Impresiones de un marciano por
naturalización
Labajim
“The Martian” de Ridley Scott
(2015): con las nominaciones a los premios Oscar, entre nosotros hubo un cierto alboroto sobre
ésta y las otras películas. Consabido, tarda o no llega nunca la oferta fílmica
foránea a las salas sobrevivientes de cine y, además, no existe una crítica
frecuente y respetable en los medios convencionales, por lo que – inevitable –
la red de redes no sólo la ventila para el interesado, sino que la provee aún a
los fines de la venta ilegal de copias.
“Marte”, es una aguda película de
humor diluido trastocando el drama en una anécdota potable, de cierto nivel de
corrosión – acentuemos – refrescante. El guión convierte al protagonista en un
comentarista permanente de sus circunstancias, más allá de lo que debe
consignar en el cuaderno audiovisual de bitácora. Incluso, reivindica el
desprecio hacia la música-disco que debe soportar el marciano por naturalización
(convertido en tal, luego del mucho tiempo que habitó el planeta), con
resignación. Celebramos el sentido de humor, aunque más que compensar la
tragedia (no otra que la segura muerte que le esperaba en Marte), la desborda.
Si fue el propósito, el guión logra
banalizar la tragedia y también colar nociones que pudieran resultar pesadas e
inoportunas, entre escena y escena. Por ejemplo, el tratamiento jurídico
equiparable a las terrícolas aguas internacionales, concedido a los restantes
espacios planetarios de esta galaxia. Parece mentira, por cierto, que a finales
de 2015 fue que a Asamblea Nacional aprobó el tratado de regulación sobre la
disposición del suelo lunar, después de más de treinta años de acordado
internacionalmente. Claro está, un detalle irrelevante en medio de la crisis
que soportamos en Venezuela y, en definitiva, ineficaz porque únicamente deben
y pueden apelar a él aquellos países que, simplemente, lleguen a la Luna.
La fotografía es muy buena y
tanto que casi obliga a consultar aquellos documentales sobre las imágenes
oficialmente divulgadas del planeta rojo, como – debe existir – alguno que diga
cómo se hizo la película de Scott, barajando sus trucos. Una mirada que se dirá
precursora al pasar las décadas, goza
del exacto imaginario que dejó la década de los sesenta del XX sobre las
hazañas espaciales y, más que ellas, sobre la estética en cuanto al diseño de
la vestimenta, vehículos, etc., algo inevitable (pues, de lo contrario,
estaríamos en presencia de toda una revolución de las artes). Valga acotar, por
ello la ilustración tomada de una revista de 1966, década que queda en la
profundidad de una década de nostalgia para quienes fuimos niños por entonces,
respecto a los vuelos hacia la Luna, como – los de más edad – recordarán mejor
las revueltas estudiantiles.
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