lunes, 25 de septiembre de 2017

ABRASIÓN

Ingeniería de mantenimiento, democracia, chavismo, cultura, estética. Todo mezclado
Hermann Alvino
 
– Con el tiempo, todo lo material se deteriora, la luz solar degrada el color del plástico, los filamentos de los millones de bombillos que aún alumbran las calles y las casas se funden, los baches de las calles aparecen de la nada por la abrasión de los neumáticos -unida al peso de los vehículos que por allí circulan-, los cables de los ascensores pierden sus propiedades por la fatiga de estirarse y encogerse contínuamente, la misma humedad y el oxígeno del aire se comen la infraestructura metálica, los rodamientos de ejes de motores pierden lubricante y se trancan, el concreto se agrieta, los moldes de las prensas con que se fabrican millones de objetos se desgastan, al igual que el cableado eléctrico y telefónico junto a las tuberías de agua y gas. En fin todo lo que nos rodea, comenzando por la misma ropa que vestimos y los electrodomésticos con que la lavamos, junto al resto de aparatos en nuestros hogares, termina averiándose, al igual que los ordenadores y teléfonos móviles, especialmente los de baja gama, con sus circuitos integrados chinos, cuyas aleaciones y soldaduras, además, se degradan con el calor que generan esos mismos circuitos, en una suerte de curioso suicidio electrónico.

– Las causas del deterioro y ruptura son muy diversas, y complementan el inevitable desgaste natural que aparece con el tiempo, aun con un uso normal de cada equipo e infraestructura; entre las más nefastas está el simple mal uso, y el no corregir a tiempo esas pequeñas fallas que van apareciendo, aunque en estos tiempos de consumo y degradación extrema del planeta, a veces salga más barato comprar un aparato nuevo que enviar a reparar el averiado.

– En materia de infraestructura pública, Venezuela nunca se ha caracterizado por mantenerla en buenas condiciones, y a excepción de aquel Metro de Caracas, que funcionó impecablemente antes de que el chavismo lo invadiera todo, el país ya arrastraba desde siempre un déficit de mantenimiento que poco a poco afectó a todo lo que estaba a la vista: autobuses, carreteras, aceras, postes y alumbrado, teléfonos públicos, alcantarillas y desagües, barandas de autopistas, ascensores, escaleras mecánicas, etc.

– Ese enorme deterioro se generó a partir de la incompetencia de quienes eran designados para dirigir las diversas unidades de mantenimiento adscritas a ministerios y empresas del Estado; una incompetencia que irónicamente no afectaba tanto al personal técnico subordinado, o sea los ingenieros y técnicos que conocían su oficio muy bien, pero cuya capacidad de decisión y operatividad se estrellaba con el nivel superior. El problema de la gerencia mediocre, o simplemente la falta de gerencia, siempre ha sido uno de los grandes defectos de la administración pública, y no cabe duda de que sus consecuencias fueron decisivas a la hora de degradar la calidad de vida al punto de hacer que el chavismo se viese atractivo para millones de venezolanos.

– La experiencia en materia de ingeniería de mantenimiento en la administración pública venezolana indicaba que la falla en el nivel de dirección se retroalimentaba en el nivel obrero, aprisionando así al nivel medio de ingenieros y técnicos, esto es, que por una parte, los directores pocas veces se nombraban por su capacidad técnica, específicamente enfocada al mantenimiento –que es una rama de la ingeniería tan rigurosa como todas las demás, a las cuales integra de manera multidisciplinaria para alcanzar un notable grado de complejidad-, y por otra, que el nivel obrero había llegado a un punto de no retorno en materia de incompetencia, una vez que el clientelismo partidista lograra imponerse sin control alguno.

– Así, cuando en el nivel de dirección se tomaba la decisión de realizar algún “operativo” para compensar el deterioro causado por meses y años de laxitud gerencial, todo se basaba en que había el dinero generado por la renta petrolera, y muy pocas veces se daba el caso de una gerencia basada en la relación costo-beneficio, a partir de las rutinas que la ingeniería de mantenimiento establecía como estándares en cada clase de infraestructura.

