domingo, 20 de abril de 2014

JURAR LA LARGA TRANSICIÓN

A propósito de López Contreras
Luis Barragán


Domeñadas las circunstancias y sus circundantes, Eleazar López Contreras se hizo titular de la Presidencia de la República finalizando abril de 1936, para afianzar la naturaleza y el papel que la corporación castrense definió entre 1913 y 1914. Ostentando la mayor jerarquía militar, encaró el inmediato período post-gomecista con una habilidad que sorprendió a sus coetáneos y contemporáneos.

Impensable meses atrás, reconocida la anterior etapa como la de una dictadura,  en medios de gran circulación, caracterizados por una temerosa prudencia, se aseguraba que el país estaba “enrumbado hacia la democracia y hacia la vida legal con el acto trascendental del juramento del nuevo Presidente de la República, celebrado el pasado miércoles 29 de abril en el Salón de Sesiones del Congreso Nacional” que lo seleccionó el sábado 25 (Élite, Caracas, nr. 555 del 02/05/1936).  Comenzaba una larga y particular transición que los especialistas afirman o niegan como democrática,  en la necesarísima discusión histórica y politológica que puede también alumbrar los eventos actuales.

Luce evidente que, a pesar de las posiciones encontradas a propósito del lopezato,  redescubriendo lo político,  surge una nueva esfera democratizadora, con nuevos agentes (ciudadanía y partidos) y una innovadora agenda para el debate abierto (políticas públicas, legislación moderna, elecciones, nuevos órganos de representación), como advierte Luis Ricardo Dávila (“Venezuela: La formación de las identidades políticas”, ULA, Mérida, 1996). Prosiguiéndolo,  respecto a las identidades políticas, surge un conjunto de condiciones como el lenguaje común, integrado por  objetos y conceptos antes soslayados; un marco institucional, reconociéndose en las tradiciones; y un foro político, capaz de hacerse de un discurso de propósitos prestos a la aceptación, confrontación, transformación, rechazo, reforzamiento o ampliación.

Otro autor, Óscar Battaglini, acierta con su breve consideración en torno al  Ejército de 1913, ya convertido “no sólo [en] la base fundamental del poder y de todo el orden de dominación existente, sino [en] la única organización nacional que, en esas condiciones, podía asumir la conducción del proceso político dirigido a implantar la ‘democracia verdadera’” promovida por López Contreras (“Venezuela 1936-1941: Dos proyectos democráticos”, UCV, Caracas, 1993). Por lo demás, precisa que la elección realizada por el Congreso en la citada oportunidad,  conjuró varios riesgos,  como el de la disolución y consiguiente llamado a un desafiante proceso electoral, o el de la prolongación y endurecimiento de la dictadura que, creemos, probablemente hubiese adelantado el rol que las Fuerzas Armadas jugó en la década de los cincuenta, faltándole todavía madurar ciertas condiciones.

Valga acotar, convertidas en meras apuestas, las transiciones no se decretan confiadas al azar.  Deben responder, sincerándolas, a una indispensable caracterización de los gobiernos o regímenes que están llamados a reemplazar, suscitando y reivindicando – toda una aparente perogrullada – un lenguaje público abarcador o pastoral, contrastante con el sectarismo y exclusivismo desechado;  un marco institucional, haciendo posible la conjunción de las experiencias adquiridas y de la imaginación propulsora; y un foro político metabolizador de ideas, intereses y demandas cada vez más impostergables.

Actualmente,  supone reconocer las transformaciones (in) deseables que también ha sufrido la entidad armada, a fin de sofocar las amenazas de su desaparición como tal o entronización como un poderoso actor político, remitiéndonos a un dilema preocupante que desconoce la obligación de reinstitucionalizarla y actualizarla desde una perspectiva democrática de la seguridad y defensa de la nación.  Ésta y otras materias constituyen a agenda de la otra transición que debemos encarar, repensando al país como sorprendentemente se hizo en 1936, en las diferentes aceras que lo avenidizaban.

Reproducciones: Élite, Caracas, nr. 555 del 02/05/1936.

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