los que espontáneamente protestan, no tiene compromiso partidista alguno, lleva
un vida ajena a las diarias lides políticas, tiene por afición el baile y está
pronto a dejar la carrera de administración que ha iniciado en un colegio
universitario, ya que – simplemente – no le gusta y busca otras alternativas
para precisar y desarrollar su vocación.
Lamentablemente, carecemos del talento literario para redondear la
conversación que se hizo larga por la inevitable pesadez del tráfico, pero a
Marìa Efe, a Giovanni y a quien suscribe, nos permitió constatar una vez más
que, hijo de su tiempo, no otro que el que le ha tocado, está animado por una
profunda consciencia cívica que lo lleva a contribuir con una lucha también
despiadada. Antes de dejarlo a las puertas del edificio, hizo una rápida
crónica del asedio constante de la Guardia Nacional y de los grupos
paramilitares a una urbanización que, a falta de la formalidad de un toque de
queda, igualmente teme, mas desafía la llamada “operación arrastre” que Miraflores
la prefiere cebada contra los jóvenes más indefensos.
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