Luis Barragán
Poco importaba que no tuviésemos afición alguna o ignorásemos todo lo concerniente al motociclismo, el derecho penal, el boxeo, la ciencia o la danza clásica y contemporánea, porque – de un modo u otro – nos familiarizábamos con nombres como el de Johnny Cecotto, José Rafael Mendoza, Vicente Paúl Rondón, Humberto Fernández-Morán o Sonia Sanoja. Propio de las sociedades temáticamente complejas, compitiendo numerosos actores y las más disímiles vicisitudes en el tablero de la opinión pública, no había arte u oficio que no resplandeciese en todos los ámbitos, por muy ajenos que fuesen.
Días atrás, falleció una venezolana de inmensos aportes: Sonia Sanoja. Al igual que otros magníficos constructores del país que seguiremos siendo, a pesar de los pesares, idos por estos años, sentimos que no hubo el debido reconocimiento a una trayectoria que se agradece. Y el fenómeno ocurre en toda aldea monotemática a la que apuntan las propuestas totalitarias, sobresaturados por falsas o veraces noticias que se reemplazan unas a otras, restándole espacio al pluralismo, clave de toda identidad nacional que adquiera vigor y prestancia.
Muchas veces, descubrimos en el movimiento de un boxeador, siendo el más famoso Cassius Clay, todo un perfomance del esteticismo (in) conscientemente vedado en el gusto personal. Quizá las fotografías artísticas de mejor cotización en el mundo deportivo, obedezcan al pivote congelado del camarero o campo-corto que vira a la primera base para completar un doble-play, con una majestad del gesto demasiado instantáneo; e, incluso, recordamos aquella publicidad de la Gillette que animaba nuestra infancia, desplegándose a cámara lenta el antesalista de los Orioles de Baltimore, Brooks Robinson, con una hazaña del movimiento que, años más tarde, aprendimos un poco a apreciar en la danza, interesándonos inadvertidamente en las versiones coreográficas que una pieza musical suscita.
Quienes nos criamos sabiendo de la fama ineludible de Zandra Rodríguez, descubrimos que hubo una Sonia Sanoja de espléndidas jugarretas, técnicas y audacias que procuraban violentar la ley de la gravedad. No por casualidad, con independencia de sus inclinaciones políticas e ideológicas, subyacía la danza en una literatura que nos enfebreció, como la de Alejo Carpentier.
Para quienes poco o nada sabemos de la materia, rendimos un modesto tributo a la Sonoja que hizo a Sonia en los aires, acentuando el firmamento. Valga acotar, comentándole la triste noticia a una persona amiga, ella sonrió brevemente, recomendándonos buscar y ver las maravillas que un fotógrafo, Alejandro Coutinho, hizo con bailarinas que confirman su sensualidad con la de los escenarios barquisimetanos: las vimos y, así, tomamos prestadas sus postales para homenajear a Sonia Sanoja.
Fotografías: La de Sonia Sanoja, tomada de Google-imagen y las restantes, de Rodolfo Pimentel y Alejandro Coutinho, Facebook. Dos impresiones iniciales: la una, gustándonos la precisión testimonial de Pimentel en principio, hay un "no sé qué" de superiodad técnica en la de Coutinho (quizá el ángulo de captura, calidad de la cámara, etc.); y, la otra, entre los espectadores de la triuna citadina, una muchacha con muletas, parece decir algo más.
Fuente:
Cfr.http://lbarragan.blogspot.com/2017/04/postales-para-sonia-2.html
http://lbarragan.blogspot.com/2017/04/postales-para-sonia-3.html
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