domingo, 2 de julio de 2017

DE LA AUDACIA DE SER AUDACES



La generación que despunta

Luis Barragán

Una distinta promoción se asoma, empujando el definitivo reemplazo de esta dictadura. Veinteañeros que no conocieron otra cosa que la crisis crónica, deliberadamente crónica que devino humanitaria, ofrecen su mejor testimonio de lucha en estas horas decisivas.

El tema generacional ha sido recurrente en el caso venezolano, pretendiendo abarcar y explicar todos sus cambios. José Ortega y Gasset, el arquitecto más conocido de la tesis, estimuló la tinta entusiasta de muchos de nuestros intelectuales y dirigentes políticos, tras el dominio y exaltación por largo tiempo de la muchachada de 1928; por cierto, con motivo del aniversario de su nacimiento, El País publicó una consulta realizada entre varios escritores españoles sobre Ortega, considerado como un todólogo, luego de distinguir entre el talento y el genio.

Resulta fácil apelar al expediente generacional para explicar los eventos actuales y, de sintetizar los supuestos de la aludida tesis, es necesario invocar tres importantes características que, entre otras, certifican la existencia de una nueva generación. Por supuesto, cada quien dirá inscribirse en una u otra, creyéndola predestinada y, por consiguiente, irresistible ante  todo adversario.

Por una parte, ortegueanamente, una generación es portadora de una cosmovisión contrastante, la que concede un sentido, una idea, una emoción y una acción harto diferentes, innovadoras y desafiantes, frente a  la establecida y bien consolidada  por las generaciones precedentes. Por otra,  emerge gracias a los eventos extraordinarios que compacta a los coetáneos ante la radical incertidumbre de los contemporáneos, manifestándose una cultura alternativa. Y, luego, cumpliendo cada una un ciclo aproximado de diez años, se suceden tres generaciones: la delincuente, propia de la decadencia que recrean; la preparatoria, la que va rompiendo con los cánones y preparando el camino a la siguiente; y la histórica que renueva completamente los contenidos y sus escenarios.

Ya se habla de dos generaciones decisivas en el siglo XXI venezolano, la de 2007 y 2017. Al igual que la resistencia a morir de las más viejas, en una pugna que las nuevas tendencias historiográficas, sociológicas y politológicas subestiman.

Por lo pronto,  rompiendo el esquema, la generación de 1928 no fue todo lo unida o compacta que se supone y el país, además, supo de importantes aportes de generaciones posteriores, como la de 1936 y 1945, alterando los plazos.  Aquélla debió sucederla, treinta años después, la de 1958, con una acabada experiencia política y una interpretación integral del destino venezolano que, al retroceder con la de 1936, fue reemplazada por los militares que abrevaron en el Plan Andrés Bello,  la de mediados de los setenta.

Haciendo caso del ciclo de marras, después de 1988, la tarea histórica decisiva será la de la generación de 2018, la que ahora ronda por los veinte años, convertida la de 1998 en delincuente y la de 2007 en preparadora del camino. Vale decir, por muy protagónicos que fuesen, los que salieron a la luz pública con el cierre de Radio Caracas TV, ocupando hoy roles estelares y coincidiendo en el deseo de cobrar políticamente juntos, no tienen otra misión que la de allanar el camino a la que muy bien representan los escuderos.

Ya aceptamos la necesidad y conveniencia de otra cosmovisión, desligada del sempiterno rentismo de nuestros tormentos; sobran los eventos que protocolizan un liderazgo alternativo, siendo demasiado temprano para calificarlo de tal, así la publicidad  sea tan generosa; y los plazos de sucesión parecen cumplirse con la puntualidad acostumbrada, pero se ofrece demasiadamente mecánico y facilón el fenómeno generacional. Por ello, hablando de promoción, la que despierta en este siglo XXI con vocación transformadora, no se entenderá sin el concurso de las promociones más antiguas y, más allá, como ocurre, sin la vasta y extensa alianza de los sectores medios y populares que, los europeos no logran siempre entender, tienen en el estudiantado la pieza de  articulación indispensable para derribar toda dictadura.

La fórmula es la de siempre, resultado de una habilidosa combinación de ideas y experiencias, imaginación y audacia. No los habrá exactamente liberales, socialcristianos, socialdemócratas, marxistas o tecnotrónicos, por mucho tiempo, contribuyendo a esa otra perspectiva que el país reclama, fruto del indispensable consenso político-cultural.
Fotografía: Carlos Garcia Rawlins. 

03/07/2017:
http://venezuela.shafaqna.com/ES/VE/907980 

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