De las lavanderías que quiebran
Luis Barragán
Cada vez es más difícil lavar la ropa en casa, por la escasez de tiempo, detergentes, agua, electricidad y hasta de nuevas prendas, por no mencionar la avería de los electrodomésticos ya irremplazables. Subrayemos, la cuarentena no alcanza para todas las tareas pendientes, como ingenuamente supusimos al iniciarla, porque la supervivencia – literalmente entendida – se impone.
Antes o muy antes, algunos atuendos pasaban por la faena doméstica a sabiendas que las telas más exigentes o delicadas corrían bajo la responsabilidad de las empresas especializadas, no otras que las pequeñas o medianas lavanderías y tintorerías que naturalmente se integraron al tradicional arco de los servicios necesarios. Versamos en torno a un rubro comercial inscrito en nuestras tradiciones urbanas que, a modo convencional o ecológico, debidamente equipado y también con un personal calificado, nos permitía ahorrar – precisamente – el tiempo indispensable y que, además, su expansión ayudaba a abaratar los costos, no sin responder por los errores cometidos.
El asunto no es nada banal, por cotidiano que se diga. Obedece a la dinámica de una economía criminal que fue relativamente imperceptible por las grandes mayorías hasta que arribaron – triunfales - la catástrofe humanitaria, la censura y la represión.
Así, de un lado, la ya prolongada situación pulveriza toda noción de la división social de trabajo y no es necesario, por ejemplo, ir a las páginas de Weber para sabernos anegados de tareas, como la de lavar la ropa en casa, como cualesquiera otras que delegábamos en un esfuerzo complementario bajo el signo de la modernidad. Encarecido nuestro empeño, por muy buenas intenciones que tengamos, cada quien tendrá que ocuparse de un huerto familiar, construir como pueda su propia vivienda, remendar las instalaciones eléctricas, probar suerte con el viejo vehículo automotor, entre otras de una entera e inequívoca supervivencia personal.
Y, del otro, al padecer y atestiguar la quiebra de lavanderías y tintorerías que tuvieron un importante desarrollo comercial en nuestro país, quedan obviamente intactos el lavado y la sanforización de los capitales de obscuros orígenes. Locales que fueron muy emblemáticos en el vecindario, franquiciados o no, cierran para lanzar a la calle a un formidable ejército de desempleados que tampoco podrán lavar y Planchart para la calle, un oficio que gozó también de buena cotización.
07/07/2020:
Capturas de pantalla: Gente del oficio | La planchadora de tintorería:
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