domingo, 6 de septiembre de 2015

PLENO DE SIMBOLISMOS

No podemos pensar en un Reino de Dios puramente espiritual
Fray Marcos (Rodríguez)

Contexto
El episodio que nos narra hoy Marcos no tiene localización precisa. Sólo sabemos que estamos en la Decápolis, tierra de paganos, de vuelta de Tiro y Sidón. Tampoco está claro por qué Jesús se sale del territorio de Galilea.
Puesto el relato a continuación de la acusación de no cumplir las tradiciones, podía pensarse que es para alejarse del control de los fariseos y letrados, pero es ese caso tenía que haberse marchado desde el primer capítulo del evangelio.
Cabría la posibilidad de que Jesús quisiera dar una lección de universalidad a los discípulos, pero entonces no tendría sentido que dijera a la Cananea: “Sólo he sido enviado a las ovejas de Israel”.
Es una pena que la liturgia se haya saltado el relato de la Cananea. Para mí es uno de los diálogos personales más entrañables y profundos del evangelio. Jesús aprende de ella que los débiles son siempre los que necesitan ayuda, sean judíos o paganos.
Hay otro dato muy interesante. Jesús no va a tierra de paganos a hacer proselitismo. No echa ningún discurso ni se dedica a convencerles para que se hagan judíos. Simplemente va curando a los que encuentra en su camino, sin preguntarles si creen o no creen; si son buenos o si son malos. Hace presente el Reino de Dios con sus obras en todos los lugares a donde va.
Explicación
En el Antiguo Testamento, los tiempos mesiánicos se anunciaron como salvación para los pobres, los marginados, los que no tenían valedor en este mundo injusto.
Seguramente hemos entendido demasiado literal­mente el anuncio hecho por los profetas de que, los sordos oirán, los mudos hablarán, los ciegos verán, los cojos saltarán... En realidad nunca se dice en toda la Biblia que el Mesías tuviera esa misión.
También dice el texto que nacerán fuentes en la estepa, que el león pacerá con el buey, que el niño cogerá la serpiente en la mano y no le hará daño etc.; y nadie espera que eso vaya a suceder en los tiempos mesiánicos.
¿Por qué estas últimas imágenes no las entendemos literalmente, y en cambio sí nos empeñamos en entendemos literalmente lo de que los ciegos verán y los sordos oirán? Además, si sólo unas decenas de personas se vieron favorecidas por la presencia del Reino de Dios, tendríamos que hablar de un estruendoso fracaso.
Debemos tener muy en cuenta que, para los judíos, el hecho de que una persona fuera sorda o muda o ciega o coja, no tenía importancia sólo desde el punto de vista fisiológico, sino que su limitación era más importante desde el punto de vista religioso.
Esa carencia era signo de que, en él, las fuerzas del mal prevalecían sobre las del bien; es decir, que Dios le había abandonado. Si Dios lo había abandonado las instituciones religiosas estaban obligadas a hacer lo mismo. Eran por tanto, marginados religiosos, que en aquella época era la mayor desgracia que podía recaer sobre una persona, porque inmediatamente quedaba excluida de todos los ámbitos de la sociedad.
Jesús, con su actitud ante estas personas, manifiesta que Dios hace precisamente lo contrario, está más cerca de los marginados, de los que sufren, de los que no cuentan.  Al acercarse a ellos y sacarlos de esa situación de marginación, está haciendo presente al verdadero Dios y está dando muestras de que el Reino de Dios que él predica, ha llegado.
El relato de Marcos está plagado de simbolismos que hacen imposible interpretarlo como crónica literal de unos hechos. En el capítulo siguiente de este mismo evangelio, se narra la curación del ciego de Betsaida, utilizando el mismo cliché; exactamente con los mismos detalles:

·         es presentado por otros,

·         le piden que lo toque (le imponga las manos),

·         lo separa de la multitud,

·         hace un tocamiento con su saliva,

·         y les manda que guarden silencio.

En los profetas, la ceguera y la sordera son símbolos de resistencia a la palabra de Dios. En el evangelio son símbolos de la incomprensión y resistencia al mensaje de Jesús. Los discípulos de Jesús no comprenden el mensaje y por lo tanto, no pueden trasmitirlo.
Sordo y mudo en el Antiguo Testamento, era, simbólicamente, el que no quería o no podía escuchar la palabra de Dios, y por lo tanto, tampoco podía cumplirla o proclamarla. Si tenemos en cuenta que la religión judía está fundamentada en la Palabra de Dios, descubriremos que el que no puede oírla ni proclamarla, queda totalmente excluido de la relación con Dios.

·         La imposición de manos era un signo de la comunicación del Espíritu.

·         La mirada al cielo era signo de oración íntima a Dios.

·         Apartarlo de la gente es símbolo de la imposibilidad del seguimiento si no se aparta uno del mundo.

·         El dedo hace referencia al dedo de Dios que actúa con fuerza.

·         La saliva se consideraba como aliento vital materializado.

