domingo, 5 de octubre de 2014

LLAMADO

Del espacio equilibrante
Luis Barragán

Asistimos a la misa dominical atentos a la parábola de los viñadores asesinos, celebrada en la capilla de una escuela privada. En dos oportunidades, el sacerdote imploró por el eterno descanso del Comandante Chávez (SIC) y del diputado Serra.  

Nos contuvimos al escuchar ambas alusiones, citando inmediatamente  a los  42 muchachos caídos en la consabida represión de principios de año, por varios motivos: está el de perdonar las ofensas como también perdonamos a los que nos ofenden, y la necesidad de no romper con un espacio de equilibrio como ha de ser  el de la feligresía católica. Digamos, es natural que un sacerdote o  un feligrés pida por quien mejor le parezca en el marco de una irreductible pluralidad, pero resulta imprudente que se le califique de “comandante”, dándole una innecesaria connotación política, en vez de llamarlo por su nombre de pila o, si se quiere, por el que  civilmente está registrado,  como el que más.

El asunto nos remite a la consabida campaña de odios y manipulaciones que, a propósito del terrible homicidio del parlamentario, lejos de atenuar, ha recibido un insólito impulso del oficialismo.  Rogamos por  el  eterno descanso de las dos figuras, como cristianamente podemos hacerlo por los inocentes 42 jóvenes en cuestión, pero también pedimos a Dios porque la Iglesia sea un espacio equilibrante y de plena manifestación de la fe no contaminada por las más extraviadas coyunturas terrenales.

No tardamos en lamentar el homicidio del diputado Serra, a pesar de las diferencias políticas e ideológicas, pidiendo por su eterna salvación. E, incluso, aunque fue demasiado injusto al responder a nuestro discurso en la cámara, apelando a un acostumbrado libreto de infructuosa descalificación personal: aparecimos en el video de su última intervención, soportando estoicamente sus ataques, repetido incansablemente por las emisoras televisivas del Estado, sin que contásemos con la ocasión de exponer nuestro discurso que se mantuvo entre los límites de la sobriedad, objetividad y ponderación que intentamos cada vez al hablar en la Asamblea Nacional.

Insólita ha sido la campaña desatada por el gobierno, luego del crimen. Sigue afilando y removiendo las emociones de sus seguidores más vulnerables, incitándolos masivamente al odio y a la venganza, sin probar la autoría material ni intelectual del macabro delito: necesitamos de los espacios equilibrantes y, por más simpatías políticas que exponga un sacerdote, de  su delicadísima misión pastoral.
Fotografía: LB, Plaza Altamira, en recuerdo de los jóvenes caídos en 2014.

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