lunes, 9 de enero de 2012

SÓTANO


EL NACIONAL - Lunes 09 de Enero de 2012 Opinión/6
Libros: George Perec
NELSON RIVERA

La primera y breve sección se titula "La rue Vilin". Aquí Perec utiliza el recurso del diario. En tres o cuatro entradas narra el recorrido por la calle en cuestión: nada menos que la calle donde Perec niño vivía, hasta que la muerte alcanzó a sus padres (el padre murió combatiendo para el Ejército de Francia en 1940, mientras su madre fue asesinada en Auschwitz en 1943). Lo que se reporta, en una lengua meramente descriptiva (como si fuese el informe de una oficina de catastro), es la decrepitud de "la rue Vilin". Su secreto derrumbe.

La austeridad, la paciencia patógena del narrador producen un efecto: en pocas páginas el lector siente el agobio del lugar abandonado, la extrañeza ante la sucesión de viviendas tapiadas. Quiere salir de allí.

Se sale, como quien deja atrás un callejón tenebroso a una avenida concurrida y luminosa. Se inicia la segunda sección del libro, titulada "Doscientos cuarenta y tres postales de colores auténticos". La secuencia es de breves textos, dos o tres líneas que viajeros le envían a sus parientes desde distintos lugares.

Gente que sonríe, sumida en la irrealidad del viaje. Gente que repite lugares comunes, que habla siempre del bronceado y del peso corporal. Gente que escribe lo mínimo, como si sólo lo tópico pudiese dar cuenta de la experiencia de tomar unas vacaciones e ir de viaje. Si el primer capítulo funciona como un reporte de catastro, el segundo parece un documento que exalta la sociedad del bienestar.

"Alrededor de Beauborg", la tercera sección, representa aquí, además del regreso a París, el retorno a las enormes habilidades de George Perec, observador nato de la ciudad orgánica, narrador capaz de acumular tal cantidad de datos por párrafo que el lector termina por sentirse parte de una atmósfera que no es sino un constructo de palabras (narrar la urbe por acumulación debe ser una de las más frecuentes tentaciones narrativas del siglo XX en todas las lenguas; las hay extraordinarias como ciertos mosaicos en Manhattan Transfer de John Dos Passos, en algunas páginas estremecedoras de Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin o en las crónicas berlinesas de Joseph Roth; ante todos estos escritores, creo yo, Perec sigue siendo un escritor incomparable).

No recapitularé aquí las secciones que siguen. De la fascinación que George Perec sentía por las listas, da cuenta un texto llamado "Tentativa de inventario de los alimentos líquidos y sólidos que engullí en el transcurso del año mil novecientos setenta y cuatro". Creo que este largo título lo dice todo. Y también el título del libro, Lo infraordinario (Editorial Impedimenta, España, 2011), que debe ser la más compacta declaración estética que autor alguno haya logrado de su obra, en todo el siglo XX: George Perec o lo infraordinario.

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