– Por su lado, en el nivel obrero se iban colocando a miles de personas a partir del clientelismo político, dejando así las unidades de mantenimiento saturadas de obreros mal formados, que en el mejor de los casos tenían la intención de trabajar, pero que en muchas oportunidades ellos solamente estaban allí para cobrar. Ellos eran empleados sin empleo. Además, ni estaban todos los que debían ser, ni eran todos los que debían, ya que incluso por la misma dinámica sindical y el amiguismo, había jardineros especializados operando como soldadores, o electricistas trabajando como choferes, cual diabólica rotación que buscaba cobrar incentivos, horas extra, y bonos diversos impuestos por un poder sindical fundamental para los partidos. Este problema pasó a ser parte de la democracia misma, o más bien, de la cultura nacional, puesto que ya sin democracia real, el chavismo, con sus funcionarios civiles y militares, muchos más ineptos y corruptos que los de la democracia, ha llevado esta realidad a extremos intolerables para cualquier intento de administración pública racional.

– Las consecuencias de nombrar en altos niveles de las unidades de mantenimiento a directores sin la formación gerencial adecuada, y por tanto incapaces de aprehender los conceptos de calidad, no solamente conllevó que no se tomaran decisiones acertadas, o que no se tomaran en absoluto, sino que cuando ello ocurría se dejaban de lado justamente los estándares de calidad que asegurarían un abordaje exitoso al probema. El mejor ejemplo de ello lo conoce cada venezolano cuando ve los huecos de las calles, que cuando por algún milagro se reparan, reaparecen al poco tiempo.

– Han habido además dos motivos adicionales de deterioro que también evidencian la incapacidad de la administración pública para llevar el paso en materia de mantenimiento -y que con la pobreza creada por el chavismo han llegado a extremos impensables-: el primero es el latrocinio ciudadano generalizado de la infraestructura, como el robo de centenares de kilómetros de cableado, de tuberías, de barandas de las autopistas, de tapas de inodoros, de papel de oficina, lápices, y todo lo que esté a la vista. Un ejemplo desde siempre han sido los hospitales, donde el déficit de material ha sido crónico por el robo continuado por parte del personal médico inescrupuloso, y de los mismos usuarios y pacientes; otros ejemplos son el robo de energía eléctrica y de agua, y para ello basta voltear hacia nuestro cerros para valorar la magnitud del problema. Todo ello es consecuencia directa del desgobierno.

– El otro motivo es el simple mal uso y abuso con el que el ciudadano interactúa con la infraestructura, y lo vemos en los asientos de una buseta, en los lavamanos quebrados de los baños públicos o en las botoneras rotas de los ascensores de cualquier edificio, lo que indica incluso que en Venezuela todo comienza a deteriorarse en grado sumo incluso antes de inagurarse. No es solo vandalismo sino mal uso  ciudadano, en un país donde se cree que las cosas no son de nadie, y por ello se abusa de ellas, pero también se piensa que las cosas son de todo el mundo, y por ello también se abusa de ellas. Pero cuidado, no se trata de autoflagelarse, porque basta visitar un baño de un avión al final del trayecto para comprobar que el abuso es planetario, excepto claro está si los pasajeros eran japoneses.

– Durante la democracia prechavista hubo ciclos de recuperación de la infraestructura que en cierta medida permitieron que el país siguiera funcionando dentro de niveles aceptables. El gobierno de Luis Herrera abordó una renovación de toda la infraestructura, junto a la imposición de parámetros operativos de calidad, algo que tuvo un enorme costo para todo el país, pero que fue inevitable dado el caos y el colapso de la infraestructura generado durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez –quienes durante aquel gobierno de LHC trabajaron en el Instituto Metropolitano de Transporte Colectivo, o en el Centro Simón Bolívar, recuerdan muy bien el vergonzoso estado de las cosas que heredaron de la gestión de Diego Arria, una historia patria que está a la vista, y bien documentada para cualquier venezolano que tenía que pasar por un aeropuerto, un terminal de autobuses, utilizar un ascensor del edificio donde estaban los tribunales, o montarse en el autobús de la ruta de San Ruperto, porque en ese momento era que su vida se convertía en algo muy desagradable.

