jueves, 14 de marzo de 2019

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

CRÓNICA
Historiador inglés, 'Sir' y experto en estrategia militar
Lawrence Freedman: "Dios destaca como estratega con las 10 plagas de Egipto"
Ione Saizar
18/02/2017

Todos tenemos un plan, incluido Donald Trump... El presidente norteamericano se queda milagrosamente fuera del compendio de mil páginas, Estrategia (La Esfera de los Libros), con el que Sir Lawrence Freedman pasa revista a la historia desde los tiempos de David y Goliat al improbable ascenso de Barack Obama.
El profesor del Kings College, considerado mundialmente como el decano de la estrategia, se atreve sin embargo a pasar revista a los últimos acontecimientos bajo su prisma original, con citas a obligadas a Maquiavelo, Sun Tzu y Clausewitz, más el gancho certero de Mike Tyson, muy a cuento para los tiempos que corren.
Freedman, nombrado en su día como historiador oficial de la Guerra de las Malvinas, tuvo también un papel crucial como asesor y luego investigador del comité que examinó el papel del Reino Unido en la guerra de Irak. El campo de batalla es su especialidad, extendida por afinidad a los mundos de la economía y de la política. Aunque es ya difícil pensar en algún campo de la actividad humana que no esté tocado por la varita mágica de la estrategia.
La estrategia es esencialmente un término militar y está inevitablemente asociada a la guerra ¿Hasta qué punto este espíritu bélico se ha trasplantado a mundos como el de la política o la empresa?
    La estrategia surge normalmente en respuesta a un conflicto. Varios actores compiten por un mismo objetivo, y podemos estar hablando de ejércitos, de empresas o de partidos políticos. El concepto se acuña efectivamente en la terminología militar en el siglo XVIII, y a partir de ahí se extiende a otros campos como la política. En el último siglo se ha popularizado sobre el todo en el mundo de los negocios, ligado a la organización y la gestión de empresas.
Díganos un buen y un mal estratega de los negocios...
    Malos estrategas han habido muchos, pero si hubiera que dar un premio colectivo se lo daría los banqueros que nos metieron en la debacle financiera del 2008... Y el gran modelo de estratega sigue siendo para mí Alfred P. Sloan, el presidente de General Motors. Su "estudio organizativo" de 1920 es un texto canónico en la dirección de empresas. El pulso seguro que mantuvo en su competencia con Ford en una apasionante lección de estrategia.
Usted habla del impacto de otro invento militar en el mundo de los negocios, el internet. Se diría que el santo grial de las empresas es encontrar una "estrategia digital"...
    La economía digital es joven, apenas tiene 20 años. Las posibilidades son enormes, pero los riesgos son también muy grandes. La naturaleza disruptiva de Internet y el flujo abrumador de información es un reto enorme para las empresas. Existe el riesgo de tomar decisiones precipitadas y equivocadas. Aunque parezca chocante, el "business as usual" (seguir como hasta ahora) puede ser a veces una perfecta estrategia...
David contra Goliat... Usted nos recuerda en su libro cómo la estrategia ha estado con nosotros desde tiempos bíblicos.
    La Biblia está llena de espléndidos ejemplos de estrategia. Se sigue usando esa metáfora como ejemplo del débil que derrota al fuerte con un golpe de sorpresa y de determinación. Pero hay también un tercer elemento que no podemos olvidar, y es la fe que David tenía en Dios... Por cierto, Dios destaca también como un buen estratega, cuando usa la "escalada gradual" con las 10 plagas, para facilitar la huida de Egipto de los judíos.
Hasta el diablo tiene su estrategia, si hacemos caso a John Milton en 'El paraíso perdido'...
    Milton intenta poner un poco en orden todo el caos del Génesis. Y exculpa hasta cierto punto a Adán y a Eva del pecado original. Todo fue al fin y al cabo un ardid de Satanás en su exilio en la Tierra, una venganza del ángel caído. Cuenta Milton que Satanás llegó a tener a su lado un tercio de los ángeles, pero las huestes del Cielo estaban preparadas. Desde entonces hemos tenido batallas celestiales...
Es imposible hablar de batallas y estrategias sin mentar a Napoleón Bonaparte...
    Napoleón fue un genio militar, pero nunca aplicó las mismas lecciones a la política. Un gran general, pero un mal político, que no quiso o no supo ver las coaliciones que se formaron contra él y que sellaron su destino.
Clausewitz [militar prusiano, uno de los más influyentes teóricos de la ciencia militar moderna] fue otro estratega aventajado...
    Las ideas de Clausewitz han resistido muy bien el paso de los tiempos. Lo que a mí más interesa -y a eso le dedicaré mi próximo libro, El futuro de la guerra- es su obsesión por la "batalla decisiva". En la Historia hay muchos ejemplos de batallas militares que parecieron "decisivas", pero que no lo fueron a nivel político.