Tanto el apartarlo de la gente, como el prohibirles contarlo, está encaminado a evitar la interpretación del hecho como un simple beneficio material (falso mesianismo). Recordemos que los taumaturgos trataban de hacer sus curaciones con la máxima ostentación posible. Jesús quiere hacer ver a todos que su objetivo es muy distinto al de ellos.
Jesús nunca identifica el Reino de Dios con una supresión de las limitaciones; tampoco lo identifica con una situación social concreta. En las bienaventuranzas queda muy claro que el Reino de Dios está abierto a todos, por muy adversas que sean las circunstancias personales.
Él dice expresamen­te que el Reino de Dios está dentro de vosotros. El Reino de Dios es una actitud vital de cada persona. Es un descubrimien­to de Dios en lo hondo del ser. Es una toma de conciencia de la verdadera realidad humana. Claro que una vez que la persona entra en esa dinámica, tiene que manifestarse después en la manera de actuar.
La atención a los marginados no es el reino de Dios, sino la manifesta­ción de que, el que actúa de esa manera, lo posee y lo está haciendo presente y visible a todo el que lo quiera ver.
Aplicación
Si queremos que El Reino de Dios llegue a los marginados antes de haber entrado nosotros en él, caemos en la trampa de la programación. Mientras no cambiemos nosotros, por mucha atención que reciban, no ha llegado el Reino de Dios, ni para nosotros ni para ellos.
Para Jesús, la señal de que el Reino de Dios ha llegado, es que los sordos oyen, los cojos andan, los ciegos ven, y los pobres son evangelizados. Él, con esa actitud para con los excluidos, está haciendo presente a Dios.
En eso consiste el Reino: en que los que excluimos dejemos de hacerlo, y los excluidos dejen de sentirse excluidos a pesar de sus limitaciones.
El objetivo de Jesús no es erradicar la miseria, sino hacer ver que hay algo más importante que la salud y que la satisfacción de las necesidades más perentorias. Sacar al pobre de su pobreza no garantiza que lo hemos introducido en el Reino. Salir de nuestro egoísmo y preocuparnos por los pobres, sí puede hacer que el pobre encuentre el Reino de Dios.
Si el reino de Dios no se manifiesta en nuestra relación con los más débiles, es porque no ha llegado a nosotros todavía. Con el evangelio en la mano, no podemos pensar en un Reino de Dios puramente espiritual.
Ya hemos dicho muchas veces que una relación auténtica con Dios es imposible al margen de una preocupación por los demás. Creer que amamos a Dios sin amar al prójimo es una ilusión.  Los cristianos no hemos aprendido la lección, ni como individuos ni como iglesia.
El ejemplo de Santiago, dentro de su simplicidad, es esclarecedor. ¿Quién de los aquí presentes aprecia más a un andrajoso que a un rico? ¿Qué sacerdote, incluyéndome a mí, trata mejor a los pobres que a los ricos? La conclusión es clara: el Reino de Dios aún no ha llegado a nosotros.
¡Ábrete del todo! Sería también hoy el grito que nos lanzaría Jesús. El mensaje de Jesús tendría que operar en nosotros los mismos efectos que tuvieron su saliva y su dedo en el sordomudo. Todos tenemos de algún modo los oídos cerrados y la lengua atada. Escuchar es la clave para ponernos en marcha y descubrir cuál debe ser mi trayectoria en la vida.
Esta postura es mucho más común de lo que solemos pensar. Un proverbio oriental dice: si te empeñas en cerrar la puerta a todos los errores, dejarás inevitablemente fuera la verdad.
Todos estamos, de alguna manera, en esa actitud. El episodio de hoy nos debe hacer reflexionar. Todos tenemos que abrirnos a la verdad y  tratar de ir a todos, llevándoles un poco de ilusión para seguir adelante.
Jesús dijo: “Yo soy la puerta, el que entre por mí quedará a salvo, podrá entrar y salir y encontrará pastos” (Jn 10, 9). Pero, “puerta” se puede entender como el hueco que permite el acceso a una estancia o el elemento material que girando sobre unos goznes, puede permitir o impedir el paso.
El contexto de la cita deja claro que se trata de la apertura para entrar y salir. Pero por desgracia, estamos utilizando a Jesús como el elemento que impide el paso a nuestro interior y a la intimidad de Dios. Hemos cerrado la puerta y nos hemos guardado la llave.
También lo advirtió Jesús: ¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los demás las puertas del Reino de los Cielos! Ni entráis vosotros ni dejáis pasar a los que quieren entrar (Mt 23, 13). Algún día hablaremos de esto.
Meditación-contemplación
¡Ábrete del todo!
La clave de toda vida espiritual es la apertura.
Como una esponja debes dejarte empapar.
Pero para ello, no hay más remedio que exprimirte.
………………..
Si te vacías de todo lo terreno que hay en ti,
lo divino que también está en ti, te inundará.
Es más simple que el mecanismo de un chupete.
En la medida que te vacíes te llenarás.
…………..
Si estás lleno del mundo, tu acción será mundana.
Si estás lleno de Dios, rezumarás espíritu.
Trabaja por lo primero.
Lo segundo será siempre una consecuencia espontánea y lógica.

Fuente: http://www.feadulta.com/anterior/Ev-mc-07-31-37-MR.htm
Cfr. José Antonio Pagola: http://www.feadulta.com/anterior/Ev-mc-07-31-37-Pag-B.htm
Ilustración:
Portia Zvavahera.

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