Luis Barragán
Corre la noticia: Gabriel García
Márquez fue "espionado" por el FBI, gracias a una orden personal de
su director. ¿Cómo es posible que la agencia incurriese en tal desatino?, es el
latiguillo que concuerda con nuestra persistente auto-victimización. Sin
embargo, el hijo del nobelado – por entonces, insospechada premiación - acertó al declarar que la agencia hizo el
seguimiento al empleado de Prensa Latina que arribó por 1961 a Nueva York, con los estornudos de la
Guerra Fría.
Parece que un dato se extravía,
pues, la desclasificación de los documentos que inquietaron al Washington Post, ofrece un radical
contraste: por una parte, los clasificaron varias veces hasta cumplir un lapso
para la revelación, mientras que – en este lado del mundo – se los roban o lo
destruyen – además - por el capricho de
un funcionario que ni idea tiene de la emisión, orden y preservación de las fuentes (ahora más,
consagrado el tal patriota cooperante);
y, por el otro, algunos periodistas cumplimentan la pesquisa para atraer a los
lectores, informándolos en ese esfuerzo que hace la prensa convencional ante la
dura competencia impuesta por las redes sociales en sus distintas modalidades. Sufrió una medida tan injusta al que debieron
adivinar como el gran novelista que luego se hizo, indica el sentido común
donde no caben otros datos, como el
Estado necesitado del temprano o tardío control ciudadano, la libertad de
indagación y difusión de los medios independientes y, menos, las apetencias de
Gerald Martin que convirtió la biografía en un género de inagotables
exactitudes.
Es de suponer que la suerte
personal de todo alto funcionario, cuyas apreciaciones y decisiones generan no
pocas consecuencias, pasa por una vida
privada limitada, por lo que cualquier grave enfermedad que sufra naturalmente
interesa a todos. El ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, no se
encontraba en el país en los días del anuncio y aplicación del Estado de
Excepción en nuestra frontera tachirense, nada más y nada menos, conociéndose
después que, al padecer un cáncer, marchó a La Habana: lo importante fue su
reaparición fotográfica al lado de Fidel Castro, No obstante, la divulgación fotográfica adquirió
la jerarquía de un honor, homenaje o reconocimiento al soldado venezolano,
aparentemente relevándonos de las circunstancias que lo llevaron a viajar.
Poco o nada obvio ha sido la
enfermedad del decisor público que no debió ocultarse, pues, no sólo porque
todos – incluyendo al suscrito – estamos propensos a padecer alguna dolencia,
fuere grave o no, y lejos de convertirla en una suerte de anormalidad política,
ha de aceptarse como naturalmente humano y, faltando poco, susceptible – antes o
después – de la indagación periodística. Hay constancia histórica de
gobernantes que han sufrido y hasta superado sus enfermedades, con pleno
conocimiento público de sus precisas dolencias, sin que ello produjese
inestabilidad política alguna, pues se convierte en un baremo de la propia
estabilidad y fortaleza institucional que, entre nosotros, tiene un valor
secundario ante la supremacía del individuo de turno.
Las distancias que marca el
imaginario social son las del sentido común y lo que no es tal, entre lo obvio
y lo que no llega a serlo, por lo que es necesario acudir a lo sensato para
descartar lo insensato. En los casos
vistos, juzgamos que lo relevante y fundamental es la posibilidad cierta de averiguar
oportunamente la verdad y, en última instancia, valorar la libertad de prensa
para compartirla y deliberarla, obligados al discernimiento. Empero, hay un
imaginario social – el de estos últimos años – forzado: lo notable es que un
famoso escritor latinoamericano fue sistemáticamente (per) seguido por el
imperio y el dictador cubano puede legitimar cualesquiera eventualidades,
apuntando a sendos mitos que creímos una vez superar.
Ahora, asistimos al otro intento
de prefabricación del imaginario desinhibidamente forzada la escolaridad, luego
de fallar la inmisericorde maquinaria propagandística y publicitaria del
régimen, al pretender cultivar la efemérides
de Chávez Frías. Valga recordar que,
referido por los especialistas, ante un país que no conseguía explicación a sus
miserias y fracasos, posterior a la dura independencia que alcanzó, surgió la
devoción bolivariana a partir de Eduardo Blanco y su Venezuela Heroica, en el siglo XIX: paradójicamente, en el XXI, se
ofrece como alternativa al propio responsable de la inédita debacle que
vivimos.
Fuente: http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/23715-de-la-prefabricacion-del-imaginario-social
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