¿La victoria de Donald Trump es una carambola histórica o un golpe estratégico?
    La base del éxito electoral de Trump es que nunca esperó tener éxito... Digamos que empezó a desarrollar lamarca Trump desde la plataforma de sus negocios y, sobre todo, a raíz de su popularidad televisiva. Y la cosa empezó a funcionarle mejor de lo que esperaba durante las primarias republicanas. Su estrategia, en ese punto, consistía simplemente en marcar la diferencia. Diciendo cosas que podrían considerarse "inapropiadas", logró distanciarse de los otros. A nadie le sorprendió que lograra la nominación. En las presidenciales tampoco creo que tuviera una estrategia clara... Digamos que supo leer el contexto social y político, pero aparte de eso se limitó a seguir sus instintos. Creo que Trump no esperaba ganar. Todo el caos que estamos viendo ahora es precisamente fruto de una preocupante falta de preparación o de estrategia...
¿Se puede ser presidente sin tener una estrategia?
    Trump está gobernando -o intentando gobernar- de la misma manera que hizo en la campaña, rompiendo las reglas del juego. Está actuando de una manera impulsiva, sin pensar en las consecuencias o en las implicaciones de sus acciones. Todo lo que ha hecho hasta ahora, con su enfrentamiento a los jueces y a los medios, demuestra una clara ignorancia del proceso.
Su libro arranca con una cita del boxeador Mike Tyson: "Todo el mundo tiene un plan... hasta que te parten la cara". ¿Podríamos decir que el mundo tenía un plan, y que Trump es el puñetazo en el rostro?
    Trump no entraba en los planes de un mundo globalizado. Estamos hablando de un líder nacionalista, en lo político y en lo económico. Veremos lo que da de sí su lema de "America first", y si en otras partes del mundo y en particular de Europa acaba cuajando esa vuelta al nacionalismo... El puñetazo en la cara se lo puede llevar él si persiste en seguir exclusivamente sus impulsos. La gente en su círculo tendrá que hacerle reaccionar. No se puede gobernar peleándose con todo el mundo. Para poder lograr algo se necesitan alianzas. Eso es algo que entienden hasta los chimpancés... En mi libro hablo de los experimentos de Frans de Waal, el autor de La política de los chimpacés. Nuestros parientes cercanos forman coaliciones y utilizan tretas como estrategia disuasoria, antes que recurrir al uso de fuerza.
¿Qué ilustres estrategas pueden haber influido en él? ¿Acaso Maquiavelo con el "más vale ser temido que amado"?
    Creo que, en el fondo, Trump busca ser querido. Los líderes buscan siempre la admiración popular, de ahí quizás su empeño en querer "demostrar" que a su investidura asistió más gente que a la de Obama. No creo que busque directamente ser odiado. Es pronto para averiguar si encaja en la definición de "maquiavélico", que está más bien asociado a la falta de ética.
¿Habrá leído Trump 'El arte de la guerra' de Sun Tzu?
    No lo sé. Es un libro corto y muy popular en el mundo de los negocios. Es una obra que apela también muy directamente a la vanidad de la gente. Sun Tzu nos enseña a usar el ardid como arma. Su lección es: "Si eres astuto y sagaz, ganarás a tu oponente". El engaño o la sorpresa es otro factor clave en la estrategia.
A Theresa May, por cierto, le acusaban de no tener una "estrategia" para el Brexit ¿La tenemos por fin?
    El Brexit y Trump pueden tener algunas raíces en común, pero yo marcaría de entrada la diferencia. Trump es Trump y Brexit es Brexit. Lo cierto es que la relación de este país con la Unión Europea ha sido un tira y afloja durante más de cuatro décadas. Hubo un referéndum y la gente decidió. El resultado pilló por sorpresa al Gobierno, David Cameron dimitió y quedó claro que no existía efectivamente una estrategia. Ahora parece que por fin la tenemos (salir del Mercado Único e intentar sellar un acuerdo comercial desde fuera con la UE), pero existe el riesgo de un grave impacto económico, tanto para nosotros como para Europa. Creo que se impone un equilibrio y un entendimiento con Bruselas. La UE tiene que entender que castigar al Reino Unido es castigarse a sí misma. Podemos acabar todos muy mal...
Quien parece que está ganando la partida estratégica es, en cualquier caso, Vladimir Putin...
    Creo que no es verdad. Todo depende de lo que signifique ganar. Putin es astuto y está jugando sus bazas ¿Pero qué esta ganando realmente? El PIB de Rusia está en declive y es muy similar al de España. ¿Cómo se puede aspirar a ser una superpotencia si no estás entre las primeras 10 naciones del mundo? Las sanciones han hecho estragos en los últimos años. La situación en Crimea y en Ucrania está estancada. Siria ha sido su mayor golpe de efecto, pero su apoyo al régimen de Asad no puede calificarse precisamente como una victoria. Creo que el éxito de Putin está sobrevalorado.