– Aún así, el país tenía esa cíclica capacidad de respuesta que la renta petrolera le permitía, para más o menos seguir funcionando dentro de mínimos de calidad. Sin embargo, lo que sí constituía una excepción en positivo en materia de dicha calidad, era el estado de la industria petrolera y de casi todas las empresas de la CVG de Guayana –nótese el “casi todas”, porque allí ya había nidos muy bien establecidos de latrocinio y desdén por la infraestructura industrial, casualmente gestionada por muchos que a la postre resultaron ser chavistas-. Y era gracias a esos estándares de gerencia y de mantenimiento que esas industrias generaban las divisas que podían malgastarse a partir de la irresponsabilidad de los niveles de decisión mencionados, y cuya inercia de bonanza le ha permitido al chavismo ampliar hasta lo indecible este enorme inframundo clientelar que arruinó en su momento a la democracia.

– Ahora imaginemos a Venezuela gobernada durante 18 años por una banda de ineptos y corruptos, constituidos en una parte muy importante por militares, que de estas cosas saben muy poco, para quienes el objetivo de su presencia en el gobierno no es cumplir con la misión específica de cada organismo público, sino simplemente medrar y robar. Imaginemos esto, ya no a los dos niveles comentados –el gerencial y el obrero-, sino a todo el resto de los estratos de la administración, y sumémosle el criminal acto de Chávez de transformar a PDVSA y a la CVG en sumideros clientelares para cargarles a sus presupuestos los sueldos y salarios de millones de venezolanos cuya misión principal no es trabajar, sino apoyar al régimen. Visto así ya podremos explicar las razones por las cuales, para cualquier venezolano, la vida se ha hecho insoportable, porque gobernar no es despachar desde un cómodo sillón en un recinto decorado con gusto algo discutible, sino pensar, planificar y decidir sobre asuntos muy concretos sobre los que hay que tener especialización y experiencia.

– De allí que los países exitosos dividen a la administración pública en un nivel político y en otro operativo, estando el primero a cargo de políticos que pueden desconocer por completo lo que tienen entre manos, pero que cuentan con unos colaboradores que sí saben lo que hacen, y que están allí por méritos realizados dentro de una carrera administrativa estable. Que se nombre un ministro de defensa para luego rotarlo al ministerio de educación, y más adelante al de sanidad, obviamente no es lo ideal en ninguna administración, pero si se tiene el formidable apoyo del funcionariado experto y estable, al menos esa opción será el mal menor en comparación al desorden gerencial que ha caracterizado al Estado venezolano.

– Volviendo al mantenimiento, cuando cualquier paisano viaja se percata de las razones por las que súbitamente le nacen deseos de vivir fuera del país, y éstas nacen de lo bien, relativamente bien, cuidadas que están las cosas o de lo rápido que puede funcionar el realizar trámites, incluso en países más pobres, donde los formatos y demás papeles requeridos siempre están disponibles para ciudadanos y funcionarios. Fue entonces la misma muerte lenta de la ingeniería de mantenimiento del Estado venezolano, a partir de mediados de los años 80 del siglo pasado, la causante de muchos disgustos de la gente, porque esa muerte reflejaba los dos grandes defectos que a juicio de todo el mundo había que errradicar del Estado, sin notar voluntad política real para ello, o sea la desidia y la corrupción.

– Con el chavismo la historia se repite, pero en grande, y sin capacidad de revertir el curso de las cosas, tanto por falta de recursos y dinero, como por la carencia de una generación gerencial competente, dada la mediocre o nula educación que el chavismo ha impuesto en la sociedad.

– Si la desidia y la corrupción en materia de mantenimiento fueron decisivas para acabar con la democracia, solo queda preguntarse por qué aún no lo ha hecho con el régimen iniciado por Chávez. Y la respuesta, además de la fuerza bruta ejercida por esta gentuza, es que, en general, partiendo de que el ser humano se acostumbra a todo, y que los parámetros estéticos han cambiado tanto durante los últimos 30 años,  es que el desolador paisaje que muestran nuestras ciudadades y pueblos ya le parece a la gente algo normal.

– En este sentido, todo indica que el chavismo también ha ganado la batalla estética, y que en última instancia, defenestrarlo del poder implicará abordar el tema cultural, del cual la estética es una componente indispensable.

Fuente:
Ilustración: Dalia Ferreira.

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