domingo, 9 de febrero de 2014

DESENCAPUCHADURA

Del madurato  (y 14-F)
Luis Barragán


Hubo chavismo, manifestación de un movimiento político y social, y, luego, chavezato, poder constituido. Ahora tenemos  el madurato, sin que avistemos el madurismo.

Sustentada en la necropolítica, transitamos otra etapa en la que afloran y prevalecen las características personales de Nicolás, quien parece más un agente cubano que mandatario venezolano, o el tal presidente-obrero de los felicitadores de ocasión, negado el respaldo de los trabajadores que lo sienten ajeno.  Hay un nuevo poder establecido que, con alguna lentitud acelerada, valga el oxímoron, está desplazando los ya viejos intereses que nuclearon a las camarillas, definidos y acuerpados en larga década y media, marcando las otras distancias con los hechos originarios.

Nicolás vive  una experiencia personal de poder, enfatizando que a Capriles “lo tengo trabajando”, metido por ahora en el carril.  Una rara concepción del Estado que pierde sus complejidades en la versión de una jefatura que depende de repentinos e inspirados caprichos verbales, ya que el libreto se impone: el muchacho de mandado, manda.

El radical informalismo  no entiende ni acepta nociones tan elementales como la división de los órganos del Poder Público, subastada la opinión forzosamente favorable entre los opinantes del régimen. Muy escasos son los mecanismos institucionales que emplea, como la liturgia castrense que la sabe indispensable para convencernos de la suprema posición, o la Gaceta Oficial que recoge sus decisiones, pues,  vocea las consignas e increpa al disidente, creyéndose desobligado a cumplir con el mínimo respeto hacia las altas responsabilidades que desempeña y, mucho menos, a dar explicaciones más o menos sensatas y que superen los caracteres de un Tweed vespertino: jamás deseamos descalificar a nadie en términos personales, pero un mal orador y un mal lector de las parrafadas que lo han ocupado en la Asamblea Nacional, a pesar de una diputación privilegiada de años, simplemente ordena y ofende cuando no sabe ni le importa argumentar.

Por más que las emisoras y periódicos gubernamentales expriman la imagen de Chávez Frías, lo incontrovertiblemente cierto es que ya no está, y – en lugar de insistir con él – la atención debemos dispensarla hacia Nicolás Maduro. Ya el chavezato no existe y, fantasmal, el chavismo es – a lo sumo – una nostalgia del pasado absurdamente prorrogado, porque – querámoslo o no – es Nicolás Maduro el que gobierna, se le impone a Diosdado Cabello, a Rafael Ramírez y a todo el alto mando militar.

La inconformidad estudiantil, en las cercanías del bicentenario de la Batalla de La Victoria, es el resultado – mas, no la causa – de una crisis igual e inescrupulosamente reprimida, a pesar de los altísimos costos sociales y económicos que acarrea.  Parto de los laboratorios oficiales, anudándose a un eufemismo del que esperan ciertos rendimientos en el ámbito psico-social,  anuncian para el 14 de febrero un Plan de Pacificación que significativamente “coincide con el Día del Amor, de la Amistad”;  aplicable en todo el territorio nacional, advertidas las bandas criminales respecto al tiempo que se les ha terminado; prometidas normas “muy estrictas”  contra el amarillismo de los medios, curador de los antivalores del capitalismo y el culto a las armas, la violencia y las drogas: "El Plan de Pacificación, una de sus áreas de trabajo muy priorizada es el desarme de todas las bandas (...) No acepto retos contra el Estado, ni contra las instituciones ni contra la sociedad. Que tengan claro quién soy yo: soy un revolucionario, un hombre del pueblo", apuntó Nicolás hace poco, admitiendo que sus colaboradores le pidieron un poco más de tiempo para diseñar la oferta.

