Luis Barragán
Por cierto, convertida la libertad venezolana en una causa universal, quizá muy pronto deba vencer grandes escollos, como la supervivencia del llamado chavismo en la oposición. Quizá por ello, opera de antemano una benigna diferencia entre la tendencia de los demócratas que facilitarán la transición y la de los autócratas que la violentarán con su resistencia – incluso – armada, apostando ambas por un definitivo regreso al poder.
Diligenciada la contribución de una corriente disidente y, además, tardíamente disidente del actual oficialismo, en nada modificará el saldo trágico de veinte largos años de dictadura. Además, sugerida una ficción propia del derecho sucesoral, la de la conmoriencia frente a la premoriencia, el reclamo será el de una herencia a la postre fallida, por varios motivos.
Hay una identidad forzada del chavismo que lo exige como legado exclusivo el madurismo, siendo – el uno – expresión cabal de la crisis del modelo rentista, y – el otro – descarado artificio de la dictadura cubana que apuesta por la continuidad del peculiar protectorado ostentado. Pulverizado el propósito y la prédica de la despersonalización de la política y el poder en Venezuela, el barinés logró confiscar todas las manifestaciones convencionales de una izquierda que lo ha tributado hasta el hartazgo, pagando el inevitable costo político.
El asunto no estriba en la suerte del chavismo que, muy a la postre, quedará como una infeliz circunstancia, sino en la de los creyentes y propulsores del marxismo que también juran a Maduro Moros como un insigne realizador del capitalismo. Acotemos, cual Perón en Argentina, la que destruyó impunemente, perviviendo como un movimiento de izquierda y de derecha a la vez, Chávez Frías gravitará por décadas: independientemente del juicio que merezca, la izquierda tendrá que reencontrarse al repudiar la herencia, aunque insista ahora en aceptarla a título de inventario.
Hay quienes hablan de la existencia de sectores mayoritarios o potencialmente mayoritarios que todavía apoyan al chavismo, como si hubiesen sobrevivido a la catástrofe humanitaria que alcanzó completamente a la nación; o le hubiesen dispensado alguna homogeneidad social, pues, forjados por el clientelismo y las prebendas, deliberadamente desclasados, aún los emplea como fuerza de choque, temiéndole al proletariado que destruyó y condenó a los cinturones de miseria. La proximidad de unos comicios libres y transparentes, sólo permitirán un reagrupamiento nostálgico del poder largamente ejercido, hallando cupo minoritario la vieja ilusión propagada, por cierto, la que tardará en diluirse, mientras pueda polarizar, ya que – en todo caso, reconozcámoslo – el chavismo constituyó un fenómeno electoral inherente al masivo y sostenido fraude plebiscitario.
Intentando una cierta objetividad, incursionamos en un concurrido grupo de WhatsApp para preguntar sobre el posible deslinde entre un chavismo auténtico y otro que no lo es, como por la supervivencia del movimiento irremediablemente confundido con el marxismo que ha monopolizado, y solo hubo tres respuestas. Éstas coincidieron en que acabará rindiéndole cuenta a los tribunales, trastocado en un pesado estigma.
La irremediable simplicidad de los opinantes de fácil hábito que acuden a las redes sociales (valga comentar brevemente, caracterizadas por otros como exclusivas redes digitales), no debe impedir la reflexión en torno a un fenómeno que, a la postre, lo explicará el mero y prolongado ejercicio del poder, como otros que el mundo no dejará de parir. Apenas, cinco minutos fuera de Miraflores, desnudo, terciará la conspiración como un oficio irredento.
Fotografía: Tomada de WhatsApp.
No hay comentarios:
Publicar un comentario