Una historia pendiente
Luis Barragán
Paradójicamente, mientras debatía la Asamblea Nacional sobre el consabido y lamentable caso del diputado Serra, en las cercanías se libró un combate callejero entre algunos colectivos armados y las autoridades policiales. Por supuesto, en la sesión, el gobierno no se dio por enterado del suceso.
Ocurre que los tales colectivos tienen años, incluso, convertida una populosa urbanización caraqueña en Ciudad-Estado, actuando bajo el consentimiento y aplauso de la actual dirección del Estado. Durante las protestas estudiantiles, se movilizaron y también aterrorizaron pueblos y ciudades, con el apoyo de la Guardia Nacional Bolivariana que, por lo menos, no los contuvo en las diferentes y difíciles vicisitudes que afrontaron los jóvenes.
Ahora, aparentemente, se sincera un enfrentamiento con los órganos policiales regulares cuando existe la también presunta intención del régimen para amainarlos o tranquilizarlos, pero nunca atenuarlos. . En una mezcla de hampa común con la política, luce natural igualmente un proceso de degeneración: la vlolencia engendra violencia y descomposición, por lo que no es nada fácil apelar a ella.
Todavía existe una historia oculta de los numerosos mecanismos y modos de los que se ha valido el gobierno, además, para atacar a la oposición en las barriadas. Los colectivos cumplen una tarea de amendrentamiento y contención de la protesta social, amenazados los sectores populares que incurran en la más inocente disidencia.
El día que superemos las actuales circunstancias, se sabrá de esa historia oculta, secreta o confidencial que también ha sostenido y manufacturado al régimen. El antiguo encapuchado, apedreador a las puertas de liceos y universidades, es el precedente exacto de un militante de la pretendida revolución que tiene por característica una pistola y una motocicleta, pero sin el menor rasgo de una inquietud política e ideológica que vaya más allá de las consignas que lo automatizan.
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