martes, 10 de enero de 2012
EL CATÁLOGO DILUÍDO
EL NACIONAL - Martes 10 de Enero de 2012 Escenas/2
Esto es lo que hay
Artes visuales
El balance
LORENA GONZÁLEZ
U na de las situaciones más complejas que existen en la escritura crítica es tener que asumirla en contextos de grandes fracturas. Para el investigador heredero de otros tiempos, el encuentro con las bases arruinadas, los logros sin asiento y los esfuerzos diluidos reconstruyen una secuencia de dislocadas temperaturas que signan y suelen llevar el ejercicio hacia otros pasajes.
Para explicarlo basta citar algunos episodios y ponerlos en confrontación. Cuando trabajaba en el Museo Alejandro Otero recuerdo un llamado de emergencia que ocurría cada cierto tiempo.
La alarma sucedía cuando Juan Carlos Palenzuela entraba. Alguien lo recibía mientras el teléfono repicaba desde la Dirección de Extensión: "¡Bajen de inmediato con todos los catálogos!".
Corríamos, movidos por el orgullo, el miedo y el honor de tenerlo en nuestras salas.
Le dábamos los libros como pequeñas ofrendas, conversábamos con él, respondíamos sus preguntas.
Hoy en día, cuando hay catálogo, es necesario suplicar. Si uno está cansado de limosnearlo se amarra el orgullo y lo compra, para no pasar una vez más por la preguntita y las caritas de yo no sé, déjame ver, es que tú sabes... Como la mayoría de las veces no existe, entonces hay que convertirse en fotógrafo con la cámara del celular, registrar las piezas y los rótulos porque no hay listas de obras sino para la venta. Hay que tener batería y estar pendiente; luego hay que volver a entrar para recuperar la atmósfera general de la muestra ya lapidada por tanto encuadre y tanta imagen borrosa y tanto ¿se leerá?, aquí no se ve el título, me comí el texto, qué vaina.
Tendría uno que imaginarse lo que escribiría Palenzuela luego de llegar a su estudio con un bolso lleno de postales y papelitos, con el buzón de correo atiborrado de imágenes que no tomó, con textos de presentación con errores e inútiles gacetillas de prensa. Pero hay que adaptarse al contexto y escribir, no queda otra: esto es lo que hay, y para comenzar el año es necesario un balance.
Repetiremos que 2011 fue el año de las grandes individuales. Destaca en primer lugar la exposición Obje- tos movientes de Magdalena Fernández, engranada por tres instituciones que presentaron los capítulos Atmósferas (Centro Cultural Chacao), Estructuras (Periférico Arte Contemporáneo) y Tierras (Galería Faría+Fábregas). Junto con ella resalta Antonio Briceño en los espacios de BODCorp Banca con su muestra 520 renos. Tres jóvenes creadores tuvieron su acertado lugar en Oficina #1: Juan Pablo Garza, Rafael Serrano y Déborah Castillo; no obstante, el espacio que con mayor contundencia enlazó sendas líneas de investigación dentro del arte contemporáneo fue sin duda El Anexo, con las exposiciones de Teresa Mulet, Suwon Lee e Iván Amaya, entre otros.
En los territorios de la historiografía vimos los merecidos homenajes y las recuperaciones inéditas de la Sala Trasnocho Arte Contacto.
La Colección Mercantil juntó invalorables puntos a este logro con su amplia reconsideración sobre la obra de Pedro Ángel González. Entre las colectivas impresionaron los nuevos talentos en De acciones, visiones y reacciones, que exhibió la Galería 39. En los museos nacionales las trayectorias comenzaron a despertar de sus parálisis. Sin embargo, esperamos que en 2012 los esfuerzos se afinen hacia esa necesaria integración estatal que necesitan nuestras artes visuales para no sólo ser lo que un día fueron, sino testimoniar en nuestro acervo lo que son hoy.
Ilustración: Iván Amaya
Etiquetas:
Arte venezolano,
Iván Amaya,
Lorena González I.
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