domingo, 30 de marzo de 2014

TIERRA-CARNE, SALIVA-ESPÍRITU

Juan 9, 1-41
Que la luz te inunde
Marcos Rodríguez

Deja que la luz te inunde. Aunque alumbre telarañas, te hará también descubrir el diamante.
Todo el relato es simbólico. Con él se está proponiendo un proceso catecumenal que lleva al hombre de las tinieblas a la luz; de la opresión a la libertad; de no ser nada a ser hombre cabal.
Jesús tiene que salir del templo huyendo de los fariseos que querían apedrearle por haber dicho “Yo soy la luz del mundo”. Ahora lo repite y lo va a demostrar con hechos, dando la vista al ciego.
Jesús no le consulta, porque siendo ciego de nacimiento, no sabe lo que era la luz ni puede desearla. No suprime su libertad, le ofrece la oportunidad, pero la decisión queda en sus manos. Tendrá que ir a lavarse a la piscina, para llegar a ser él mismo.
Los demás personajes del relato siguen en su ceguera: fariseos, apóstoles, paisanos, padres, son símbolos de lo difícil que es aceptar la luz cuando ilumina lo que no queremos ver.
Al mezclar la tierra con su saliva está simbolizando la creación del hombre nuevo, compuesto por la tierra-carne y la saliva-Espíritu. De ahí la frase que sigue: le untó su barro en los ojos. El barro, modelado con el Espíritu, es el proyecto de Dios realizado ya en Jesús, y con posibilidad de realizarse en todos los seres humanos.
Juan usa dos verbos para indicar la aplicación del barro en los ojos: aquí “untar-ungir”, en relación con el apelativo de Jesús "Mesías". Más adelante dirá sencillamente “aplicar” (versículo 30). Aquí está la clave de todo el relato. El ciego es ahora un “ungido”, como Jesús. El hombre carnal ha sido transformado por el Espíritu.
La duda sobre la identidad del ciego refleja la novedad que produce el Espíritu. Siendo el mismo, es otro. Hay diferencia entre el hombre sin iniciativa ni libertad y el hombre libre. De ahí que, más adelante utilice las mismas palabras que tantas veces en Juan, utiliza Jesús para identificarse: "Soy yo". Esta fórmula refleja la nueva identidad del hombre transformado por el Espíritu. Descubre la transformación que ha operado en su persona.
El ciego opta libremente por la luz. Sigue el camino que Jesús le marca y llega al sitio indicado. Él, que era sólo carne, encontró el Espíritu.
Como en los demás milagros narrados por Juan, no da ninguna importancia al hecho de la curación física. Lo despacha con media línea. Lo que de verdad importa es que este hombre estaba limitado y carecía de toda libertad antes de encontrarse con Jesús. Ahora descubre lo que significa ser hombre y se siente completamente realizado. El Espíritu le ha capacitado para desplegar todas las posibilidades de ser “Hombre”. El horizonte que se abre para él es indescriptible. El mundo ha dado para él un cambio radical. Su vida anodina y dependiente está ahora llena de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no sólo en su interior sino ante los demás.
La piscina de Siloé se encontraba fuera de los muros de la ciudad. Recogía el agua de la fuente de Guijón que llegaba a ella conducida por un canal-túnel (de ahí el nombre arameo de "siloah"= emisión-envío o agua emitida-enviada). Juan aplica el nombre a Jesús: el enviado.
La doble mención de untar-ungir y la de la piscina, término que será utilizado para designar la fuente bautismal, nos muestra que se está construyendo este relato de la actividad de Jesús a partir de los ritos de iniciación (bautismo) de la primera comunidad.
No se había mencionado que el ciego era mendigo (pedía limosna, sentado). Estaba inmóvil, impotente, dependiendo de los demás. Este punto de partida es clave para resaltar el punto de llegada. Jesús le va a dar la movilidad y la independencia. Le hace hombre cabal.
Tampoco se menciona el precepto del sábado hasta mediada la narración. Jesús no tiene en cuente esa circunstancia a la hora de hacer bien al hombre. Amasar barro estaba explícitamente prohibido por la interpretación farisaica de la Ley. El amasar el barro el día séptimo, prolonga el día sexto de la creación. Jesús termina la creación del hombre.
A los fariseos no les interesa el hecho de la curación, sino el cómo; porque ahí se podía descubrir la infracción. No se alegran del bien del hombre; lo humano se analiza sólo a través de lo jurídico. Los fariseos acuden a los padres para desvirtuar el hecho que no pueden negar. Los padres no tenían culpa, pero tienen miedo a los dirigentes. Pertenecen a la gente sometida, en tinieblas.
La pregunta es triple: ¿Es vuestro hijo? ¿Nació ciego? ¿Cómo recobró la vista? El hecho es tan evidente que, por sí mismo está acusando a los fariseos. Los padres responden a las dos primeras preguntas, pero a la tercera, la más importante, no se atreven a responder. El miedo les impide aceptar cualquier complicidad con el hecho. Como los fariseos consideran un crimen que el ciego vea, ellos eluden toda responsabilidad. Tiene miedo de ser expulsados de la institución. Están atemorizados, porque no tienen otra salida.
Al fallarles la argucia con los padres, intentan otra vez confundir al ciego. Quieren, por todos los medios conseguir la lealtad del ciego, aún en contra de la evidencia. Condenan a Jesús en nombre de la moral oficial y pretenden que le condene también el que ha sido curado. Ellos lo tienen claro, Dios no puede estar de parte del que no cumple la Ley. Dios no puede actuar contra el precepto ni siquiera en beneficio del hombre. Quieren hacerle ver que la vista de que ahora goza es contraria a la voluntad de Dios. Siguen defendiendo su postura negando la evidencia. Son los enemigos de la luz. Con la mentira pretenden extinguirla
Al contrario que los padres, el ciego no tiene miedo de expresar lo que piensa ante los jefes. El hombre no se mete en cuestiones teológicas. A las teorías teológicas, opone los hechos. Puede que se haya quebrantado la Ley del Sábado, pero lo que ha sucedido es tan positivo para él, que se tiene que hacer la pregunta: ¿No estará Jesús por encima del Sábado?
Ha experimentado el amor gratuito y liberador. Él sabe ahora lo que es ser un hombre cabal y gracias a eso, sabe también lo que es Dios. Él ahora ve, los maestros están ciegos. En Jesús que le dio la vista, está presente Dios. El hombre utiliza una teología admitida por todos. Dios no puede conceder a un descreído, realizar una obra tan extraordinaria.
Por no negar su propia experiencia ni renunciar al bien que ha recibido, lo expulsan. Con su mentira han querido apagar la luz-vida. Al no conseguirlo, el hombre no puede permanecer dentro del ámbito de la muerte-tiniebla que es la sinagoga. Lo mismo que Jesús tuvo que salir del templo, el que recibe la luz, tiene que salir de la sinagoga.