¿Y la pujanza de China?
    China será cada vez más fuerte, y más ahora con la ayuda de Trump, que está dándole más margen para operar. Trump está predisponiendo a Europa en su contra, mientras China refuerza sus lazos comerciales con el continente. Su estrategia hasta ahora ha sido la cautela y la paciencia, pero se han estado preparando a conciencia y ante una provocación pueden responder. La fricción entre China y EEUU es uno de los mayores factores de riesgo en los próximos años.
¿Y el polvorín de Oriente Medio? Usted fue asesor de Tony Blair y participó después en la comisión que investigó el papel del Reino Unido en Irak ¿Todo lo que estamos viviendo ahora no es acaso el resultado de un guerra equivocada y fallida?
    El objetivo de la guerra de Irak era clara: derrocar a Sadam Hussein. Se pueden cuestionar las causas o si se exageró la amenaza, pero el objetivo se consiguió. Lo que falló claramente fue la estrategia para después de la guerra. También nos podemos preguntar si las guerras en Afganistán e Irak sirvieron para vacunar a Occidente contra una intervención militar en Siria.
¿Hasta qué punto el Estado Islámico es un efecto secundario de la guerra de Irak?
    Al mal planeamiento tras las guerra de Irak se unió el arranque del conflicto en Siria... Ese ha sido siempre el gran problema de Occidente: la dificultad para interpretar las diferentes facciones y los conflictos entrecruzados que ha habido siempre en Oriente Medio, antes y después de la guerra de Irak. La estrategia contra el IS en este punto no puede ser estrictamente militar; hay que seguir construyendo alianzas políticas y diplomáticas, y apoyarnos en la labor clave de los servicios de Inteligencia para prevenir atentados.
¿Qué político destacaría como el mejor estratega del siglo XX?
    La referencia a Churchill es obligada: para mí es un ejemplo de político que sabe crecerse ante la inmensidad del reto. Pocos apostaban por él antes de la guerra... Aunque si tuviera que elegir uno tal vez me quedaría con Nelson Mandela: sus movimientos de piezas durante el Apartheid son magistrales, como en una perfecta partida de ajedrez.
Cerremos el repaso histórico con Obama ¿La esperanza es una mala estrategia?
    Obama fue un gran estratega para llegar a poder. Su historia personal, sus cualidades como orador y su manejo de la política en la era digital facilitaron su ascenso. Lo que pasa es que nunca fue el líder radical y visionario que muchos quisieron ver. De hecho, su mejor legado, el Obamacare, está siendo ya desmotando por Trump... El tiempo dirá cuál será su lugar en la Historia.

Fuente: https://www.elmundo.es/cronica/2017/02/18/589ef9ff22601d8a508b4582.html

 
Lawrence Freedman : “La estrategia es el arte de crear poder”
Con su último libro, el historiador del King’s College ahonda con detallada erudición en las distintas aplicaciones de la estrategia, tanto en términos de guerra como de política o negocios
Mauricio Bach
28/01/2017

Lawrence Freedman (1948) lleva toda una vida dedicado a los estudios estratégicos. Ha sido profesor de Historia Militar en el King’s College de Londres, del que ahora es vicerrector: ha escrito sobre la guerra fría y la estrategia nuclear, sobre la guerra de las Malvinas (de la que fue nombrado historiador oficial) y sobre las in­tervenciones estadounidenses en Oriente Medio; ha formado parte de la comisión oficial que investiga la participación del Reino Unido en la guerra de Irak y tiene, entre otras condecoraciones, la de Comandante de la Orden del Imperio Británico. Ahora ha volcado sus conocimientos sobre estrategia –aplicada a los ámbitos de la guerra, la política y los negocios– en un libro monumental –más de mil páginas–. Un recorrido apasionante por una disciplina que ha dado forma al mundo en que vivimos.
¿Cómo definiría estrategia en una frase?
El arte de crear poder.
Empieza el libro con un comentario de Mike Tyson: “Todo el mundo tiene un plan... hasta que le parten la cara”. ¿Cuál es la diferencia entre un plan y una estrategia?
Un plan es una secuencia de pasos que, si se siguen, nos conducen a una meta. La estrategia implica enfrentarse a otras personas determinadas a mantener su poder y conseguir sus objetivos. Requiere tener eso en cuenta en cada uno de los pasos que damos.
El libro habla de la estrategia aplicada a la guerra, la política y los negocios. ¿Las dos últimas parten de la primera?
La clave de la estrategia es que implica la existencia de un conflicto entre dos o más actores determinados a conseguir un objetivo. La estrategia moderna se desarrolló en un momento en que para afrontar estos conflictos era necesario mover enormes y disciplinados ejércitos que debían desplazarse enormes distancias para situarse en la mejor posición de combate. Los conceptos desarrollados por la estrategia militar han influido en la política y los negocios, aunque después esas dos áreas han desarrollado sus propios planteamientos.
