EL ARAGUEÑO, Maracay,
6 de marzo de 2005
El
lenguaje de los políticos*Carlos E. Aguilera A.
El valor máximo del idioma con el cual se habla, es la facultad que les da a los hombres y mujeres que lo utilizan para comunicarse entre sí, para cruzar ideas y pensamientos de manera más o menos correcta.
Dependiendo del grado de cultura del hablante, el idioma se hace más pueblerino y vulgar cuando utiliza términos que desdicen de su condición y sólo sirve para comunicarse, a nivel de interlocutores que aplauden, por el sólo hecho de congraciarse con su persona.
Si quien habla un idioma utiliza las reglas que le brinda la gramática, la fonética, la oratoria y otras normas para manejar términos y palabras, su discurso se universaliza entre los hablantes de esa lengua y quien la utiliza expande su radio de acción a un conjunto de personas, que en caso contrario no las escucharían ni le darían importancia. Y es lo que ahora está ocurriendo en nuestro país.
Junto al lenguaje del político se encuentra la facilidad para expresarse, la soltura para lanzar frases e ideas que le permite elevar el nivel de la comunicación y universalizar su contenido para que tenga una aceptación general entre las gentes cultas y las que no lo son.
Pero el lenguaje estaría corto y sin fundamentos si quien habla no tiene la educación necesaria, el conocimiento y la suficiente información para manejar temas relacionados con las funciones que desempeña.
Si hemos seguido el desarrollo lógico de estos planteamientos veremos que no es fácil ser político y además tener la posibilidad de utilizar un buen lenguaje, ya hemos visto en estos últimos tiempos cómo algunos políticos no pueden enfocar de manera coherente sus ideas, en la televisión o en las reuniones públicas.
Venezuela ha tenido grandes oradores como Jóvito Villalba, Raúl Ramos Jiménez, Rómulo Betancourt, Luis Beltrán Prieto Figueroa y otros más, cuya lista sería larga de enumerar, que marcaron pauta con sus encendidos discursos y no como ahora, que envalentonados más por la agreste situación que vive el país, que por su propia condición de creyente o practicante de un mal llamado proceso revolucionario, insultan, descalifican y hasta pretenden humillar al adversario.
La vida social es en sí misma, un proceso de comunicación. Vivir decía Ortega y Gasset, "es encontrarnos en un mundo de cosas, que nos sirven o que se nos oponen, que nos atraen o que repelemos, que amamos u odiamos; es encontrarnos en un mundo de cosas ocupándonos de ellas. Así pues, la vida consiste en la comparecencia, en la coexistencia del yo con el mundo, de un mundo conmigo, como elementos inseparables, imprescindibles, correlativos".
Por su parte refería Roland Barthes: "El discurso político no es el único que se repite, que se generaliza, que se cansa, en cuanto aparece en alguna parte una mutación del discurso, surge una vulgata y su cortejo fatigante de frases inmóviles. Si este fenómeno común le parece particularmente intolerable en el caso del discurso político, es porque la repetición asume la forma de un colmo: A la política que quiere presentarse como ciencia fundamental de lo real, la dotamos fantásticamente de un poder supremo: El de domar el lenguaje, el de reducir toda charlatanería hasta dejar su residuo de realidad. ¿Cómo entonces tolerar sin pensar que lo político integre también las filas de los lenguajes y se convierta en Parloteo?".
Concluimos entonces, comprendiendo que el hecho de que sean discursos políticos indica que el "estado de cosas" perturbado, que origina la producción de tales discursos, pertenece a ese ámbito social donde se ejerce y se establecen las relaciones de dominación y poder.
*Director Ejecutivo Agencia Nacional de Noticias Notimil
Ilustración: http://gerrypinturavisual.blogspot.com/2009_07_01_archive.html
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