Quién es Jesús
Fray Marcos (Rodríguez)
Contexto
La trayectoria geográfica que nos marca Marcos es un verdadero galimatías. El domingo pasado lo encontrábamos viniendo de Tiro por Sidón y atravesando la Decápolis. Después de la segunda multiplicación de los panes, nos dice que se marchó a la región de Dalmanuta, en la parte sureste del lago de Galilea. La curación de un ciego, la coloca a continuación en Betsaida. Hoy lo presenta en la región de Cesarea de Filipo, que está río Jordán arriba, en las estribaciones del monte Hermón donde nace.
El relato que acabamos de leer, marca un antes y un después en el evangelio de Marcos. Por una parte, Jesús comienza a proclamar un nuevo mensaje, el mensaje de la cruz. En esta enseñanza Jesús va a traspasar el límite de lo comprensible. Desde el punto de vista racional, el mensaje de Jesús es descabellado, demencial. Comienza también el “camino” hacia Jerusalén donde se consumará su obra.
Además Jesús se va a dedicar expresamente a enseñar a sus discípulos, “comienza a instruirlo” (hasta ahora había enseñado a la gente)
Explicación
La doble pregunta de Jesús parece suponer que la idea que de él tiene el pueblo y la que tienen sus seguidores es muy distinta. La realidad es que, a pesar de la rotunda respuesta de Pedro: “tú eres el Mesías”, la manera de entender ese mesianismo, estaba lejos de la comprensión de Jesús. Pedro, como se manifestará más adelante, sigue en la dinámica de un Mesías glorioso y vencedor de los enemigos del judaísmo; para él es incomprensible un Mesías vencido y humillado hasta la aparente aniquilación total.
El Hijo de hombre tiene que padecer mucho. Explicar los tres elementos de esta frase, nos llevaría horas. Resumiendo mucho:
· “hijo de hombre” significa ‘perteneciente a la raza humana’, este hombre; por cierto, es el único titulo que se atribuye Jesús a sí mismo.
· “tiene que” no alude a una necesidad metafísica o a una voluntad de Dios externa, sino a la exigencia del verdadero ser del hombre.
· “padecer mucho” hace referencia no solo a la intensidad del sufrimiento en un momento determinado (su muerte), sino a la multitud de los mismos que se van a extender durante toda una vida.
Jesús proclama, con toda claridad (parresía) cual es el sentido de su misión, diametralmente opuesta a la que esperaban los judíos y la que también esperaban los discípulos. Nada de poder y dominio sobre los enemigos, sino todo los contrario, dejarse matar para liberar, antes de hacer daño a nadie.
Pedro se ve obligado a decirle a Jesús lo que tiene que hacer, porque su postura equivocada le hace pensar que ni Dios puede estar de acuerdo con lo que acaba de proponer Jesús como itinerario de salvación.
Como Pedro habla en nombre de los apóstoles, Jesús responde ‘de cara a los discípulos’ para que todos se den por enterados del tremendo error que supone no aceptar el mesianismo de la entrega y de la cruz. Ese mensaje es irrenunciable.
Pedro le propone exactamente lo mismo que le propuso Satanás en el desierto: el mesianismo del triunfo y del poder, por eso le llama Satanás. Claro que esa manera de pensar es la más humana que podríamos imaginar, pero no es la ‘manera de pensar de Dios’.
Lo que acaba de decir de sí mismo, lo explica ahora a la gente. “Si uno quiere venirse conmigo, que se niegue a sí mismo…” No es fácil aquilatar el verdadero significado de esta frase; sobre todo si tenemos en cuenta que el texto no dice negar, sino renegar de sí mismo. Aquí el ‘sí mismo’ hace referencia a nuestro falso yo, lo que creemos ser. El desapego del falso yo es imprescindible para poder entrar por el camino que Jesús propone.
“El que quiera salvar su vida la perderá…” No está claro el sentido de ‘psykhe’: no puede significar vida normal, porque diría ‘bios’; tampoco significa alma porque los judíos no tenían el concepto de alma, propio de la filosofía griega. Esa imprecisión del lenguaje nos obliga a ir más allá de las palabras. No se trata de elegir entre dos vidas, sino buscar la plenitud de la vida en su totalidad.
El que no es capaz de superar el yo y no dejar de preocuparse de su individualidad, malogra toda su existencia; pero el que superando el egoísmo, descubre su verdadero ser transpersonal y actúa en consecuencia, dándose a los demás, dará pleno sentido a toda la vida y alcanzará su verdadera plenitud humana.
Fíjate bien que ni siquiera es necesaria la referencia a un dios teísta, fuera y por encima de la creación (comodín indispensable para toda falsa interpretación del mensaje de Jesús). Las “exigencias” que propone Jesús no tienen como base la voluntad de un dios externo y poderoso, que impone su voluntad, sino la exigencia de nuestro ser más profundo, cuyo fundamento es el verdadero Dios. Seguir a Jesús garantiza una plenitud de humanidad.
Aplicación
La inmensa mayoría de los cristianos seguimos en la postura de Pedro. La esencia del mensaje de Jesús sigue sin ser aceptada porque nos empeñamos en comprenderlo desde nuestra raquítica racionalidad. Ni el ADN ni los sentidos ni la razón podrán comprender nunca que el fin del individuo sea el fracaso absoluto. Por eso hemos hecho verdaderas filigranas intelectuales para terminar tergiversando el evangelio.