En un capítulo conecta a Sun Tzu y a Maquiavelo que, uno en la guerra y otro en la política, apuestan por el ardid. ¿Es un elemento clave en la estrategia?
Si dispones de un poder arrollador no tienes por qué ser especialmente astuto. Pero el perdedor potencial que es difícil que salga victorioso de un enfrentamiento directo tiene la opción del ardid para conseguir la sorpresa. Aunque incluso el más fuerte puede utilizar esta estrategia para reducir sus bajas. En el libro destaco la importancia de las coaliciones como un modo más fiable de lograr una fuerza superior ante el enemigo.
Pone el ejemplo de David y Goliat. ¿El ­débil gana al fuerte con inteligencia y astucia?
Es un ejemplo clásico de cómo el débil puede vencer al fuerte con astucia y rapidez. Pero lo más relevante de la historia bíblica es que el arma más poderosa es la férrea fe en Dios. Sin ella, el acto de David sería casi suicida. Y la segunda conclusión es que una vez utilizado el truco, no se puede repetir, porque el enemigo ya está en guardia. Lo de la piedra y la honda no vuelve a aparecer en toda la Biblia.
¿La estrategia moderna es hija de la Ilustración? La razón y la ciencia aplicados a algo a priori caótico como la guerra.
En efecto, la estrategia parte de la idea de que se puede aplicar la fuerza de acuerdo con criterios científicos, de modo que la relevancia del azar en la guerra se reduzca. Pero el azar no puede eliminarse por completo. Siempre existe la incertidumbre sobre el comportamiento del enemigo, de modo que la estrategia no puede ser una disciplina por completo científica.
¿Es Napoleón el primer gran estratega de la era moderna?
Al final Napoleón fue derrotado por su exceso de ambición y por dar a sus enemigos la oportunidad de coaligarse contra Francia. Los estrategas necesitan salir victoriosos una vez que la guerra ha terminado. Pero es cierto que su liderazgo militar replanteó la perspectiva de lo que podía conseguirse con ejércitos modernos e influyó a los dos grandes estrategas del XIX, Clausewitz y Jomini.
Ambos lucharon en las guerras napoleónicas, cada uno en un bando. ¿Por qué son tan relevantes?
En un primer momento Jomini fue el más relevante porque vivió más tiempo y su libro El arte de la guerra se convirtió en la obra de referencia en el XIX. Pero Clausewitz fue el gran teórico y sus ideas siguen impregnando la estrategia bélica moderna. Ambos centraron sus teorías en la idea de la batalla decisiva, la que anula la fuerza del ejército enemigo y obliga al estado perdedor a aceptar los términos po­líticos que se le impongan tras la derrota.
Todo cambia con la guerra fría. Con las armas nucleares ya no se trata de ganar, sino de mantener la capacidad de amenaza.
La estrategia en la era nuclear pasó a consistir en evitar la guerra sin hacer ninguna concesión política. Lo cual se conseguía mediante la disuasión, dejando claros los riesgos de una catástrofe nuclear si estallaba la guerra.
Usted formó parte de la comisión oficial que investigó la participación de Reino Unido en la guerra de Irak. ¿Qué opina de la estrategia occidental en Oriente Medio?
La estrategia de Occidente en Oriente Medio ha sido durante mucho tiempo pobre y a menudo contraproducente. Por desgracia esto es aplicable a todas las estrategias aplicadas en Oriente Medio. Hay demasiados conflictos entrecruzados para que ningún actor pueda controlar la situación.
En la actualidad, con el terrorismo global, ¿hay que replantearse la estrategia militar?
No. Muchos de los principios básicos no hay que cambiarlos. Lo importante es entender el contexto político y asumir los límites de la respuesta militar cuando se trata de grupos terroristas. Un buen trabajo de inteligencia y policial resulta a menudo mucho más eficaz.
¿La estrategia trata de cómo ganar una batalla o más bien de cómo actuar una vez has ganado la guerra?
Una batalla es un medio para conseguir un fin. Los fines son siempre políticos y ese es el terreno en el que hay que juzgar los éxitos o fracasos.
Dígame una batalla ejemplar desde el punto de vista estratégico.
Hay muchas batallas relevantes en la historia por sus amplias consecuencias políticas, más que porque fueran brillantes desde el punto de vista estratégico. Un ejemplo de batalla que fue brillante en su planificación estratégica y que además tuvo relevantes consecuencias políticas es la de Sedan en septiembre de 1870, cuando el ejército francés fue rodeado por el prusiano comandado por el mariscal Helmut von Moltke y el emperador Napoleón III cayó prisionero. Fue sólo en parte decisiva, porque le siguió un largo periodo de resistencia de los franceses.
Al abordar la estrategia política, dedica muchas páginas a los revolucionarios del siglo XIX. ¿Por qué?
