Érase de un filósofo
Guido Sosola
A mediados de los años ’40 del
XX, aparecen por vez primera en la prensa venezolana algunos textos de Ernesto
Mayz Vallenilla. La filosofía era y siempre fue, su preocupación esencial.
Por más de medio siglo, la opinión pública se interesó por los
filósofos de oficio que polemizaban, como ahora no se sabe al desespecializarse
las fuentes por todos estos años, excepto los muy escasos que también los
integra la propaganda oficialista. Antes, frecuentaban muy regularmente los
impresos Juan David García Bacca, Eduardo Vásquez, Federico Riu, Juan Nuño y Mayz Vallenilla, a los que se
prestaba atención al abordar todo lo divino y lo humano.
Además, sus obras eran accesibles
por la iniciativa de las casas editoriales de las universidades que, añadida
Monte Ávila Editores, bajaban de precio en sendos remates de libros. La filosofía contemporánea llegaba de un modo
u otro a la preocupación del venezolano que hizo esfuerzos por comprenderla
hasta que, entre nosotros, la llamada postmodernidad sirvió para cancelar
cualquier inquietud que trascendiera las meras circunstancias inmediatas.
Finalizando el presente mes,
falleció Mayz Vallenilla a los 90 años de edad, quien constituyó toda una
referencia del intelectual que, además, ocupó como primer rector la Universidad Simón
Bolívar, tildada de elitesca más por sus niveles de exigencia que por la
distancia del casco central caraqueño y el predominio de las clases medias. Sus
clases magistrales, publicadas en gran formato al iniciarse cada año lectivo,
muchas veces se guardaban, así como sus libros sobre la razón técnica y el
poder que era lo más “ligero” para darle soporte a posturas, valga acotar,
políticas.
Obra crucial, Mayz
Vallenilla dibujó la universidad del
futuro y todavía queda pendiente la discusión sobre un aporte que se hizo más
de la experiencia adquirida que de la especulación reflexiva. Siendo así, la
academia lo tuvo como el activista necesario que hoy extrañamos. Sin embargo,
no tuvo la fortuna deseada en el campo directamente político.
Digamos, por lo pronto, gravitó
en la esfera de simpatías con COPEI, pero – tardíamente – hizo de su humanismo
cristiano una apuesta por un socialismo que no tuvo vínculo orgánico con la
izquierda socialcristiana que, a finales de la década de los setenta, estaba
diluída (si no, completamente derrotada). Hubo una mayor cercanía e
inteligencia con Caldera, a quien – por cierto – Steve Ellner califica de
progresista, respecto a su primer mandato. Pudo ser y con creces, un
extraordinario ministro de Educación del gobierno de Luis Herrera Campíns, a
quien se le ocurrió crear un ministerio sin cartera de Inteligencia, pero éste –
consabido – prefirió a sus amigos personales. Y, error garrafal, convirtiéndose
en otro de los conocidos notables de nuestros tormentos, simpatizó con Chávez
Frías, sin que ello le reste mérito alguno como uno de los grandes
intelectuales que Venezuela puede y podrá exponer, pues, su obra habla por sí
misma. Érase de un filósofo que falta en la Venezuela de hoy para el debate,
así de fácil.
Fuente:
http://opinionynoticias.com/opinioncultural/24829-erase-de-un-filosofo
http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:161356
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http://opinionynoticias.com/opinioncultural/24829-erase-de-un-filosofo
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