Lógicamente, el solo anuncio genera malestar e indignación, pues, porque tácitamente reconoce el monumental fracaso de algo que presentaron como  Patria Segura, concediéndoles mayor tiempo a los homicidas que están sueltos en el extenso territorio, mientras corren los técnicos a remendar el capote.  Las capuchas de la remota militancia, ya no sirven para gobernar. Empero, según la transmisión de Venezolana de Televisión, la Primera Combatienta (SIC) del Táchira pronunció un curioso discurso ante la escasa audiencia que la emisora apenas disimuló, exigiéndole responsabilidades al alcade de la ciudad que ella habita desde hace un año, proclamando que no se entiende con encapuchado, sino con gente que muestre sus nombres y numeración de las cédulas de identidad.

14- F

Además, si olvidan que el ultraizquierdismo nutrió y se valió de la antipolítica para ascender al poder década y media atrás, ni remota idea deben tener de los eventos que experimentó   Caracas casi 78 años atrás. Quizá el Sagrado Fuego de la Patria no tenga todavía  la retórica, el ánimo y la floritura para explicarlos según código de Jacinto Pérez Arcay.

Fallicido Juan Vicente Gómez, 1936 tiene por acento inaugural las exigencias de una apertura política que parecía explicarla el retorno de los exiliados, pero resultaba insuficiente. El reclamo esencial era el de las libertades políticas y alcanzó tal calibre que el gobierno suspendió las garantías constitucionales, censurada la prensa.

La mañana del 14 de Febrero de 1936, fue reprimida ferozmente la protesta popular encabezada por el estudiantado con un saldo de muertos y heridos. La ciudad capital fue el novedoso escenario de la manifestación que, por si fuese poco, enderezó el camino hacia Miraflores y, valga acotar, no rogó el diálogo: Eleazar López Contreras recibió a una delegación, escuchando atentamente al vocero, Jóvito Villalba, que – al parecer – hasta golpeó con su pajilla el escritorio presidencial.

Los dialoguistas del momento actual, aquellos que lo piden y aceptan incondicionalmente reducidos a meros espectadores de un monólogo, no tienen por qué saber minuciosamente todos y cada uno de los eventos que explican nuestro historial republicano, pero sí deben saber o intuir que existen precedentes en las luchas cívicas y populares que piden un mínimo de consecuencia. Por cosas del azar, Nicolás Maduro anuncia un magistral e infalible Plan de Pacificación para el 14 de febrero de 2013, decidido a censurar directa o indirectamente a los medios independientes de comunicación social, ignorando la significación histórica de una fecha que, por cierto, tan anticapitalista él, únicamente la recuerda como el Día del Amor, de los Enamorados o de la Amistad, tan cara a las actividades comerciales.

López Contreras fue un sucesor presto a la transición y, a pesar de hallarse en los supuestos ideológicos del gomecismo, apostó por una cierta apertura que combinó la tolerancia y la represión en desiguales dosis. Luis Ricardo Dávila  (“El Estado y las instituciones en Venezuela [1936-1945]”, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1988: 80-94),  caracteriza al régimen como propulsor de una democracia evolutiva, afianzada en la gradualidad del ejercicio de los  derechos políticos democráticos, intentando un equilibrio entre el orden y las  libertades; esgrimiendo el legalismo, como “principal norma política del gobierno”, con orden y disciplina; mejoramiento condiciones materiales de los sectores populares, previo reconocimiento de una situación catastrófica; y abogando por un  bolivarianismo político y electoral, imbuido de positivismo.

Luego, el madurato tiene por empeño el retroceso político en relación a los derechos y garantías conquistados por los venezolanos con sobrados sacrificios, violentando la normativa jurídica vigente, generando una pobreza que no se compadece con los ingresos petroleros, y ridiculizando ya a un Bolívar extenuado. ¿La mayor paradoja? Reprimiendo al estudiantado que protesta, en la fecha bicentenaria de la Batalla de La Victoria, y anunciando una extraña pacificación el 14-F, con jóvenes presos y reprimidos, después de casi 80 años de la gesta popular que conmovió a Caracas.

http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/18196-del-madurato-y-14-f
Pieza: Esther Stocker, .
Fotografías: Juanito Martínez Pozueta para el artículo de Analuisa LLovera sobre los sucesos del 14 de Febrero de 1936. Momento, Caracas, nr. 396 del 16/02/64.

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