Luis Barragán
Salvo las excepciones de rigor, vapuleados por el ya prolongado cinismo del régimen, aceptemos la escasez de los referentes éticos. Ha decrecido la tribuna organizada y confiable, fundada en el mensaje de principios y valores, a la vez que se multiplica la escuela que la desmiente o dice desmentirla.
Para el creyente y no creyente, el púlpito católico ofrece una alternativa diferente, aunque no exclusiva. Sin embargo, lo pareciera, por la nada improvisada disertación de sacerdotes y religiosas que, a contracorriente, aportan sus creencias y convicciones con desprendimiento, en una sociedad – así se reclame socialista – donde nada luce gratis.
Por lo menos, cada jornada dominical constituye una oportunidad para reflexionar la cotidianidad desde una perspectiva diferente que se atreve a trascenderla. Frecuentemente, las homilías tienden a taladrar el grueso muro del engaño y auto-engaño que levantamos en el intento de sobrevivir a todo el desbarajuste que ha alcanzado a partidos, gremios, medios de comunicación y, por supuesto, principal responsable, al Estado mismo bajo el dominio de una contaminante y desacreditada dirección que repite las huecas consignas dizque ideológicas.
Por fortuna, existen entidades y personalidades capaces de orientarnos en el marco del respeto y el pluralismo que también valoramos, dando testimonio de autenticidad. Al igual que en la católica, lo descubrimos en otras iglesias, en una faena deportiva, en sindicatos, en la sana recreación de los escultistas, en direcciones partidistas, en las vivencias musicales, en empresarios decididos, y - a través de una formal disertación o de un comentario espontáneo al emplear un ascensor - en las personas sencillas y hasta en las vanidosas, pero – suerte de vanguardia – todavía no se generaliza o regeneraliza en una sociedad que aparentemente acepta el hurto o el fraude como una normalidad de avispados y, por lo tanto, toca y autoriza el extremo de coexistir con un índice escandaloso de homicidios.
La Semana Santa ofrece la posibilidad de escuchar algo nada común en los días que corren, además, para los cultores de la llamada “nueva era” que apuestan a cualquier gentileza engañosa que pasa por sobrio argumento. Y, para el mismo creyente, un dato de actualización frente a no pocos disparates “argumentales”, como el de “me confieso directamente con Dios y no con los hombres” o “bastando mi creencia no sigo una religión”.
Pieza: Ian Strange.
21/03/2016
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