Los revolucionarios eran los perdedores potenciales, y pensaron mucho más a fondo que sus rivales la estrategia política a seguir. Muchas de las ideas que han acabado siendo centrales en la estrategia política empezaron con los revolucionarios de izquierdas, incluida la conciencia de las masas y cómo se debe manipular.
Habla usted de la relevancia que ellos le dieron a la narrativa, a la propaganda. ¿Son esenciales en la estrategia política?
La estrategia tiene un elemento narrativo, toma la forma de una historia sobre el futuro y sobre cómo deben desarrollarse los acontecimientos. Se convierte en un elemento clave de la estrategia, como cuando se persuade a la gente de que no apoye a un determinado movimiento insurgente porque será pernicioso para ellos y acabará derrotado.
Habla también de Gandhi y Luther King. ¿La no violencia es siempre mejor estrategia que el uso de la fuerza?
No necesariamente. Hay épocas en que la no violencia no funciona. Gandhi y Martin Luther King triunfaron porque pudieron llegar a una opinión pública poderosa, la opinión pública británica e internacional frente a quienes gobernaban sobre el terreno India y el gobierno de Estados Unidos y el resto del país frente a los líderes segregacionistas del Sur. La no violencia les permitió adquirir una superioridad moral que evitó muchos riesgos a sus seguidores.
Habla también de la campaña de Barack Obama como un ejemplo de estrategia. ¿La de él y la de Donald Trump son mo­délicas desde esta perspectiva?
Que una estrategia triunfe no la convierte en perfecta. También juegan un papel la suerte y las debilidades del oponente. Obama estaba muy bien organizado y tenía carisma. Trump ha jugado con la debilidad de sus oponentes y ha sabido entender el contexto social.
¿ Cameron y el Brexit es un ejemplo de mala estrategia?
Cameron consideró que no tenía otro remedio que convocar un referéndum que podía perder. Su error fue tardar demasiado en preparar a la opinión pública para el debate. No pudo controlar la deriva que tomó el debate nacional.
Si pasamos a los negocios, pone pegas como estrategas a mitos capitalistas como Rockefeller o Ford.
Rockefeller fue un estratega brillante, que supo combinar los incentivos y la coacción para crear un extraordinario monopolio. Después al gobierno no le gustó lo del monopolio, pero incluso cuando se lo deshicieron, actuó con habilidad. Ford, en cambio, fue un pésimo estratega, porque se empeñó en aplicar siempre la misma fórmula, fuesen cuales fuesen las circunstancias.
¿En términos estratégicos guerra y negocios son similares? ¿Cuál es la meta en los negocios, consolidar la posición, derrotar al contrincante?
Por suerte en los negocios no hay violencia, lo cual marca una diferencia importante. En mi opinión, el problema de la estrategia empresarial es que no existen situaciones estándar, de modo que es difícil llegar a teorías unificadas. Gran parte de la estrategia empresarial está dedicada a cómo gestionar y liderar grandes compañías, más que a cómo manejarse con la competencia. Y en la actualidad un tema capital desde la óptica estratégica es la innovación.
Un gran estratega en los negocios...
Alfred Sloan, que levantó General Motors, fue un gran estratega porque era capaz de imaginar mercados que todavía no existían, y también sabía cómo sacar el máximo partido de diversos productos que potencialmente competían entre ellos.
¿ Lehman Brothers sería en cambio un ejemplo de pésima estrategia?
Sí, su empeño era no quedarse atrás con respecto a la competencia, sin evaluar los riesgos que estaban tomando. Es una estrategia nefasta.
¿La relación entre estrategia y ética?
Es compleja. Dado que la estrategia versa sobre la elección, cada decisión tiene una dimensión ética. Las normas y los valores pueden ser esenciales a la hora de forjar coaliciones y conseguir apoyos, pero también a la hora de determinar qué objetivos merecen la pena.
¿En la estrategia de guerra, política y negocios las alianzas son esenciales?
Alianzas y coaliciones son un tema recurrente en la estrategia, porque de lo que se trata es de asegurarte de que cuentas con fuerza suficiente para superar los retos a los que te enfrentas. En ocasiones debes actuar a solas, porque las alianzas son una carga demasiado pesada o es imposible aunar intereses. Pero los estrategas más exitosos saben cómo atraerse aliados.
¿La estrategia tiene más que ver con el ajedrez y el anticipar el movimiento del contrario, o con el póquer, donde el azar y el engaño tienen un papel relevante?
Tiene elementos de ambos, pero buena parte de la estrategia tiene que ver con actividades que no se rigen por normas aceptadas por todos los contendientes.
¿La mejor estrategia es aquella capaz de controlar lo imprevisto?
La que muestra flexibilidad y capacidad de improvisación, precisamente porque es imposible controlar lo imprevisto.
