Brevísima nota editorial.- El 24 de enero de 1848, se produjo el
tristemente célebre asalto del Congreso, con un saldo de numerosos muertos y
heridos. Luego, se sabrá de la larga
década del monagato que hizo lo que le vino en gana con el parlamento. Hoy,
cada vez que sesiona la Asamblea Nacional, grupúsculos oficialistas la rodean
(es mejor decir, intentan hacerlo por el mermado piquete de personas cuya
ventaja consiste en utilizar sendos equipos de sonido y la colaboración de las
autoridades públicas). ¿No basta la
amarga lección histórica? ¿Qué se pretende? ¿Cómo evitarlo? (LB)
“El 24 de enero de 1848 el
ministro de Relaciones Interiores y Justicia, Martín Sanabria (SIC), se
trasladó a la sede del Poder Legislativo a rendir el informe anual del Poder
Ejecutivo. Estando dentro del recinto se corre el rumor en la calle de que ha
sido asesinado, cosa que enardece a las turbas liberales que estaban apostadas
afuera. Intentan entrar y son repelidas
con plomo por la guardia, dándose las primeras escaramuzas, y
desatándose la violencia más incontrolada. Los heridos y los muertos van en
ascenso, los enfrentamientos entre conservadores y liberales son a cuchillo, a
puños, con piedras y hasta con lanzas y bayonetas. Santos Michelena intenta
salir por una puerta y es herido con una bayoneta. Fue tan grave el daño que
murió dos meses después a consecuencia de la herida. Los parlamentarios
Francisco Argote, José Antonio Salas y Juan García son asesinados por las
turbas. La misma suerte corre el sargento Pedro Pablo Azpúrua, y un sasre que
se había animado a participar en la trifulca”
Rafael Arráiz Lucca
(“Venezuela: 1830 a nuestros
días”, Editorial Alfa, Caracas, 2013: 47)
Reproducción: José Tadeo Monagas.
Fuente: Francisco González Guinán, "Historia contemporánea de
Venezuela", Tip. El Cojo, Caracas, 1910, vol. IV.
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