"Fue a buscarlo". eurwn no significa un encuentro fortuito, sino el fruto de una actividad con la intención de encontrar algo o a alguien. El contraste salta a la vista. Los fariseos lo expulsan, Jesús lo busca. No le dice, como al inválido de la piscina, que no vuelva a dejarse someter. Ya había superado la prueba manteniéndose firme ante los fariseos. Con su pregunta va a acabar la obra de iluminación que había comenzado. La acción de Jesús había hecho descubrir al ciego, una nueva manera de ser hombre, cuyo modelo era "el Hombre". Jesús quiere que tome conciencia de esta realidad.
El relato termina con la plena aceptación de Jesús. "Se postró" prosekunhsen es el mismo verbo con que se designa la adoración debida a Dios (Jn 4, 20-24). El gesto de postrarse para adorar a Jesús no es infrecuente en los sinópticos, sobre todo en Mateo, pero éste es el único pasaje de Juan en que aparece. Jesús, el Hombre, es el nuevo santuario donde se verifica la presencia de Dios. El ciego, expulsado de las instituciones judías, encuentra el verdadero santuario, Jesús, donde se rinde el culto en espíritu y verdad anunciado a la Samaritana. Este culto no se puede dar a Dios más que en el hombre, porque consiste en la práctica del amor.
Meditación-contemplación
¿Crees tú en el Hijo de Hombre?
Creer en Jesús es creer en el Hombre.
Él es el modelo de hombre,
el hombre acabado según el designio de Dios
Alcanzó esa plenitud dejando que el Espíritu lo invadiera.
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Jesús es, a la vez, la manifestación de Dios y el modelo de hombre.
En su humanidad, se ha hecho presente lo divino.
La “carne” ha llegado a su grado máximo de transformación.
El Espíritu asumió y elevó la materia hasta transformarla en Espíritu.
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Mi meta es también dejarme transformar en Espíritu.
Para ello hay que nacer de nuevo.
Tengo que morir a todo lo que en mí hay de terreno.
Y dejar que se despliegue en mí lo que hay de divino.

http://www.feadulta.com/anterior/Ev-jn-09-01-41.htm
Pieza: Carlos Zerpabzueta.

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