Las obras de Shakespeare, ‘El padrino’, ‘Los Soprano’, ‘Juegos de tronos’, ¿dan buenas pistas sobre estrategia?
Los grandes autores que analizan el comportamiento humano son capaces de ilustrar dilemas estratégicos. Si son realistas, ponen en escena los problemas a los que se enfrentan aquellos que toman decisiones en condiciones de conflicto e incertidumbre. Por eso, los estudiosos de la estrategia tienden a utilizar ejemplos de ficción que son ilustrativos de lo que comportan las decisiones estratégicas.
En el libro habla de los chimpancés como ejemplo de estrategia. ¿Podemos sacar lecciones de la naturaleza?
Lo importante de los chimpancés es que no confían sólo en la fuerza bruta, entienden la importancia de coaligarse y de ser astutos. De modo que nos enseñan que hay algo natural en el comportamiento estratégico.
Hacia el final del libro cita a
La estrategia se presenta a menudo como un ingrediente mágico que puede resolver todos los problemas, como si pensando mucho y siendo más listo que tus oponentes siempre lograrás inclinar la balanza a tu favor, incluso en las condiciones más desfavorables. En la práctica, la mejor estrategia puede fracasar por acontecimientos azarosos o por la presencia de un oponente inteligente. De modo que la estrategia tiene límites inherentes, pero dejar de lado la estrategia te convierte en un fatalista y deja en manos de los otros el desarrollo de los acontecimientos.
Enfrentamientos
Revolucionarios Muchas ideas que han acabado siendo centrales en la estrategia política empezaron con los revolucionarios de izquierdas, incluida la conciencia de las masas y cómo manipularlas.
David y Goliat Ejemplo clásico de cómo el débil puede vencer al fuerte con astucia. Pero el truco no se puede repetir porque el enemigo ya está en guardia

Fuente: https://www.lavanguardia.com/cultura/20170128/413762407637/culturas-entrevista-lawrence-freedman.html

Lawrence Freedman: “Rusia es un actor gamberro que interfiere en asuntos de otros”
El experto en estudios estratégicos analiza el tablero mundial
Rafa de Miguel30/01/2019   

Lawrence Freedman (Tynemouth, Reino Unido, 70 años) disfruta del raro privilegio de haber sido juez y parte en la historia reciente, sin que sus contemporáneos pongan en duda la imparcialidad de sus argumentos. Catedrático emérito de Estudios Bélicos del King’s College de Londres, Freedman es considerado el decano de estudios estratégicos de Reino Unido. Su mano estuvo detrás del famoso discurso de Tony Blair en Chicago (EE UU) en 1999, en el que el entonces primer ministro de Reino Unido expuso al mundo la “doctrina Blair”: la comunidad internacional, defendió, está legitimada para intervenir en aquellos conflictos internos en los que se produce una vulneración flagrante de los derechos humanos (la OTAN actuó entonces con decisión en Kosovo) y, sobre todo, Estados Unidos sigue siendo la potencia irremplazable, por lo que debe renunciar a cualquier tentación aislacionista. Freedman intervino en la elaboración del informe Chilcot, la investigación oficial de Reino Unido sobre la intervención del país en la guerra de Irak. Es autor de La guerra futura. Una historia sobre el pasado y el presente (editorial Crítica). Una visión que cuestiona los cálculos, a menudo erróneos, de los estrategas militares a la hora de estimar la duración y el resultado de los conflictos bélicos.
PREGUNTA. No aprendemos de la historia. Los estrategas están cada vez más convencidos de que se puede definir el futuro de una guerra.
RESPUESTA. Los líderes se equivocan, extrapolan sus predicciones de tendencias anteriores y suelen tener lagunas de imaginación. Esas son las principales razones por las que las guerras resultan tan difíciles de predecir. Pero además, cuando hablan del futuro, lo suelen hacer desde el presente. Hablan de las opciones que hay en el momento actual.
P. Y hay una fe ciega en la tecnología.
R. La gente se obsesiona con ella porque es algo que entiende. Sabíamos en los años 70 que los microchips serían cada vez más importantes. Sabemos en la actualidad que la inteligencia artificial también lo será. Pero la tecnología no puede imponerse sobre una estrategia.
P. Insiste usted mucho en criticar la idea de un movimiento audaz.
“El problema del Brexit se habría resuelto hace ya mucho tiempo si EEUU hubiera tenido un presidente fuerte”
R. Se cree que la vía por la que se va a lograr la victoria es aniquilando las fuerzas del enemigo. Todos los avances son juzgados con respecto a ese objetivo. Pero si vas a entrar en guerra, y por tanto tienes que construir las razones para hacerlo, lo tendrás difícil, a no ser que construyas un argumento que debilite de modo definitivo al enemigo. Como resultado de ese planteamiento, ha habido una creencia histórica en los movimientos audaces, que puedan pillar al enemigo desprevenido y aplastarle. Pero en realidad, aunque puedan ser impresionantes desde el punto de vista táctico, no tienen por qué ser decisivos. El enemigo puede tener aliados. O las fuerzas del enemigo pueden ser derrotadas pero convertirse a continuación en una resistencia partisana y llevar a cabo una guerra de guerrillas. Algo bastante común y que acaba en bloqueo. Como les ocurrió a los estadounidenses en Irak.
