Gisela Kozak Rovero
Nos hemos acostumbrado a perder el país y un sinfín de detalles resultan nimiedades ante lo que estamos viviendo, pero no por parecer nimiedades lo son: aunque el estado publique millones de discos o de libros, reparta canaimitas y organice conciertos y funciones de teatro gratis, la verdad de la cultura venezolana es que cada vez la oferta de textos, música, espectáculos, televisión, radio y cine disminuye en variedad.
La radio y televisión estatales son un aparato de propaganda que excluye a la mitad del país con su programación sesgada ideológicamente. En materia de libros muy pocas novedades llegan del exterior habida cuenta del control de cambio con sus secuelas por todos conocidas; así mismo, se dificulta el trabajo de las editoriales no estatales por falta de papel y las bibliotecas universitarias están desactualizadas. La piratería afecta los derechos de autor tanto de extranjeros como de los propios venezolanos ante la vista gorda del Estado. Aunque el cine nacional está presente en las carteleras, la producción norteamericana predomina y nos perdemos en parte de lo mejor de la creación fílmica mundial. Siendo Internet vía preferente para conocer la producción internacional en el área cultural -pensemos en la música- tenemos conexiones inalámbricas de muy baja velocidad. Los espectáculos resultan muy caros y aquellos que son gratuitos dependen de las simpatías políticas del artista. En cuanto a museos la política de adquisiciones, de investigación y de exposiciones de artistas extranjeros dificulta el contacto directo con los movimientos internacionales.
Toda cultura se alimenta del intercambio con otras. La creatividad venezolana sigue de pie y tendrá que medirse con las serias amenazas a la actividad independiente que significa la Ley Orgánica de Cultura; pero la sociedad requiere de una oferta variada pues disponer libremente de las opciones culturales existentes en la nación y fuera de ella es un derecho humano. Las políticas de estado que controlan o pretende controlar la sociedad a punta de discrecionalidad, dogmatismo y ventajismo político conducen a la sumisión y al conservadurismo, a la pobreza intelectual y estética.
No es de extrañar lo que ocurre porque las políticas culturales están al servicio de los intereses del gobierno, no de la población.
Además, el ministro del Poder Popular para la Cultura, Fidel Barbarito, se entretiene visitando negocios con el fin de supervisar los precios de los artículos en venta. En esta cruzada épica del socialcorotismo chavista el ministro deja de ocuparse de temas esenciales de la cartera de la que es titular para entregarse a tareas nada compatibles con su cargo.
Mientras los malandros nos asaltan y la escasez de divisas atenta contra la creación y disfrute de la cultura, los policías vigilan las colas de la ciudadanía consumista y el ministro vive su asalto al Cuartel Coroto, en consonancia con su nombre. Pobre país.
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/17601-la-cultura-sin-ministro
Breve nota LB: La ilustración habla muy bien de los otros tiempos ya idos. El MACC era noticia.
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