Berrizbeitia o la satanización automática
Luis Barragán
Consabido, no hay régimen autoritario o totalitario que compita lealmente con quienes se le oponen. La trampa y la mentira los fuerza a particularizar una ventajista campaña que expone al desprecio público al más modesto disidente, autorizando de un modo u otro su espontánea persecución.
Ningún combate celebran contra los planteamientos, ideas e iniciativas: el oponente es un magnífico motivo para el linchamiento – ante todo – moral. Con el tiempo, el mecanismo automático de satanización, ni siquiera requiere de una línea u orden política expresa, pues, generalizada la creencia, los afectos del régimen se convierten en abiertos vengadores.
Quien tenga la posibilidad y la paciencia de revisar los diarios de debate de la Asamblea Nacional, podrá constatar que, frecuentemente, no hay refutación de los argumentos dados por la bancada democrática, sino ocasión para un despiadado ataque verbal que, por momentos, tensa el ambiente, pudiendo arribar a la trifulca. En la boca del lobo, los diputados de la oposición soportan estoicamente esos feroces ataques, cuya única solución es quedarse y afrontarlos de la mejor manera posible.
Descontextualizada su intervención, Carlos Eduardo Berrizbeitia emitió un legítimo juicio político, luego de emplazar al presidente de la Asamblea Nacional para que revelase los nombres de quienes procuran o diligencian rectores y magistrados para el CNE o TSJ, pendientes. Una semana después, en fracciones de segundos, se atrevieron a exhibir un gesto a cámara lenta de Eduardo Gómez Sigala, suscitando la consabida interpretación ante el macabro asesinato de un diputado del oficialismo que ha servido de pretexto para señalar y perseguir a la oposición democrática en Venezuela.
Por cierto, oposición que ha manifestado su pesar, pero los voceros más importantes del régimen la rechazan con la enormidad de sus arrogancias, sin que la respuesta hubiese variado en el caso de una abstención. Hoy es Berrizbeitia, como mañana pudiésemos ser otros, porque para eso está la maquinaria de descalificación y linchamiento moral, teñida de una irracionalidad que, al parecer, no tiene más límite que la propia descomposición de los linchadores.
Fotografía: LB, sesión plenaria de la Asamblea Nacional, Caracas, 07/10/2014.
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