P. Sigue resultando asombroso el modo en que la Administración de Bush emprendió esa guerra sobre un fondo de mentiras.
R. Hubo varios factores. En primer lugar, el argumento psicológico después de los atentados del 11-S. Existió una actitud beligerante inmediatamente posterior a un acontecimiento traumático. Además, al menos en sus inicios, la guerra en Afganistán pareció desarrollarse de un modo positivo. Creció la confianza en que se había hecho lo correcto. Irak parecía un objetivo fácil. Husein estaba débil, era impopular y además no cumplía las resoluciones de la ONU, lo que llevó a pensar que debía haber alguna razón oculta para esa desobediencia. No lo estudiaron bien. El Ejército estadounidense y el Pentágono se empeñaron en demostrar cómo podían derrotar al Ejército iraquí. Pero no calcularon la posguerra, el momento posterior.
P. Hoy el mundo parece en completo desorden. Rusia, amenazante. China, dominante. Europa, fragmentada.
R. Rusia, efectivamente, es un desafío. Uno al que debería hacer frente Europa. El PIB de Rusia es inferior al de cada una de las principales potencias europeas. Y sus perspectivas no son buenas. Se trata de un actor gamberro que está interfiriendo en asuntos de política interior de otros países. La UE podría hacer frente a este problema sin la ayuda de EE UU, pero dada la fragmentación de la UE, no es bueno prescindir de ellos. EE UU ha sido bastante eficaz en el pasado a la hora de obligar a acercar posturas. El problema del Brexit se habría resuelto hace ya mucho tiempo si EE UU hubiera tenido un presidente fuerte. No habría sido un espectador pasivo ante algo que afecta a su propia situación.
P. China le preocupa.
R. China ya es una potencia económica descomunal y se está convirtiendo en una potencia militar muy seria. Y tiene muchas aspiraciones regionales. Bajo su actual liderazgo, cada vez es más ambiciosa y resolutiva. Y las señales que Trump envía son muy confusas. China puede llegar a la convicción de que si ataca Japón, Taiwán o algún otro país en la región, no serían capaces de resistir su presión. No creo que se trate de algo inminente, pero sí mucho más concebible que en el pasado. Y en gran parte se debe a que no se ve a Trump como un aliado en el que se pueda confiar.
P. Hoy hay líderes políticos de poco fuste, pero ¿cree que la ciudadanía es igual de ingenua que en épocas pasadas?
R. Las democracias tienen una habilidad para responder, reajustarse y reaccionar. El peligro está en que ya no es fácil ver aquel conjunto de políticas que crearon la confianza y la sensación de seguridad que tuvimos durante los noventa. Van a ser tiempos difíciles. Y donde creo que los Gobiernos occidentales lo están haciendo mal es al explicar los sacrificios necesarios. Los populistas suelen ser los peores. Su principal argumento siempre es el mismo: todo sería perfecto si no fuera por estas élites malvadas que se apropian de todo. Pero hemos podido ver en países como Venezuela que los populistas pueden acabar siendo una élite mucho peor para la gente que la élite anterior. Vienen tiempos complicados y se tendrá que hablar de las distintas respuestas y sacrificios de un modo inteligente.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/01/29/ideas/1548781971_735925.html

ENSAYO
El arte de la guerra después de Clausewitz
Lawrence Freedman analiza la evolución de los conflictos bélicos con las nuevas tecnologías y bajo la influencia del cine y la literatura para aventurar cómo serán las contiendas del futuro
Juan Luis Cebrián
11/03/2019

La guerra tiene futuro. Esta es la conclusión a que se llega después de una lectura sosegada del último libro de Sir Lawrence David Freedman, miembro de la British Academy y profesor durante años de estrategia y estudios de guerra en el King’s College de Londres. Freedman acomete durante más de 400 páginas la nada fácil tarea de hacer una historia comprensiva de la guerra durante los dos últimos siglos, y aventura algunas premoniciones o visiones de en qué ha de consistir la guerra de los años venideros. Uno de los atractivos de la obra es la interacción permanente que en ella se establece entre piezas memorables de la literatura o el cine con el desarrollo de los acontecimientos bélicos, la estrategia militar de las potencias o las decisiones tomadas al respecto por algunos gobernantes. Poseedor de una gran erudición, es capaz de enlazar la numerosa bibliografía sobre estos temas de H.  G. Wells, pasando por citas de Victor Hugo o Walt Whitman, hasta llegar a la saga cinematográfica de La guerra de las galaxias. Todo ello a fin de explicar la influencia que los creadores de ficción han tenido en la evolución de las maneras de combatir y la aplicación de diferentes descubrimientos técnicos y científicos que nutren el panorama de la violencia organizada. Estas obras de imaginación “nos ayudan a poner en claro el abanico de opciones” futuras y de vez en cuando sus vaticinios “se han revelado clarividentes”.
