domingo, 1 de abril de 2018

(RE) AFINACIÓN

De una rara sensación abréua
Luis Barragán


Varias veces, lo vimos al fondo de la Iglesia de San Francisco, atento a la misa. Inevitable, el modesto feligrés debió tomarse uno que otro selfie con sus eventuales y festivos descubridores, al concluir la eucaristía.

Los gestos de humildad ratificaban nuestra admiración hacia el célebre músico, aunque – pronto – disminuía el respeto, pues, aunque fue mucha la popularidad de la que literalmente gozaba Chávez Frías, a mediados de la pasada década, ya sobraban los indicios de la calamidad que representaba. Y José Antonio Abreu, como su discípulo no menos famoso, Gustavo Dudamel, nunca demostraron la más ligera preocupación o gesto crítico, abrazándose pública y conscientemente a la suerte del régimen que convirtió el sistema de orquestas en su mejor bandera, aunque – desde entonces – no le garantizara siquiera a los jóvenes ejecutantes, ir y volver ilesos a casa.

Sistema que, junto al programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho, marcó un precedente universal, creados ambos en los setenta del ‘XX, se convirtió en un receptor de los más extraordinarios recursos del Estado que,  ahora, en el XXI, lo convirtió en una ajena credencial del proceso en curso. Recordamos, integrantes de la Comisión Permanente de Cultura, a principios de la presente década, nos inquietaban realidades como la de la Orquesta Sinfónica de Venezuela que, empobrecida, obligaban a sus temerosos miembros a acudir a la Asamblea Nacional, más para contactar y sensibilizar al oficialismo, procurando en algunos casos un relacionamiento personal, que para discutir a fondo en torno a una situación cercana al desastre.

Quisimos ver en la conducta abreúista, el despliegue de una habilidad política del diputado que fue, en los sesenta, cuando destacaba el economista que, por fortuna, tuvo la posibilidad de desarrollar una inmensa vocación de servicio en tiempos mejores  que los actuales para la música académica, pues, por una parte, la sola existencia de la regular crónica periodística así lo comprueba, por la tinta de Israel Peña, Rházes Hernández López, Eduardo Lira Espejo o Luis Felipe Ramón y Rivera; y, por la otra, incluso, ultrapartidizada la Radio Nacional de Venezuela y liquidada la Emisora Cultural de Caracas, por mucho sistema de orquestas que tengamos, se ha empobrecido y contaminado nuestro consumo cultural. E, incluso, (pre) candidateado Abreu al Premio Nobel, cual Václav Havel, quisimos dibujarlo para encabezar una transición democrática, motivando uno de nuestros textos de antaño.

La reciente y lamentable muerte de Abreu, nos remite a esa rara sensación de reconocimiento y rechazo, a la vez, por sus posturas políticas, esperando que el tiempo ponga todo en su debido lugar, porque – a modo de ilustración – ha pasado con Humberto Fernández Morán, en el campo científico, o, en el artístico, ocurrió con Yolanda Moreno, Susana Djuim o Zoe Ducós, a quienes se les identificó con la etapa perezjimenista; o, para no ir más lejos, con Martin Heidegger, cuyo pasado nazi no logra demoler la herencia de una escuela filosófica que lo tiene aún por ineludible protagonista. Además, motivo para una justificada queja de Tulio Chiossone, hubo altos magistrados que sobrevivieron largamente a la caída del dictador que los nombró.

Gráfica: Élite, Caracas, nr. 2179 del 01/07/1967.

02/04/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinioncultura/32276-barragan

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