Relaciones
primarias y representación política
Luis
Barragán
“Los
grandes ‘artistas’ de la política
contemporánea
son cada vez más
personajes
que ignoran olímpicamente
la
relación entre los fines propuestos
y
los medios disponibles”
Giovanni
Sartori (*)
Días
atrás, con motivo de la reedición y presentación en España de su – ya – más
conocido libro, Enrique Krauze concedió una entrevista de prensa en la que
celebraba el funcionamiento de las instituciones y del propio debate político
para despecho de la llamada antipolítica y sus oficiantes (https://www.google.co.ve/?gfe_rd=cr&ei=Ih6AVsSOC4mw8we4kZTwAw&gws_rd=ssl#q=Enrique+Krause+abc+antipolitica) . Ésta, fenómeno todavía inconcluso,
se ha deslizado en este lado del
mundo hacia la necropolítica – fracasada
el 6-D – y procura ahora reactivarse mediante un tal parlamento comunal
nacional, fórmula a la que apela el ultraizquierdismo anacrónico deseoso de una
inmediata respuesta de la ultraderecha a la que aspira de acuerdo a sus
conveniencias, reavivándola - por lo pronto – retóricamente.
Harto
conocido, dicho parlamento comunal no existe en la Constitución de 1999 y,
menos, inquietó a los constituyentistas de entonces. Sin embargo, el caso está
en la pretendida existencia y legitimación de una instancia que carece de toda
representatividad y, evidentemente, está fundada en las relaciones primarias,
datos importantes para apuntar al trasfondo cultural respecto los problemas
públicos y compartidos, más allá de la
torpe estratagema oficial.
En
efecto, pocos conocen a los integrantes de esa instancia gobiernera de
emergencia, así como los mecanismos empleados para accederla. Enfatizando la
diferencia más elemental, los diputados a la Asamblea Nacional, ahora electos y
pendientes de ocupar legítimamente sus curules, resultaron de la votación
directa, universal y secreta de la ciudadanía, y también de la necesaria
aplicación del principio de publicidad, susceptibles de cualesquier objeción y
hasta impugnación en el lapso correspondiente:
En
un viejo artículo que bien complementa sus conocidos títulos, dilucidando
algunos de los inconvenientes de la democracia directa, Giovanni Sartori recordaba un elemento de la
ecuación: “El representante no sólo es responsable ante alguien, sino también responsable de algo” (Claves de Razón Práctica, Madrid, nr. 91, Madrid, 1999). Y
que sepamos, los anónimos miembros de parla-comunal, por cómoda denominación,
incumplen con el precepto, convalidando el monumental retroceso de una
selección por tercer, quinto o décimo grado y, si fuere el caso, sólo
responsables ante la justicia penal ordinaria.
Además,
una selección que consagra las relaciones primarias de simpatía o antipatía,
lealtad personal y – agreguemos – prebendaría, porque el PSUV y sus expresiones
subsidiarias, carecen de una convincente vida institucional interior y todas
las invocaciones normativas suceden a la imposición de una línea política
incuestionable. Por más leyes,
reglamentos y otros dispositivos que se aleguen para configurar la instancia,
es parte de una carpintería posterior a la decisión política de convocarla,
como no hubiese ocurrido en el supuesto de un triunfo gubernamental en los
comicios parlamentarios, dándonos idea
de nuestras tercas informalidades.
Ejemplificado
por el parla-comunal, el asunto guarda correspondencia con el hábito o práctica
inveterada de considerar y reconocer como dirigentes políticos a quienes
carecen de representatividad, avalados por las simpatías personales que
suscitan y el servilismo que es parte de un engranaje que, al parecer, estamos
revirtiendo. Modestamente, creemos que
esto no es hacer política (y política democrática, añadimos), sino –
simplemente – simularla, aunque autores como José Puello.Socarrás, al abordarla
desde la perspectiva mitológica, asume que la política sencillamente lo es, sin
que sea objeto de despolitización o repolitización alguna (Ciencias Sociales,
Quito, nr. 23 de 2005).
Disculpándonos
por el tono testimonial, recordamos el caso de dos jóvenes que, en sus inicios
en la política por estos años, no fueron siquiera delegados de su curso o
elegidos como voceros de sus copartidarios, pero sí muy hábiles en su relacionamiento personal.
Proceráticos y estridentes, nunca protagonizaron una protesta ni rindieron
declaración alguna ante la policía política, pero – eso sí – gustaban de un selfie con los líderes del partido y
acertaban con un oportuno obsequio de cumpleaños.
Las
instituciones, la institucionalidad y el relacionamiento institucional, por
supuesto, debidamente concursados, reglados y perfectibles, fundamentan la
política democrática en la que cabe y se realiza el compromiso personal.
Sospechamos que el amargo y pausado descenso del actual régimen, cada vez menos
representativo del pueblo venezolano, ilustrará mejor los vicios que hemos – de
un modo u otro – cultivado, acentuando la política
como un agresivo pleito de vecindario.
(*)
“La
política. Lógica y método en las ciencias sociales”. Fondo de Cultura
Económica, México, 1992: 132.
Gráfica: Buster Keaton, en una escena de "El maquinista de La General" ("The General", 1926).
Fuentes:
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