Entre las anécdotas que cuenta, una de las más reveladoras se refiere al impacto que la película Juegos de guerra causó en la mente esquemática de Ronald Reagan a la hora de comprender que el ciberespacio podía convertirse en un escenario bélico de increíble fragilidad. Tanta que permitía que un pirata informático adolescente confundiera un programa de destrucción nuclear con un juego más de los que circulan por la Red y, al entretenerse con él, pusiera al mundo al borde de la famosa Destrucción Mutua Asegurada. Amigo de los padres del guionista, Rea¬gan quedó impresionado tras asistir a un pase privado del filme. Después de ello decidió investigar el estado de la todavía incipiente red que combinaba las telecomunicaciones y los sistemas de información, y se encontró con que la situación real era incluso peor que la que sugería el relato.
El libro de Freedman es obviamente el de un historiador, pero no se limita a narrar los hechos. Reconoce la maestría y el liderazgo de Clausewitz en los estudios sobre estrategia y aporta abundante información sobre otros teóricos de la materia tan importantes como el general prusiano aunque menos conocidos de la opinión pública. La idea de que la guerra es la prolongación de la política por otros medios justificó los empeños de las potencias occidentales a finales del siglo XIX y principios del XX por someterla a leyes internacionalmente aceptadas. Tanto el Tribunal de La Haya como la Convención de Ginebra tienen su origen en esos esfuerzos. Pero esta visión clásica parece condenada al reduccionismo. Hemos pasado de un escenario en el que los códigos militares comúnmente aceptados respetaban las vidas de los civiles y reconocían los derechos de los combatientes a otro en el que la violencia se ha vuelto indiscriminada, masiva y letal. Con la aparición de las llamadas guerras híbridas, la extensión del terrorismo, la proliferación de contiendas civiles, la fusión de las guerrillas revolucionarias con bandas de narcotraficantes y la violencia desatada en muchos núcleos urbanos por fenómenos como las maras centroamericanas, la definición de qué pueda ser en el futuro ese engendro de la humanidad denominado guerra adquiere interrogantes peculiares.
Hay algunas ideas fuerza que recorren toda la obra, entre ellas la de que las novedades tecnológicas han constituido siempre hitos fundamentales en la historia militar y bélica de los países. La evolución de la sociedad digital así lo pone de relieve y las consecuencias de la moderna guerra de la información, en la que Rusia desempeña hoy un papel predominante, afectan no solo a operaciones estrictamente militares, aunque también, sino a los procesos electorales, al comportamiento de los mercados y a la estabilidad institucional de los países. Todo ello sirve además para desmoralizar a las poblaciones, proceso básico a fin de someter más rápidamente al enemigo. Otra línea argumental es la opinión generalizada de que dar un primer e imprevisto gran mazazo al contrincante es garantía de una victoria rápida, porque el que da el primero da dos veces, según reza el castellano refrán. De ahí se derivan también las teorías sobre la guerra preventiva que George W. Bush tuvo ocasión de aplicar en la práctica. Freedman señala sin embargo que convicción tan extendida no es respaldada por la realidad. Esos golpes de efecto no evitan la prolongación de las operaciones y no siempre favorecen a quien las inició. La historia de la guerra de trincheras del primer gran conflicto mundial así lo pone de relieve. La aparición del arma nuclear generó también la creencia de que era necesario asestar el primer golpe si se quería obtener una ventaja cualitativa en la guerra atómica; pero la carrera armamentística dio paso enseguida a la convicción de que la única forma de ganar un conflicto de esa especie es no tenerlo en ningún caso.
Desde todos los puntos de vista, incluidas las consideraciones éticas sobre la materia, La guerra futura merece atención y sirve de recordatorio de errores pasados cuya repetición amenaza el presente. Su ágil escritura, apoyada por la brillante traducción de Tomás Fernández Aúz, potencia su rigor documental y analítico. Aunque la premonición de Victor Hugo en el sentido de que “llegará el día en que las balas y los obuses serán sustituidas por los votos” esté todavía muy lejos de ser cumplida en amplias zonas del planeta.
(*) La guerra futura. Lawrence Freedman. Traducción de Tomás Fernández Aúz. Crítica, 2019. 592 páginas. 24,90 euros.

Fuente: https://elpais.com/cultura/2019/03/07/babelia/1551963060_417641.html

Ilustración: Maurizio Cattelan.
Fotografía LF:  https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Lawrence_Freedman_140617-N-ZZ999-028_(14452329235).jpg

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