jueves, 28 de septiembre de 2017

INCERTIDUMBRE

EL MUNDDO, Barcelona, 18 de septiembre de 2017
EL RUIDO DE LA CALLE
Alcaldes dolicocéfalos
Raúl del Pozo
 
"Un vulgo errante, municipal y espeso" ha tomado el palacio gótico. La vara de los alcaldes, como la de la Justicia, es símbolo de autoridad y tiene connotaciones fálicas. Es metáfora del pene. La han utilizado para dar varazos a la Constitución, poniendo los huevos sobre la mesa. Setecientos alcaldes, autoridades menores, políticos de bache y farola, erguidos como gallos, con las varas enhiestas, se han convertido en maleantes. Se colocaron detrás de los cabecillas del motín, entre los que está Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, y los jefes del Govern títere. Como se lee en el Quijote, no rebuznaron en balde el uno y el otro alcalde porque, según el ministro de Justicia, si son 700 los que nos dieron coces, serán 700 los que irán a juicio. Habrá que verlo y habrá que observar si el Estado democrático es capaz de desmontar el retablo de los tramposos.No sé si llegarán a tiempo los yanquis para desarmar a los segregacionistas, cuyos barandas, "una república de municipios independientes" (Carlos Marx), ya no representan a sus vecinos sino a los enemigos de la ley. Pero dominan la parte más hostil del territorio y van a traer de cabeza a los fiscales.Los alcaldes que han desafiado a la Constitución no emularon al alcalde de Zalamea y o al de Móstoles. El de Zalamea, protagonista de la obra de Calderón, que luchó contra la sublevación de Cataluña, defendía a los vecinos contra el poder, mientras que los ediles catalanes apoyan a una banda facciosa del propio Estado. El de Móstoles apoyó a los españoles y éstos ya son los enemigos de los españoles que viven en sus municipios. El referente de estos secesionistas es, más bien, Bartomeu Robert, que fue alcalde de Barcelona y tiene monumentos y calles en toda Cataluña. Era dirigente de la Lliga cuando, según Pla, los catalanistas eran "cuatro gatos" y tenían fama de chalados. Decía el alcalde Robert, aquel padre del nacionalismo, que España era un país moruno y que la raza catalana era superior a la castellana. Defendía la rassa y distinguía tres perímetros craneales, braquicéfalos atlánticos, dolicocéfalos mediterráneos y mesocéfalos mesetarios.Toda esta pesadilla empezó cuando Pi i Margall ideó aquella cursilada de las nacionalidades, después del cantonalismo y la república federal frustrada. Desde entonces los españoles se han enfrascado en una conversación bizantina, estúpida e interminable, preguntándose si es igual nación que nacionalidad, sustancia que calificación y si es posible un solo Dios entre tantos dioses.Mientras, los sediciosos preparaban el asalto a la nación después de una escalada de intoxicaciones, una charca de mentiras, una sucesión de gatadas, astucias, engaños y simulaciones. Empezaron con el derecho a decidir y acabaron con el referéndum de autodeterminación. Y ahora la gente en Cataluña no sabe quién representa la ley y quién el delito, cuando está clarísimo quienes están con la democracia.Que no duden: el delito está en los que han atacado la Constitución, el Estatuto de Autonomía, la Generalitat y la soberanía nacional.

Fuente:
Iustración: Ulises Culebro.

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