La primera manipulación consistió en convertir la entrega de Jesús en un trámite exigido por el Padre para su posterior glorificación. El darse a los demás, que era el centro del mensaje, se redujo a una pura estrategia para mayor gloria del ego. Seguimos buscando el objetivo equivocado, cuando pretendemos la gloria, aunque aceptemos el sacrificio.
La ley de la legítima defensa que nos hemos sacado de la manga, es la mejor prueba de cómo somos capaces de dar la vuelta al mensaje cuando no coincide con nuestros intereses.
La clave de todo el mensaje de Jesús es ésta: dejarse machacar es más humano que hacer daño a alguien; morir a manos de otro es más humano que matar.
Nunca, bajo ningún pretexto tengo derecho a hacer daño a otro ser humano. El aplicar al mismo Dios la ley del talión, es el colmo de la desfachatez. Que fácil lo hemos puesto: si Dios castiga con el fuego eterno al que no se doblega, ¿qué podemos hacer nosotros?
Debemos seguir preguntándonos quién es Jesús. Pero lo que nos debe interesar es un Jesús que encarna el ideal del ser humano querido por Dios, que nos puede descubrir quién es Dios y quien es el hombre.
La pregunta que debo contestar es: ¿Qué significa, para mí, Jesús? Pero tendremos que dejar muy claro, que no se puede responder a esa pregunta si no nos preguntamos a la vez ¿Quién soy yo?
Porque no se trata del conocimiento externo de una persona: cuándo y cómo vivió, quiénes son sus padres, en qué cultura se desarrolló, cuál era su entorno social y religioso. Ni siquiera se trata de conocer y aceptar su doctrina. Se trata de algo más profundo y vital: responder a la pregunta, con mi propia vida.
Dios no puede querer el sufrimiento. Dios quiere siempre el bien total del hombre. El hombre, como fruto de una larga evolución, es un ser complicado. La razón, recién llegada, se sustenta sobre una estructura, fruto de tres mil ochocientos millones de años de constante evolución. Esta parte superior de ser humano no puede subsistir sin apoyarse en lo biológico, pero puede ir más allá de sus planteamientos.
Aquí está el verdadero conflicto. La evolución desarrolló dos mecanismos que la han hecho posible: el placer y el dolor. Todo aquello que favorece la vida biológica y la seguridad del ser vivo, le produce placer; por lo tanto el individuo lo buscará con todo ahínco. Todo aquello que deteriora su estructura física, le producirá dolor y el individuo huirá de ello con violencia.
Pero el hombre no puede tener como objetivo lo biológico, sino lo específicamente humano. La razón puede dejarse llevar de las exigencias biológicas y ponerse a su servicio; puede utilizar toda su capacidad para buscar el placer o para huir del dolor. Pero el hombre, desde su vivencia interior, puede descubrir que su meta no es el gozo inmediato, sino alcanzar la verdadera plenitud humana, que le llevará más allá de las simples apetencias de los sentidos y apetitos.
Si la mente no accede a las exigencias de la parte inferior, y pretende imponer su criterio de buscar el bien superior, la biología reaccionará produciendo dolor. Este dolor es el que Jesús propone como inevitable para alcanzar la plenitud.
La cruz, símbolo de la entrega total, es la meta de la vida humana. La hora de la plenitud de Jesús fue la hora de la muerte en la cruz. Ahí consumó su carrera. Se identifico con Dios que es don total. Ya no necesita más glorificaciones ni exaltaciones, después; entre otras razones, porque no hay después, sino un eterno ser en Dios. Jesús vivió y predicó que lo específicamente humano, es consumirse en la entrega al bien del hombre concreto.
Una vela está hecha para encenderla y que, ardiendo, ilumine. Pero, al arder, no tiene más remedio que consumirse. Nadie se echa las manos a la cabeza por ello. Al contrario, sólo entonces adquiere pleno sentido su existencia. Sólo cuando la oscuridad nos obliga a encenderla, cobra todo su valor como vela. Una vez que se ha consumido, no tiene sentido el querer honrarla con magníficos adornos. No hay donde colocar los adornos...
Meditación-contemplación
Y tú, ¿quién dices que soy yo?
No me interesa una respuesta teórica.
¿Manifiesta tu vida lo que Jesús vivió y predicó?
¿Te mueve, por encima de todo, el bien de los demás?
…………………
En tus manos está dar sentido a tu vida o malograrla.
Vivir como simple animal o como verdadero ser humano.
Lo que des de ti mismo, se convertirá en vida.
Lo que te guardes se convertirá en pura pérdida.
……………………
Si permaneces en tu falso yo, no podrás entenderlo.
Si descubres tu verdadero ser, ya lo has entendido.
Jesús, como hombre, te marcó el camino de la plenitud.
No tienes más que seguirlo en su trayectoria humana.
Fuente: http://www.feadulta.com/anterior/Ev-mc-08-27-35-MR.htm
Cfr. Isabel Vidal de Tenreiro: http://www.feadulta.com/anterior/Ev-JE_07-pensar-como-Dios.htm
Ilustración: Maximino Cerezo.
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